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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

creadas y encarnadas? Si esto fuese, Dios habría creado en tiempo de Jesús almas más ad<strong>el</strong>antadas<br />

que en tiempos de Moisés. Pero entonces, ¿qué se hicieron de éstas? ¿Habrían languidecido durante<br />

la eternidad en <strong>el</strong> embrutecimiento? <strong>El</strong> solo sentido común rechaza esta suposición. No, eran las<br />

mismas almas que, después de haber vivido bajo la ley mosaica, habían adquirido durante muchas<br />

existencias un desarrollo suficiente para comprender una doctrina más <strong>el</strong>evada, y están hoy lo<br />

bastante ad<strong>el</strong>antadas para recibir una enseñanza todavía más completa.<br />

5. Sin embargo, Cristo no pudo rev<strong>el</strong>ar a sus contemporáneos todos los misterios d<strong>el</strong><br />

porvenir. Él mismo dijo: “Tengo todavía muchas cosas que deciros, pero no las comprenderíais, por<br />

esto os hablo en parábolas.” Sobre todo, en lo r<strong>el</strong>ativo a la moral, es decir, los deberes de hombre a<br />

hombre, fue muy explícito, porque haciendo vibrar la cuerda sensible de la vida material, sabía que<br />

le comprenderían. Sobre los demás puntos se limitaba a sembrar, bajo una forma alegórica, los<br />

gérmenes de lo que debería desarrollarse más tarde. La doctrina de las penas y de las recompensas<br />

futuras pertenece a este último orden de ideas. Sobre todo con respecto a las penas, no debió<br />

combatir por de pronto todas las admitidas. Venía para señalar a los hombres nuevos deberes. La<br />

caridad y <strong>el</strong> amor d<strong>el</strong> prójimo en lugar d<strong>el</strong> espíritu de odio y de venganza, La abnegación, en lugar<br />

d<strong>el</strong> egoísmo, esto era ya mucho. No podía razonablemente amenguar <strong>el</strong> temor d<strong>el</strong> castigo reservado<br />

a los prevaricadores sin debilitar al mismo tiempo la idea d<strong>el</strong> deber.<br />

Prometía <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os a los buenos. Esta mansión era, pues, prohibida a los malos.<br />

¿A dónde irían? Era necesaria la alternativa contraria, propia para impresionar int<strong>el</strong>igencias todavía<br />

demasiado materiales como para identificarse con la vida espiritual, porque no hay que perder de<br />

vista que Jesús hablaba al pueblo, a la parte menos ilustrada de la sociedad, para la cual se<br />

necesitaban, por decirlo así, imágenes casi palpables y no ideas fútiles. Por esto no entra en detalles<br />

superfluos: le bastaba oponer un castigo al premio. No se necesitaba más en aqu<strong>el</strong>la época.<br />

6. Si Jesús amenazó a los culpables con <strong>el</strong> fuego eterno, también los amenazó con echarlos a<br />

la Gehenna. ¿Y qué era esa Gehenna? Un sitio cercano a Jerusalén, un pudridero a donde iban las<br />

inmundicias de la ciudad. ¿Deberíamos tomar esto así, al pie de la letra? Era una de aqu<strong>el</strong>las figuras<br />

enérgicas con cuya ayuda impresionaba a las masas. Lo mismo sucede con <strong>el</strong> fuego eterno. Si tal no<br />

hubiese sido su pensamiento, estaría en contradicción consigo mismo enalteciendo la clemencia y la<br />

misericordia de Dios, porque la clemencia y la inexorabilidad son tan contrarias, que se anulan.<br />

Sería, pues, interpretar muy mal <strong>el</strong> sentido de las palabras de Jesús, ver en <strong>el</strong>las la sanción d<strong>el</strong><br />

dogma de las penas eternas, cuando toda su enseñanza proclama la mansedumbre d<strong>el</strong> Creador.<br />

En la oración dominical nos enseña a decir: “Señor, perdónanos nuestras ofensas, como<br />

perdonamos a los que nos han ofendido.” Si <strong>el</strong> culpable no pudiera esperar perdón alguno, no haría<br />

falta pedirlo. ¿Pero este perdón es sin condición?, ¿es una gracia, un indulto puro y sencillo d<strong>el</strong><br />

merecido castigo? No, la medida de este perdón está subordinada al modo con que habremos<br />

perdonado, es decir, que si no perdonamos, no seremos perdonados. Dios, imponiendo como<br />

condición absoluta <strong>el</strong> olvido de las ofensas, no podía exigir que <strong>el</strong> hombre débil hiciese lo que <strong>el</strong><br />

Todopoderoso no hiciera. La oración dominical es una protesta diaria contra la venganza de Dios.<br />

7. Para hombres que sólo tenían una noción confusa de la espiritualidad d<strong>el</strong> alma, la idea d<strong>el</strong><br />

fuego material nada chocante era, tanto menos cuanto que estaba en la creencia vulgar, derivada de<br />

la d<strong>el</strong> infierno pagano, casi universalmente esparcida. La eternidad de las penas nada tenía tampoco<br />

que repugnarse a gentes sometidas desde muchos siglos a la legislación d<strong>el</strong> terrible Jehová. En <strong>el</strong><br />

pensamiento de Jesús, <strong>el</strong> fuego eterno no podía ser más que una figura. Poco le importaba que<br />

aqu<strong>el</strong>la figura fuese tomada al pie de la letra, si debía servir de freno. Bien sabía que <strong>el</strong> tiempo y <strong>el</strong><br />

progreso se encargarían de hacer comprender su sentido alegórico, sobre todo cuando, según su<br />

predicción, <strong>el</strong> Espíritu de Verdad vendría a iluminar a los hombres sobre todas las cosas.<br />

<strong>El</strong> carácter esencial de las penas irrevocables es la ineficacia d<strong>el</strong> arrepentimiento. Jesús,<br />

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