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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

que deja toda falta impune. Es la que lleva la cuenta más rigurosa d<strong>el</strong> bien y d<strong>el</strong> mal, que<br />

recompensa al uno y castiga al otro en la más equitativa proporción y no se engaña jamás.<br />

Si por una falta temporal, que siempre es resultado de la naturaleza imperfecta d<strong>el</strong> hombre y<br />

a menudo d<strong>el</strong> centro en que se encuentra, <strong>el</strong> alma puede ser castigada eternamente, sin esperanza de<br />

alivio ni de perdón, no hay ninguna proporción entre la falta y <strong>el</strong> castigo. Luego no hay tampoco<br />

justicia.<br />

Si <strong>el</strong> culpable vu<strong>el</strong>ve a Dios, se arrepiente y solicita reparar <strong>el</strong> mal que ha hecho, vu<strong>el</strong>ve al<br />

bien, a los buenos sentimientos. Si <strong>el</strong> castigo es irrevocable, esta vu<strong>el</strong>ta al bien es infructuosa,<br />

puesto que si no se ha tenido cuenta d<strong>el</strong> bien, no hay justicia. Entre los hombre, <strong>el</strong> condenado que se<br />

enmienda obtiene una conmutación en su pena y a veces hasta se le rehabilita. ¿Habría, pues, en la<br />

justicia humana, más equidad que en la justicia divina?<br />

Si la condena es irrevocable, <strong>el</strong> arrepentimiento es inútil. No teniendo que esperar nada <strong>el</strong><br />

culpable de su vu<strong>el</strong>ta al bien, persiste en <strong>el</strong> mal, de modo que Dios no solamente le condena a sufrir<br />

perpetuamente, sino que también la obliga a permanecer en <strong>el</strong> mal durante la eternidad. Esto no<br />

sería ni justicia ni bondad.<br />

14. Siendo Dios infinito en todas las cosas, debe conocerlo todo: <strong>el</strong> pasado y <strong>el</strong> porvenir.<br />

Debe saber, en <strong>el</strong> momento de la creación de un alma, si faltará gravemente para ser condenada por<br />

una eternidad. Si no sabía, su sabiduría no es infinita, y en tal caso, no es Dios. Si lo sabía,<br />

voluntariamente creó un ser destinado, desde su formación, a tormentos sin fin, y entonces no es<br />

bueno.<br />

Si Dios, conmovido por <strong>el</strong> arrepentimiento de un condenado, puede extender sobre él su<br />

misericordia y sacarle d<strong>el</strong> infierno, no hay penas eternas, y <strong>el</strong> juicio pronunciado por los hombres<br />

es revocado.<br />

15. La doctrina de las penas eternas absolutas conduce forzosamente a la negación o a la<br />

disminución de algunos de los atributos de Dios, y en consecuencia, es inconciliable con la<br />

perfección infinita. De donde extraeremos la siguiente conclusión:<br />

Si Dios es perfecto, la condenación eterna no existe. Si ésta existe, Dios no es perfecto.<br />

16. Se invoca también en favor d<strong>el</strong> dogma de la eternidad de las penas <strong>el</strong> argumento<br />

siguiente:<br />

“Si la recompensa concedida a los buenos es eterna, debe tener por contrapeso un castigo<br />

eterno. ¿Es justo proporcionar <strong>el</strong> castigo a la recompensa?”<br />

Refutación. ¿Crea Dios <strong>el</strong> alma con la mira de hacerla dichosa o desgraciada?<br />

Evidentemente, la dicha de la criatura debe ser <strong>el</strong> objeto de su creación, pues de otra manera Dios<br />

no sería bueno. <strong>El</strong>la consigue la dicha por su propio mérito. Adquirido <strong>el</strong> mérito no puede perder <strong>el</strong><br />

fruto, porque de otro modo degeneraría. La eternidad de la dicha es, pues, consecuencia de la<br />

inmortalidad.<br />

Pero antes de llegar a la perfección, tiene que sostener luchas, combatir las malas pasiones.<br />

No habiéndola Dios creado perfecta, sino susceptible de llegar a serlo, a fin de que tenga <strong>el</strong> mérito<br />

de sus obras, puede faltar. Sus caídas son las consecuencias de su debilidad natural. Si por una<br />

caída debiera ser castigada eternamente, se podría preguntar: ¿Por qué Dios no la ha creado más<br />

fuerte? <strong>El</strong> castigo que sufre es una advertencia por haber obrado mal y que debe tener por resultado<br />

devolverla al buen camino. Si la pena fuese irremisible, su deseo de obrar mejor sería superfluo.<br />

Entonces <strong>el</strong> fin providencial de la Creación no se podría alcanzar, porque habría seres predestinados<br />

a la dicha y otros, en cambio, a la desgracia. Si un alma culpable se arrepiente, puede llegar a ser<br />

buena. Pudiendo llegar a ser buena, puede aspirar a la dicha. ¿Sería Dios justo en negarle los<br />

medios?<br />

Siendo <strong>el</strong> bien <strong>el</strong> objeto final de la Creación, la dicha, que es su precio, debe ser eterna. <strong>El</strong><br />

castigo, que es un medio de llegar a aquél, debe ser temporal. La más vulgar noción de justicia, aun<br />

entre los hombres, dice que no se puede castigar perpetuamente al que tiene <strong>el</strong> deseo y la voluntad<br />

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