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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

“-Sí, salgamos y busquemos reposo -dijo <strong>el</strong> áng<strong>el</strong>.<br />

“Después, sufrí menos. Si no viera a mi esposa inconsolable, mis amigos tan tristes, sería<br />

casi f<strong>el</strong>iz.<br />

“Mi buen guía, mi querido áng<strong>el</strong>, me ha hecho <strong>el</strong> favor de explicarme por qué he tenido una<br />

muerte tan dolorosa, y para vuestra enseñanza, hijos míos, voy a haceros una confesión.<br />

“Hace dos siglos hice extender sobre una hoguera a una joven inocente como las de su edad.<br />

Tenía de doce a catorce años. ¿De qué se la acusaba? ¡Ah! De haber sido la cómplice de una<br />

revu<strong>el</strong>ta contra la política sacerdotal.<br />

“Era italiano y juez inquisidor, los verdugos no se atrevían a tocar <strong>el</strong> cuerpo de la joven. yo<br />

mismo fui <strong>el</strong> juez y <strong>el</strong> verdugo. ¡Oh, justicia, justicia de Dios, tú eres grande! Me he sometido a<br />

<strong>el</strong>la,<br />

había prometido tantas veces no vacilar <strong>el</strong> día d<strong>el</strong> combate, que he tenido la fuerza de sostener mi<br />

palabra. No he murmurado, vos me habéis perdonado, ¡oh, Dios mío! ¿Cuándo se borrará de mi<br />

memoria <strong>el</strong> recuerdo de mi pobre e inocente víctima? Esto es lo que me hace sufrir. También deberé<br />

obtener su perdón.<br />

“Vosotros, hijos de la nueva doctrina, decís alguna vez: «No nos acordamos de lo que<br />

hemos hecho precedentemente, por esto no podemos evitar los males a que nos exponemos por <strong>el</strong><br />

olvido d<strong>el</strong> pasado.»<br />

“¡Oh, hermanos míos! Bendecid a Dios. Si os hubiera dejado <strong>el</strong> recuerdo, no tendríais<br />

ningún descanso en la Tierra. Perseguidos sin cesar por los remordimientos y la vergüenza,<br />

¿podríais tener un solo instante de paz?<br />

“<strong>El</strong> olvido es un beneficio. <strong>El</strong> recuerdo sería un tormento. Pasados algunos días, y por<br />

recompensa de la paciencia con la cual he soportado mis dolores, Dios me hará olvidar la falta. Esta<br />

es la promesa que acaba de hacérseme por mi buen áng<strong>el</strong>.”<br />

<strong>El</strong> carácter de M. Letil en su última existencia prueba cuánto se había mejorado su espíritu. Su<br />

conducta fue <strong>el</strong> resultado de su arrepentimiento y de las resoluciones que tomó. Pero esto no bastaba, era preciso<br />

s<strong>el</strong>lar estas resoluciones con una gran expiación. Le era preciso sufrir como hombre lo que había hecho sufrir a<br />

los otros. La resignación en esta terrible circunstancia era<br />

para él la prueba más grande, y afortunadamente no ha faltado a <strong>el</strong>la. Sin duda ha contribuido mucho a<br />

sostener su valor <strong>el</strong> conocimiento d<strong>el</strong> Espiritismo, por la fe sincera que le había dado en cl porvenir. Sabía que<br />

los dolores de la vida eran pruebas y expiaciones, y se había sometido a cllas sin murmurar. diciendo: “-Dios es<br />

justo, sin duda lo he merecido.”<br />

Un sabio ambicioso<br />

La Sra. B..., de Burdeos, no experimentó las agudas angustias de la miseria, pero fue toda su<br />

vida mártir de dolores físicos por haber sido atacada de innumerables enfermedades graves durante<br />

sesenta años, desde la edad de cinco meses, y que casi cada año la ponían a las puertas de la muerte.<br />

Tres veces fue envenenada por los ensayos que la ciencia incierta hizo sobre <strong>el</strong>la, y su<br />

temperamento, viciado por los remedios tanto como por las enfermedades, la hizo víctima hasta <strong>el</strong><br />

fin de sus días de intolerables sufrimientos que nada podía calmar. Su hija, espiritista cristiana y<br />

médium, pedía a Dios en sus oraciones endulzase sus cru<strong>el</strong>es pruebas, pero su guía espiritual le dijo<br />

le pidiese simplemente para <strong>el</strong>la la fuerza de soportarlas con paciencia y resignación, y le dictó las<br />

instrucciones siguientes:<br />

“Todo tiene su razón de ser en la existencia humana. No hay uno de los sufrimientos que<br />

habéis causado, que no encuentre eco en los dolores que sufrís, uno de vuestros excesos que no<br />

encuentre un contrapeso en una de vuestras privaciones. No cae una lágrima de vuestros ojos sin<br />

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