El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
ahorrado gastos de imaginación, alegaciones que no sirven más que para probar su ignorancia o su<br />
mala voluntad.<br />
Para introducción de las personas ajenas a la ciencia, diremos que para comunicarse con los<br />
espíritus no hay días, horas, ni lugares más propicios unos que otros. Que no son necesarias, para<br />
evocarles, ni fórmulas, ni palabras sacramentales o cabalísticas. Que no hay necesidad de<br />
ninguna preparación, ni de ninguna iniciación. Que no da resultado alguno <strong>el</strong> empleo de signos u<br />
objetos materiales, sea para atraerles, sea para rechazarles, y que <strong>el</strong> pensamiento basta. En fin, que<br />
los médiums reciben sus comunicaciones de un modo tan natural y sencillo, como si fueran dictadas<br />
por una persona viva, sin salir d<strong>el</strong> estado normal. Sólo <strong>el</strong> charlatanismo podría adoptar maneras<br />
excéntricas, y añadir accesorios ridículos (¿Qué es <strong>el</strong> Espiritismo?,cap. II, n.º 49).<br />
En principio, <strong>el</strong> porvenir debe estar oculto para <strong>el</strong> hombre. Su rev<strong>el</strong>ación sólo la permite<br />
Dios en casos raros y excepcionales. Si <strong>el</strong> hombre conociera <strong>el</strong> porvenir, despreciaría <strong>el</strong> presente,<br />
no<br />
obraría con la misma libertad. Porque estaría dominado por la idea de que si una cosa ha de suceder,<br />
no es necesario pensar ya en <strong>el</strong>la, o procuraría impedir su realización. Dios no ha querido que fuese<br />
así, a fin de que cada uno concurriera al cumplimiento de los acontecimientos, aun de aqu<strong>el</strong>los a los<br />
que quisiera oponerse. Dios permite la rev<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> porvenir cuando este conocimiento anticipado<br />
debe facilitar <strong>el</strong> cumplimiento de ciertos hechos, en lugar de ponerle trabas, comprometiendo a<br />
obrar de otra manera que no se hubiera hecho sin aqu<strong>el</strong> conocimiento ( <strong>El</strong> Libro de los Espíritus, I.<br />
III, cap. X).<br />
Los espíritus no pueden guiar en las investigaciones científicas y los descubrimientos. La<br />
ciencia es obra d<strong>el</strong> genio. No debe adquirirse sino por <strong>el</strong> trabajo, porque sólo por medio d<strong>el</strong> trabajo<br />
es como <strong>el</strong> hombre ad<strong>el</strong>anta en su camino. ¿Qué mérito habría si bastara preguntar a los espíritus,<br />
para saberlo todo? Cualquier imbécil podría ser sabio a poca costa. Lo mismo sucede con las<br />
invenciones y descubrimientos de la industria.<br />
Cuando ha llegado <strong>el</strong> tiempo de un descubrimiento. los espíritus encargados de dirigir la<br />
marcha buscan al hombre capaz de conducirle a buen fin, y le inspiran las ideas necesarias para que<br />
tenga todo <strong>el</strong> mérito. Porque estas ideas es preciso que las <strong>el</strong>abore y las ponga en práctica. Así<br />
sucede también con todos los grandes trabajos de la int<strong>el</strong>igencia humana.<br />
Los espíritus dejan a cada hombre en su esfera. De aqu<strong>el</strong> que no es a propósito sino para<br />
cavar la tierra, no harán <strong>el</strong> depositario de los secretos de Dios. Pero sabrán sacar de la oscuridad al<br />
hombre capaz de secundar sus intenciones. No os dejéis, pues, arrastrar por curiosidad o ambición<br />
en un camino que no es <strong>el</strong> objeto d<strong>el</strong> Espiritismo, y que terminará para vosotros en las más ridículas<br />
mistificaciones (<strong>El</strong> Libro de los Médiums, cap. XXVI).<br />
Los espíritus no pueden hacer que se descubran los tesoros ocultos. Los espíritus superiores<br />
no se ocupan de estas cosas, pero los burlones indican a menudo tesoros que no existen, o pueden<br />
hacer ver uno en un paraje, que en realidad está en paraje opuesto. Y esto en utilidad d<strong>el</strong> engañado,<br />
para demostrarle que la verdadera fortuna está en <strong>el</strong> trabajo. Si la Providencia destina riquezas<br />
ocultas a alguno, las encontrará naturalmente, y no de otro modo (<strong>El</strong> Libro de los Médiums. cap.<br />
XXVI).<br />
<strong>El</strong> Espiritismo. ilustrándonos sobre las propiedades de los fluidos, que son los agentes y los<br />
medios de acción d<strong>el</strong> mundo invisible y constituyen una de las fuerzas y una de las potencias de la<br />
Naturaleza, nos da la clave de una porción de hechos no explicados e inexplicables por cualquier<br />
otro medio, y que han podido en tiempos remotos pasar por prodigios. Rev<strong>el</strong>a, lo mismo que <strong>el</strong><br />
magnetismo, una ley, si no desconocida, al menos mal comprendida. O mejor dicho, se conocían los<br />
efectos, porque se han producido en todos los tiempos, pero no se conocía la ley. Y la ignorancia en<br />
que, respecto de <strong>el</strong>la, se estaba, es la que ha engendrado la superstición. Conocida esta ley,<br />
desaparece lo maravilloso, y los fenómenos entran en <strong>el</strong> orden de los hechos naturales. He aquí por<br />
qué los espiritistas no hacen milagros haciendo girar una mesa o escribir a los difuntos, como no los<br />
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