El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
<strong>el</strong>la como la estrechez de su cárc<strong>el</strong>. 7<br />
7. Se observan en esta visión todos los caracteres de las pesadillas. Es, pues, probable, que fuese un<br />
efecto por este estilo <strong>el</strong> que produjo en Santa Teresa.<br />
“Esto no era, sin duda, más que un rinconcito d<strong>el</strong> infierno: otras viajeras espirituales fueron<br />
más favorecidas: vieron en <strong>el</strong> infierno grandes ciudades ardiendo: Babilonia, Nínive y también<br />
Roma, sus palacios y sus templos abrasados y todos sus habitantes encadenados. <strong>El</strong> traficante en su<br />
despacho, sacerdotes reunidos con los cortesanos en salones de festines, aullando sobre sus<br />
asientos, de los que no podían desasirse, y llevando a sus labios, para apagar su sed, copas de donde<br />
salían llamas. Lacayos de rodillas en cloacas hirviendo, los brazos tendidos, y príncipes de cuyas<br />
manos caía oro derretido que resbalaba sobre <strong>el</strong>los como la lava devoradora. Otros vieron en <strong>el</strong><br />
infierno llanuras sin fin que labraban y sembraban labriegos hambrientos. Y como aqu<strong>el</strong>las semillas<br />
estériles nada producían en aqu<strong>el</strong>las llanuras regadas con sudor, se comían entre sí. Después, éstos,<br />
tan numerosos, tan flacos, tan hambrientos como antes, se dispersaban a bandadas en <strong>el</strong> horizonte y<br />
buscaban en vano y en punto lejano tierras mejores, los cuales eran reemplazados inmediatamente<br />
en los campos que abandonaban por otras colonias errantes de condenados. Hay quien vio en <strong>el</strong><br />
infierno montañas llenas de precipicios, s<strong>el</strong>vas gimiendo, pozos sin agua, fuentes alimentadas con<br />
lágrimas, ríos de sangre, torb<strong>el</strong>linos de nieve en desiertos de hi<strong>el</strong>o, barcas de desesperados bogando<br />
por mares sin orillas. Se ha vu<strong>el</strong>to a ver allí, en una palabra, todo cuanto los paganos vieron: un<br />
reflejo lúgubre de la Tierra, una sombra desmedidamente aumentada de sus miserias, sus<br />
padecimientos naturales eternizados, y hasta los calabozos, las horcas y los instrumentos de<br />
tormento que nuestras propias manos fabricaron.<br />
“Hay allí, en efecto, demonios que, para atormentar mejor los cuerpos de los hombres,<br />
toman <strong>el</strong>los mismos otros cuerpos. Éstos tienen alas de murciélagos, cuernos, corazas con escamas,<br />
patas con uñas corvas, dientes agudos. Nos los enseñan armados de espadas, de garfios, de pinzas,<br />
de tenazas candentes, de sierras, de parrillas, de fu<strong>el</strong>les, de mazas, y haciendo durante la eternidad<br />
con carne humana <strong>el</strong> oficio de cocineros y de carniceros. Los otros, transformados en leones o en<br />
víboras enormes, arrastrando sus presas a cavernas solitarias. Algunos se transforman en cuervos<br />
para arrancar los ojos a ciertos culpables, y otros en dragones alados para cargarlos sobre sus lomos<br />
y llevarlos, espantados, sangrientos, gritando en los espacios tenebrosos, después dejarlos caer en <strong>el</strong><br />
estanque de azufre. Aquí, nubes de langostas, de víboras y escorpiones gigantescos, cuya vista<br />
eriza, cuyo olor da náuseas, cuyo menor contacto da convulsiones. Allí, monstruos polífagos<br />
abriendo por todas partes bocas voraces, sacudiendo sobre sus cabezas disformes cab<strong>el</strong>leras de<br />
áspides, estrujando a los réprobos entre sus mandíbulas, chorreando sangre y vomitándolos<br />
molidos, pero vivos, porque son inmortales.<br />
“Aqu<strong>el</strong>los demonios con formas materiales, que recuerdan tan vivamente los dioses d<strong>el</strong><br />
Amenthi y d<strong>el</strong> Tártaro y los ídolos que adoraban los fenicios, moabitas y los demás gentiles vecinos<br />
de la Judea. Aqu<strong>el</strong>los demonios no obran al azar, cada uno ejerce sus funciones y su tarea. <strong>El</strong> daño<br />
que hacen en <strong>el</strong> infierno está en proporción al que inspiraron e hicieron cometer en la Tierra. 8<br />
8. ¡Singular castigo, en verdad, aqu<strong>el</strong> que consistiría en poder continuar en mayor escala <strong>el</strong> mal que<br />
hubieren hecho en pequeño en la Tierra! Sería más racional que sufrieran <strong>el</strong>los mismos las resultas de aqu<strong>el</strong><br />
mal, en lugar de tener la satisfacción de hacerlo padecer a los demás.<br />
“Los condenados son castigados en todos sus sentidos y en todos sus órdenes, porque<br />
ofendieron a Dios por todos sus sentidos y por todos sus órganos. Castigados de un modo, como<br />
golosos por los demonios de la gula; como perezosos, por los demonios de la pereza; como<br />
fornicadores por los demonios de la fornicación, y de tantos y tan variados modos como hay<br />
diferentes maneras de pecar. Tendrán frío aunque se abrasen y calor h<strong>el</strong>ándose. Estarán ávidos de<br />
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