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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

Muchas veces es <strong>el</strong>egido por espíritus arrepentidos que quieren rescatar sus faltas. Esta prueba no<br />

es estéril porque <strong>el</strong> espíritu no queda estacionado en su prisión de carne. Esos ojos entorpecidos,<br />

ven, ese cerebro deprimido, concibe. Pero nada puede traducirse por la palabra ni por la mirada, y<br />

salvo <strong>el</strong> movimiento, están moralmente en <strong>el</strong> estado de los aletargados y de los catalépticos que ven<br />

y oyen lo que pasa a su alrededor, sin poder expresarlo. Cuando tenéis en sueños esas terribles<br />

pesadillas en que queréis huir de un p<strong>el</strong>igro, en que gritáis pidiendo socorro, mientras que vuestra<br />

lengua queda pegada al paladar y vuestros pies al su<strong>el</strong>o, experimentáis por un instante lo que <strong>el</strong><br />

imbécil siente siempre, parálisis d<strong>el</strong> cuerpo, unida a la vida d<strong>el</strong> espíritu.<br />

Casi todas las dolencias tienen así su razón de ser. Nada se hace sin causa, y lo que vosotros<br />

llamáis la injusticia de la suerte es la aplicación de la más alta justicia. La locura es también un<br />

castigo d<strong>el</strong> abuso de altas facultades. <strong>El</strong> loco tiene dos personalidades, la que desatina y la que tiene<br />

conciencia de sus actos sin poderlos dirigir.<br />

En cuanto a los imbéciles, la vida contemplativa y aislada de su alma, que no tiene las<br />

distracciones d<strong>el</strong> cuerpo, puede ser tan agitada como las existencias más complicadas por los<br />

acontecimientos.<br />

Algunos se reb<strong>el</strong>an contra su suplicio voluntario, sienten haber <strong>el</strong>egido y experimentan un<br />

deseo furioso de volver a la otra vida. Deseo que les hace olvidar la resignación en la vida presente<br />

y <strong>el</strong> remordimiento de la vida pasada, de la cual tienen conciencia, porque los imbéciles y los locos<br />

saben más que vosotros, y bajo su impotencia física se oculta una potencia moral de la que no tenéis<br />

ninguna idea.<br />

Los actos de furor o de imbecilidad a que su cuerpo se entrega son juzgados por <strong>el</strong> ser<br />

interior que sufre de esto y que se avergüenza. Por lo tanto, abofetearles, injuriarles, maltratarles,<br />

como se hace algunas veces, es aumentar sus sufrimientos. Porque es hacerles sentir más duramente<br />

su debilidad y su abyección, y si <strong>el</strong>los pudieran, llamarían cobardes a los que obran de este modo,<br />

porque saben que su víctima no puede defenderse.<br />

La imbecilidad no es una de las leyes de Dios, y la ciencia puede hacerla desaparecer,<br />

porque es resultado material de la ignorancia, de la miseria y d<strong>el</strong> desaseo. Los nuevos medios de<br />

higiene que la ciencia, más práctica, ha puesto al alcance de todos, tienden a destruirla. Siendo <strong>el</strong><br />

progreso la condición expresa de la Humanidad, las pruebas impuestas se modificarán y seguirán la<br />

marcha de los siglos. Todas acabarán siendo morales, y cuando vuestra Tierra, joven aún, haya<br />

cumplido todas las fases de su existencia, será una morada de f<strong>el</strong>icidad como otros planetas más<br />

avanzados.<br />

Pedro Jonty, padre d<strong>el</strong> médium<br />

Hubo un tiempo en que se puso en cuestión <strong>el</strong> alma de los imbéciles y se preguntaba si pertenecían<br />

verdaderamente a la especie humana. La manera como <strong>el</strong> Espiritismo lo considera, ¿no es de alta moralidad y de<br />

gran enseñanza? ¿No hay materia para serias reflexiones pensando que esos cuerpos desgraciados encierran<br />

almas que puede que hayan brillado en <strong>el</strong> mundo, que son tan lúcidas y tan pensadoras como las nuestras, bajo<br />

la espesa envoltura que ahoga sus manifestaciones, y que puede sucedernos lo mismo a nosotros, si abusamos de<br />

las facultades que nos ha dispensado la Providencia?<br />

Además, ¿cómo podría explicarse la imbecilidad? ¿Cómo podría estar conforme con la justicia y la<br />

bondad de Dios, sin admitir la pluralidad de existencias? Si no ha vivido ya <strong>el</strong> alma, debe haber sido creada al<br />

mismo tiempo que <strong>el</strong> cuerpo. ¿cómo se justifica la creación de almas tan desheredadas, como las de los imbéciles,<br />

por un Dios justo y bueno? Porque aquí no se trata de uno de esos accidentes, como la locura, por ejemplo, que<br />

se pueden prevenir o curar. Esos seres nacen y mueren en <strong>el</strong> mismo estado.<br />

No teniendo ninguna noción d<strong>el</strong> bien y d<strong>el</strong> mal, ¿cuál es su suerte en la eternidad? ¿Serán dichosos al<br />

igual que los hombres int<strong>el</strong>igentes y trabajadores? ¿Mas por qué se concedería este favor, puesto que no han<br />

hecho bien? ¿Irán a lo que se llama 1imbo, estarán en un estado mixto que no es ni la dicha ni la desgracia?<br />

Pero, ¿por qué esta inferioridad eterna? ¿Es culpa suya si Dios los ha creado imbéciles? Desafiamos a todos los<br />

que rechazan la doctrina de la reencarnación a que salgan de este círculo estrecho y sin salida. Con la<br />

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