El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
ni moverse! ¡No poder llamar, sin voz, en un centro privado de aire! ¡Oh!, ¡qué tormento <strong>el</strong> d<strong>el</strong><br />
desgraciado que se esfuerza en vano en aspirar en una atmósfera insuficiente y desprovista de lo<br />
necesario para poder respirar! ¡Ah! Estaba como un condenado a la boca de un horno, salvo <strong>el</strong><br />
calor.<br />
¡Oh! ¡no deseo a nadie semejantes tormentos! ¡No, no deseo a nadie un fin como <strong>el</strong> mío! ¡Ah!,<br />
¡cru<strong>el</strong> castigo de una terrible y feroz existencia! No me preguntéis en qué pensaba, pero me<br />
sumergía en <strong>el</strong> pasado y entreveía vagamente <strong>el</strong> porvenir.<br />
8. Vos decís que aqu<strong>el</strong> fue <strong>el</strong> castigo de una feroz existencia. Sin embargo, vuestra<br />
reputación, intachable hasta hoy, no hacía suponerlo. ¿,Podéis explicárnoslo?<br />
R. ¡Qué es la duración de una existencia en la eternidad! Ciertamente, he procurado obrar<br />
bien en mi última encarnación, pero este fin había sido aceptado por mí antes de volver a entrar en<br />
la Humanidad. ¡Ah!, ¿por qué me preguntáis sobre este pasado doloroso que sólo yo conocía, y los<br />
espíritus, ministros d<strong>el</strong> Omnipotente? ¡Sabed, pues es preciso decíroslo, que en una existencia<br />
anterior había emparedado a mi mujer, ¡enteramente viva!, en una cueva. ¡Es la pena d<strong>el</strong> Talión la<br />
que he debido aplicarme! Ojo por ojo y diente por diente.<br />
9. Os damos las gracias por haber tenido la bondad de responder a nuestras preguntas, y<br />
rogamos a Dios os perdone lo pasado en favor d<strong>el</strong> mérito de vuestra última existencia.<br />
R. Volveré más tarde. Por lo demás, <strong>el</strong> espíritu de Erasto completará con gusto esta<br />
comunicación.<br />
Instrucción d<strong>el</strong> guía d<strong>el</strong> médium:<br />
Lo que debéis recoger de esta enseñanza es que todas vuestras existencias se corresponden,<br />
y que ninguna es independiente de las otras. Las inquietudes, las desazones. como los grandes<br />
dolores que afectan a los hombres, son siempre consecuencias de una vida anterior criminal o mal<br />
empleada. Sin embargo, debo comentaros que <strong>el</strong> final semejante de Antonio B... es raro, y si este<br />
hombre, cuya última existencia ha estado exenta de censura, ha concluido de este modo, es porque<br />
él mismo había solicitado una muerte semejante, a fin de abreviar <strong>el</strong> tiempo de su estado errante, y<br />
alcanzar más rápidamente las esferas c<strong>el</strong>estes.<br />
En efecto después de un período de turbación y de sufrimiento moral para expiar todavía su<br />
crimen espantoso, le será perdonado, y se <strong>el</strong>evará hacia un mundo mejor donde encontrará a su<br />
víctima, que le espera y que le ha perdonado ya hace mucho tiempo. Sabed, pues, aprovecharos de<br />
este ejemplo cru<strong>el</strong>, para soportar con paciencia, queridos espiritistas, los sufrimientos corporales y<br />
morales y todas las miserias de la vida.<br />
P. ¿Qué provecho puede recoger la Humanidad de semejante castigo?<br />
R. Los castigos no son para que la Humanidad se desarrolle, sino para castigar al individuo<br />
culpable. Efectivamente, la Humanidad no tiene ningún interés en ver sufrir uno de los suyos. Aquí<br />
<strong>el</strong> castigo fue apropiado a la falta. ¿Por qué hay locos e imbéciles? ¿Por qué mueren algunos en <strong>el</strong><br />
fuego? ¿Por qué otros viven muchos años en los tormentos de una larga agonía, no pudiendo vivir<br />
ni morir? ¡Ah! Creedme, respetad la voluntad soberana, y no tratéis de sondear la razón de los<br />
decretos providenciales. Sabedlo, Dios es justo, y hace bien todo lo que hace.<br />
Erasto<br />
¿No tenemos en este caso una lección grande y terrible? De este modo la justicia de Dios alcanza<br />
siempre al culpable, y aunque algunas veces sea tardía, no por eso deja de seguir su curso. ¿No es<br />
eminentemente moral <strong>el</strong> saber que si grandes culpables acaban sus existencias pacíficamente, y a menudo en la<br />
abundancia de los bienes terrestres, la hora de la expiación sonará tarde o temprano? Penas de esta naturaleza<br />
se comprenden, no solamente porque están de algún modo a nuestro alcance, sino porque son lógicas. Se cree en<br />
<strong>el</strong>las porque la razón las admite.<br />
Una existencia honrosa, no exenta no obstante de las pruebas de la vida, porque se las ha <strong>el</strong>egido o<br />
aceptado como complemento de expiación, es <strong>el</strong> saldo de una deuda que se satisface antes de recibir <strong>el</strong> premio<br />
d<strong>el</strong> progreso cumplido.<br />
Si se considera cuán frecuentes eran en los siglos pasados, incluso en estas clases más <strong>el</strong>evadas y más<br />
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