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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

castigando un momento de error con una eternidad de suplicios.<br />

10. <strong>El</strong> Espiritismo profesa una doctrina infinitamente más espiritualista, por no decir menos<br />

materialista, que además tiene la ventaja de estar más conforme con la observación y con <strong>el</strong> destino<br />

d<strong>el</strong> alma. Según lo que nos enseñan, <strong>el</strong> alma es independiente d<strong>el</strong> cuerpo, que no es más que una<br />

envoltura corporal. Su esencia es la espiritualidad, su vida normal es la vida espiritual. <strong>El</strong> cuerpo<br />

es sólo un instrumento para <strong>el</strong> ejercicio de sus facultades en sus r<strong>el</strong>aciones con <strong>el</strong> mundo material.<br />

Pero, separada de este cuerpo, goza de sus facultades con más libertad y expansión.<br />

11. Su unión con <strong>el</strong> cuerpo, necesaria en sus primeros desarrollos, no tiene lugar sino en <strong>el</strong><br />

período que puede llamarse de su infancia y adolescencia. Cuando alcanza cierto grado de<br />

perfección y de desmaterialización esta unión no es necesaria, y <strong>el</strong> alma sólo progresa por la vida<br />

d<strong>el</strong> espíritu. Además, por numerosas que sean las existencias corporales, son necesariamente<br />

limitadas para la vida d<strong>el</strong> cuerpo, y su suma total no comprende, en todo caso, sino una<br />

imperceptible parte de la vida espiritual, que es indefinida.<br />

Los áng<strong>el</strong>es según <strong>el</strong> Espiritismo<br />

12. No puede dudarse de que hay seres dotados de todas las cualidades atribuidas a los<br />

áng<strong>el</strong>es. La rev<strong>el</strong>ación espiritista confirma sobre este punto la creencia de todos los pueblos. Pero<br />

además nos hace conocer la naturaleza y origen de esos seres.<br />

Las almas o espíritus son creados sencillos e ignorantes, esto es, sin conocimiento y sin<br />

conciencia d<strong>el</strong> bien y d<strong>el</strong> mal, pero aptos para adquirir todo lo que les falta, y lo adquieren por <strong>el</strong><br />

trabajo. <strong>El</strong> fin, que es la perfección, es <strong>el</strong> mismo para todos: llegan a él más o menos pronto en<br />

virtud de su libre albedrío y en razón a sus esfuerzos. Todos tienen grados que recorrer, <strong>el</strong> mismo<br />

trabajo que realizar. Dios no señala una parte ni mayor ni más fácil a los unos que a los otros,<br />

porque todos son sus hijos, y siendo justo, no tiene preferencia por ninguno.<br />

Él les asegura: “He aquí la ley que debe ser vuestra regla de conducta. <strong>El</strong>la sola puede<br />

conduciros al fin. Todo lo que está conforme a esta ley, es <strong>el</strong> bien. Todo lo que es contrario a <strong>el</strong>la,<br />

es <strong>el</strong> mal. Sois libres de observarla o de infringirla, y así seréis los árbitros de vuestra propia<br />

suerte.”<br />

Dios no ha creado, pues, <strong>el</strong> mal. Todas sus leyes son para <strong>el</strong> bien. <strong>El</strong> mismo hombre es quien<br />

crea <strong>el</strong> mal, infringiendo las leyes de Dios. Si las observase escrupulosamente, no se apartaría jamás<br />

d<strong>el</strong> buen camino.<br />

13. Pero <strong>el</strong> alma, en las primeras fases de su existencia, lo mismo que <strong>el</strong> niño, tiene falta de<br />

experiencia, por esto es falible. Dios no le da la experiencia, pero le da los medios de adquirirla.<br />

Cada paso en falso en <strong>el</strong> camino d<strong>el</strong> mal es un atraso, sufre las consecuencias, y aprende a su costa<br />

lo que debe evitar. Así es como poco a poco se desenvu<strong>el</strong>ve, se perfecciona y ad<strong>el</strong>anta en la<br />

jerarquía espiritual, hasta que haya llegado al estado de puro espíritu odeáng<strong>el</strong>. Los áng<strong>el</strong>es son,<br />

pues, las almas de los hombres que han alcanzado <strong>el</strong> grado de perfección concedida a la criatura, y<br />

gozan de la plenitud de la f<strong>el</strong>icidad prometida. Antes de haber conseguido <strong>el</strong> grado supremo, gozan<br />

de una dicha r<strong>el</strong>ativa a su ad<strong>el</strong>anto. Pero esta dicha no consiste en la ociosidad, sino en las<br />

funciones que Dios tiene a bien confiarles, y que se tienen por dichosos en cumplir, porque sus<br />

ocupaciones son un medio de progreso (véase Cáp. III, “<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong>”).<br />

14. La Humanidad no está restringida a la Tierra. Ocupa los innumerables mundos que<br />

circulan en <strong>el</strong> espacio. Ha ocupado los que han desaparecido, y ocupará los que se formen.<br />

Dios ha creado desde la eternidad, y crea sin cesar. Mucho tiempo, pues, antes de que la<br />

Tierra existiese, por antigua que se la suponga, hubo en otros mundos espíritus encarnados que<br />

recorrieron las mismas etapas que nosotros, espíritus de formación más reciente, recorremos en este<br />

momento, y que llegaron al fin antes de que nosotros hubiésemos salido de las manos d<strong>el</strong> Creador.<br />

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