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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

Queridos padres, rogad a Dios. Amaos. Practicad la ley de Cristo, no hagáis a los otros lo<br />

que no quisierais que os fue hecho. Implorad a Dios que os prueba, manifestándoos que su<br />

voluntad es santa y grande como Él. Sabed, previniendo <strong>el</strong> porvenir, armaros de valor y de<br />

perseverancia, porque estáis llamado sufrir todavía, y es necesario saber merecer una buena<br />

posición en un mundo mejor, donde <strong>el</strong> conocimiento de la justicia divina es <strong>el</strong> castigo de los malos<br />

espíritus.<br />

Siempre estaré cerca de vosotros, queridos padres. Adiós, o mejor, hasta luego. Tened<br />

resignación, caridad y amor a vuestros semejantes, y un día llegaréis a ser dichosos.<br />

Clara<br />

¡Qué hermoso pensamiento es éste: “La ropa de paño burdo está más cerca de la ropa recamada de oro<br />

de lo que generalmente pensáis.” Es una alusión a los espíritus que, de una existencia a otra, pasan de una<br />

posición brillante a otra posición humilde o miserable, porque muchas veces expían en un centro ínfimo <strong>el</strong> abuso<br />

que han hecho de los dones que Dios les había concedido. Es una justicia que todo <strong>el</strong> mundo comprende.<br />

Otro pensamiento no menos profundo es <strong>el</strong> que atribuye las calamidades de los pueblos a la infracción<br />

dc la ley de Dios. porque Dios castiga a los pueblos como castiga a los individuos. Es cierto que si practicasen la<br />

ley de caridad, no habría guerras ni grandes miserias. <strong>El</strong> Espiritismo conduce a la práctica de esta ley, ¿será por<br />

esto que encuentra enemigos tan encarnizados? Las palabras de esta joven a sus padres, ¿son acaso las de un<br />

demonio?<br />

Francisca Vernhes<br />

Ciega de nacimiento, hija de un colono de las cercanías de Tolosa, murió en 1855, a la edad<br />

de cuarenta y cinco años. Se ocupaba constantemente enseñando <strong>el</strong> catecismo a los niños para<br />

prepararles a su primera comunión. Habiéndose cambiado <strong>el</strong> catecismo, no tuvo ninguna dificultad<br />

en enseñarles <strong>el</strong> nuevo, porque sabía los dos de memoria. Una noche de invierno, volviendo de una<br />

excursión de muchas leguas en compañía de su tía, les fue preciso atravesar un bosque por caminos<br />

horribles y llenos de lodo. Las dos mujeres debían marchar con precaución sobre <strong>el</strong> borde de las<br />

zanjas. Su tía quería conducirla por la mano, pero <strong>el</strong>la le respondió: “No tengáis cuidado por mí, no<br />

corro ningún p<strong>el</strong>igro de caer. Veo sobre mi espalda una luz que me guía, seguidme, yo soy quien va<br />

a conduciros.” Así llegaron a su casa sin accidente alguno, conduciendo la ciega a la que tenía <strong>el</strong><br />

uso de la vista.<br />

Evocación en París, mayo de 1865<br />

P. ¿Tendríais la bondad de darnos la explicación de la luz que os guiaba en aqu<strong>el</strong>la noche<br />

oscura, y que sólo era visible para vos?<br />

R. ¡Cómo! ¡Personas como vosotros, que están en r<strong>el</strong>ación continua con los espíritus, tienen<br />

necesidad dc la explicación de un hecho semejante! Era mi áng<strong>el</strong> de la guarda quien me guiaba.<br />

P. Ésta era nuestra opinión, pero deseábamos verla confirmada. ¿Teníais en aqu<strong>el</strong> momento<br />

conciencia de que era vuestro áng<strong>el</strong> de la guarda quien os servía de guía?<br />

R. No convengo en <strong>el</strong>lo. Sin embargo, creía en una protección c<strong>el</strong>este. ¡Había rogado tanto<br />

tiempo a nuestro Dios bueno y clemente para que tuviese piedad de mí!..., y es tan cru<strong>el</strong> ser ciego...<br />

Sí, es muy cru<strong>el</strong>, pero reconozco también que es justicia. Los que pecan por la vista, deben ser<br />

castigados por la vista. y así de todas las facultades de que los hombres están dotados y de las<br />

cuales<br />

abusan. A los numerosos infortunios que afligen a la Humanidad, no busquéis, pues, otra causa que<br />

la que les es natural, la expiación. Expiación que no es meritoria sino cuando se sufre con sumisión,<br />

y puede ser suavizada por la oración atrayendo las influencias espirituales que protegen a los<br />

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