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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

Excusarse de sus defectos por la debilidad de la carne no es más que un subterfugio para<br />

<strong>el</strong>udir la responsabilidad. La carne sólo es débil porque <strong>el</strong> espíritu es débil, lo cual destruye la<br />

excusa y deja al espíritu la responsabilidad de sus actos. La carne no tiene pensamiento ni voluntad.<br />

No prevalece jamás sobre <strong>el</strong> espíritu, que es <strong>el</strong> ser pensante y voluntario. <strong>El</strong> espíritu es quien da a la<br />

carne las cualidades correspondientes a sus instintos, como un artista imprime a su obra material <strong>el</strong><br />

s<strong>el</strong>lo de su genio. <strong>El</strong> espíritu, emancipado de los instintos de la bestialidad, se compone un cuerpo<br />

que no es un tirano para sus aspiraciones hacia la espiritualidad de su ser. Entonces es cuando <strong>el</strong><br />

hombre come para vivir, porque vivir es una necesidad, pero no vive para comer.<br />

Así pues, sobre <strong>el</strong> espíritu recae la responsabilidad moral de sus propios actos. Pero la razón<br />

manifiesta que las consecuencias de esta responsabilidad deben estar en r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> desarrollo<br />

int<strong>el</strong>ectual d<strong>el</strong> espíritu. Cuanto más ilustrado es, menos excusa tiene, porque con la int<strong>el</strong>igencia y <strong>el</strong><br />

sentido moral nacen las nociones d<strong>el</strong> bien y d<strong>el</strong> mal, de lo justo y de lo injusto.<br />

Esta ley explica <strong>el</strong> mal resultado de la medicina en ciertos casos. Desde luego que <strong>el</strong><br />

temperamento es un efecto y no una causa, y los esfuerzos hechos para modificarlo se hallan<br />

necesariamente paralizados por las disposiciones morales d<strong>el</strong> espíritu, que opone una resistencia<br />

inconsciente y neutraliza la acción terapéutica. Dad, si es posible, ánimo al medroso, y veréis cesar<br />

los efectos fisiológicos d<strong>el</strong> miedo.<br />

Es prueba, repito, la necesidad que tiene la medicina convencional de tener en cuenta la<br />

acción d<strong>el</strong> <strong>el</strong>emento espiritual sobre <strong>el</strong> organismo (Revue Spirite, marzo 1866, p. 65).<br />

Orígenes de la doctrina espiritista sobre las penas futuras<br />

La doctrina espiritista, en lo que concierne a las penas futuras, no se funda en una teoría<br />

preconcebida. Como en sus otras partes, no es un sistema sustituido a otro sistema, sino que todos<br />

los hechos se apoyan en observaciones, y esto es lo que constituye su autoridad. Ninguno ha<br />

imaginado que las almas, después de su muerte, vengan a encontrarse en tal o cual situación. Los<br />

mismos seres que han dejado la Tierra son los que vienen hoy a iniciarnos en los misterios de la<br />

vida futura, a describir su posición, f<strong>el</strong>iz o desgraciada, sus impresiones y su transformación<br />

después de la muerte d<strong>el</strong> cuerpo. En una palabra, a contemplar sobre este punto la enseñanza de<br />

Cristo.<br />

No se trata aquí de la r<strong>el</strong>ación de un solo espíritu, que podría ver los acontecimientos desde<br />

su punto de vista, bajo un solo aspecto, o estar todavía dominado por las preocupaciones terrestres,<br />

ni de una rev<strong>el</strong>ación hecha a un solo individuo que podría dejarse engañar por las apariencias, ni de<br />

una visión extática, que se presta a las ilusiones y muchas veces no es más que resultado de una<br />

imaginación exaltada, 1 sino de innumerables ejemplos suministrados por toda categoría de espíritus,<br />

desde lo más alto hasta lo más bajo de la escala, con ayuda de innumerables intermediarios<br />

diseminados sobre todos los puntos d<strong>el</strong> globo, de tal modo que la rev<strong>el</strong>ación no es privilegio de<br />

nadie, sino que cada uno está en disposición de ver y de observar, y nadie está obligado a creer en<br />

la palabra de otro.<br />

1. Véase Cáp. VI, n.º 7, y <strong>El</strong> Libro de los Espíritus, n.º 443 y 444.<br />

Código penal de las penas futuras<br />

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