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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

hubiera venido a visitarle.<br />

Según <strong>el</strong> parecer de uno de sus amigos, miembro de la Sociedad Espiritista de París, a quien<br />

había hecho presente lo ocurrido, la evocación de esta mujer con <strong>el</strong> fin de serle útil. Pero<br />

anticipadamente pidió consejo a sus guías protectores, de los cuales recibió la respuesta siguiente:<br />

“Lo puedes y se alegrará, aunque <strong>el</strong> servicio que te propones prestarle le sea inútil. Es f<strong>el</strong>iz y<br />

está consagrada a los que fueron compasivos con <strong>el</strong>la. Tú eres uno de sus buenos amigos, te deja<br />

poco y conversa muchas veces contigo sin tú saberlo. Tarde o temprano los servicios prestados<br />

tienen recompensa, si no para <strong>el</strong> favorecido, para aqu<strong>el</strong>los que se interesan por él, lo mismo antes<br />

que después de su muerte. Cuando <strong>el</strong> espíritu no ha tenido tiempo de reconocerse, otros espíritus<br />

simpáticos son los que manifiestan en su nombre su reconocimiento.<br />

“Heme ahí lo que te explica lo que has sentido <strong>el</strong> día de su fallecimiento. Ahora es <strong>el</strong>la quien<br />

te ayuda en <strong>el</strong> bien que quieres hacer. Acuérdate de lo que Jesús dijo. «<strong>El</strong> que ha sido humillado<br />

será <strong>el</strong>evado.» Tendrás todos los servicios que puede prestarte, si sólo le pides asistencia para ser<br />

Útil a tu prójimo.”<br />

Evocación. Mi buena Juliana-María, ¿sois f<strong>el</strong>iz? Eso es todo lo que quería saber, lo que no<br />

me impedirá pensar muchas veces en vos y no olvidaros nunca en mis oraciones.<br />

R. Ten confianza en Dios, inspira a tus enfermos una fe sincera, y saldrás bien casi siempre.<br />

No te cuides jamás de la recompensa que puedes tener, que será mucho mayor de lo que tú esperas.<br />

Dios sabe siempre recompensar como lo merece al que se dedica al alivio de sus semejantes, y lleva<br />

en sus acciones un desinterés completo. Sin esto todo es ilusión y quimera. Es necesario la fe ante<br />

todo, pues de otra manera nada se logra. Acuérdate de esta máxima y te admirarás de los resultados<br />

que obtendrás. Son la prueba de esto los dos enfermos que has curado. En las circunstancias en que<br />

se encontraban, con los simples remedios habrías salido mal.<br />

Cuando pides a Dios permita a los buenos espíritus derramen sobre ti su fluido benéfico, si<br />

esta petición no te hace sentir un estremecimiento involuntario, es que tu oración no es bastante<br />

ferviente para que sea escuchada. No lo es sino con las condiciones que te señalo. Esto es lo que tú<br />

has experimentado cuando has dicho desde <strong>el</strong> fondo de tu corazón: “Dios Todopoderoso, Dios<br />

misericordioso, Dios de bondad sin límites, escuchad mi oración y permitid a los buenos espíritus<br />

me asistan en la curación de... Tened piedad de él, Dios mío, y dadle la salud. Sin vos no puedo<br />

nada. Hágase vuestra voluntad.”<br />

Tú has obrado bien en no desdeñar a los humildes. La voz de aqu<strong>el</strong> que sufrió y soportó con<br />

resignación las miserias de este mundo, es siempre escuchada, y como ves, un servicio hecho recibe<br />

siempre su recompensa.<br />

Ahora, una palabra sobre mí, y ésta te confirmará lo que he expresado antes.<br />

<strong>El</strong> Espiritismo te explica mi lenguaje como espíritu. No tengo necesidad de entrar en<br />

detalles sobre este asunto. Creo también inútil explicarte mi existencia precedente. La posición en<br />

que tú me has conocido en la Tierra debe hacerte comprender y apreciar mis anteriores existencias,<br />

que no fueron siempre sin reproche. Llevando una vida de miseria, achacosa, y no pudiendo<br />

trabajar, mendigué toda mi vida. No adquirí ningún tesoro. En mi vejez, mis pequeñas economías se<br />

limitaban a un centenar de francos, que reservaba para cuando mis piernas no podrían llevarme.<br />

Dios ha considerado mi prueba y mi expiación suficientes, y ha puesto un término a <strong>el</strong>las,<br />

libertándome sin sufrimiento de la vida terrestre, porque no me he suicidado, como se ha creído en<br />

un principio. He muerto de repente sobre <strong>el</strong> borde d<strong>el</strong> estanque, en <strong>el</strong> momento en que dirigía mi<br />

última plegaria a Dios. La pendiente d<strong>el</strong> terreno fue la causa de la presencia de mi cuerpo en <strong>el</strong><br />

agua.<br />

No he sufrido: soy f<strong>el</strong>iz por haber podido cumplir mi cargo sin trabas y con resignación. Me<br />

hice útil, en la medida de mis fuerzas y de mis medios, y evité hacer mal al prójimo. Hoy recibo la<br />

recompensa, y doy gracias a Dios, nuestro divino Señor, quien endulza la amargura de las pruebas<br />

haciéndonos olvidar, durante la vida, nuestras antiguas existencias, y pone a nuestro encuentro<br />

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