El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
R. Ninguna.<br />
P. ¿Quién, pues, se cuidaba de vuestra casa?<br />
R. La sirvienta.<br />
6. ¿No es, pues, en esta inutilidad donde debe buscarse la causa de vuestros pesares y de<br />
vuestros temores?<br />
R. Puede ser que tengas razón.<br />
P. No basta convenir en <strong>el</strong>lo. ¿Queréis reparar esta existencia inútil, ayudar a los espíritus<br />
culpables que sufren alrededor vuestro?<br />
R. ¿Cómo?<br />
P. Ayudándoles a mejorarse con vuestros consejos y vuestras oraciones.<br />
R. No sé orar.<br />
P. Nosotros lo haremos juntos y aprenderéis, ¿lo queréis?<br />
R. No.<br />
P. ¿Por qué?<br />
R. La fatiga...<br />
Instrucción d<strong>el</strong> guía d<strong>el</strong> médium:<br />
Te damos instrucciones, poniéndote a la vista los diversos grados de sufrimiento y de<br />
posición de los espíritus condenados a la expiación a consecuencia de sus faltas.<br />
Áng<strong>el</strong>a era una de estas criaturas sin iniciativa, cuya vida es tan inútil a los otros como a sí<br />
misma. No queriendo sino <strong>el</strong> placer, incapaz de buscar en <strong>el</strong> estudio y en <strong>el</strong> cumplimiento de los<br />
deberes de la familia y de la sociedad esas satisfacciones d<strong>el</strong> corazón, las únicas que pueden dar<br />
encanto a la vida, porque son de todas las edades, no ha podido emplear sus juveniles años sino en<br />
distracciones frívolas. Después, cuando han llegado los deberes serios, <strong>el</strong> mundo había hecho <strong>el</strong><br />
vacío a su alrededor, porque <strong>el</strong>la lo había hecho en su corazón. Sin defectos graves, pero sin<br />
cualidades buenas, hizo la desgracia de su marido, perdió <strong>el</strong> porvenir de sus hijos, y arruinó su<br />
bienestar por su incuria y negligencia. Falseó su juicio y su corazón, primero con su ejemplo, y<br />
después, abandonándoles a los cuidados de los domésticos, que ni siquiera se tomaba <strong>el</strong> trabajo de<br />
<strong>el</strong>egir. Su vida ha sido inútil al bien, y por esto mismo culpable, porque <strong>el</strong> mal nace d<strong>el</strong> bien<br />
descuidado. comprended bien todos que no basta abstenernos de faltar: es preciso practicar las<br />
virtudes que le son opuestas. Estudiad los mandamientos d<strong>el</strong> Señor, meditadlos, y comprended que<br />
si os pone una barrera que os detenga al borde d<strong>el</strong> mal camino, os fuerza al mismo tiempo a volver<br />
atrás para tomar la ruta opuesta que conduce al bien. <strong>El</strong> mal es opuesto al bien, luego aqu<strong>el</strong> que<br />
quiera evitarlo, debe entrar en <strong>el</strong> camino opuesto, sin lo que la vida es nula. Sus obras son muertas,<br />
y Dios, nuestro padre, no es sino <strong>el</strong> Dios de los vivos.<br />
P. ¿Puedo preguntaros cuál fue la existencia anterior de Áng<strong>el</strong>a? La última debía ser la<br />
consecuencia de aquélla.<br />
R. Había vivido en la pereza beata y en la inutilidad de la vida monástica. Perezosa y egoísta<br />
por gusto, ha querido ensayar la vida de familia, pero <strong>el</strong> espíritu ha progresado muy poco. Siempre<br />
rechazó la voz íntima que le mostraba <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro. La pendiente era dulce y quiso más bien<br />
abandonarse a <strong>el</strong>la que hacer un esfuerzo para detenerse al principio. Hoy también comprende <strong>el</strong><br />
p<strong>el</strong>igro que hay en mantenerse en esta neutralidad, pero no siente la fuerza de intentar <strong>el</strong> menor<br />
esfuerzo para salir de él. Orad por <strong>el</strong>la, despertadla. Forzad sus ojos a abrirse a la luz. Es un deber,<br />
no despreciéis ningunos de éstos.<br />
<strong>El</strong> hombre fue creado para la actividad. Actividad de espíritu es su esencia, actividad de<br />
cuerpo es su necesidad. Llenad, pues, las condiciones de vuestra existencia, como espíritu destinado<br />
a la paz eterna, como cuerpo, destinado al servicio d<strong>el</strong> espíritu. Vuestro cuerpo no es más que una<br />
máquina sometida a vuestra int<strong>el</strong>igencia. Trabajad, cultivad, pues, la int<strong>el</strong>igencia, a fin de que dé un<br />
impulso saludable al instrumento que debe ayudarle a cumplir su tarea. No le dejéis ni reposo ni<br />
tregua, y acordaos de que la paz a la cual aspiráis no os será dada sino después d<strong>el</strong> trabajo. Tanto<br />
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