El Cielo y el Infierno

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02.05.2014 Views

El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan Kardec pensamiento malo, y Dios sabe si su alma lo siente, se descubre por fuera y en su interior, como a un choque eléctrico superior. Quiere ocultarse a la multitud, y la luz, odiosa para él, lo presenta continuamente a la vista de todos. ¡Quiere ocultarse, y huye jadeante y desesperado a través de los espacios inconmensurables. y por todas partes la luz! Por todas partes las miradas que lo penetran, y se precipita de nuevo en persecución de la sombra buscando la noche, y la sombra y la noche no existen para él. Llama a la muerte en su ayuda, pero la muerte no es más que una palabra vacía de sentido. ¡El desgraciado huye siempre, marcha a la locura espiritual, castigo terrible! ¡Dolor horroroso! ¿Cómo luchará consigo para desembarazarse de sí mismo? Porque tal es la ley suprema más allá de la Tierra. Es el culpable mismo quien se convierte en el más inexorable castigo de sí mismo. ¿Cuánto tiempo durará? Hasta que su voluntad, por fin, vencida, se doble bajo la opresión punzante del remordimiento, y su frente soberbia se humille ante sus víctimas aplacadas y ante los espíritus de justicia. Y observad, finalmente. la alta lógica de las leyes inmutables. En esto cumplirá también lo que escribía en esta altiva comunicación, tan clara, tan lúcida, y tan tristemente llena de sí mismo, que dio el viernes último, libertándose por un acto de su propia voluntad. Erasto III La justicia humana no hace excepción de la individualidad de los seres que castiga, midiendo el crimen por el mismo crimen. Hiere indistintamente a los que lo han cometido, y la misma pena alcanza al culpable sin distinción de sexo y cualquiera que sea su educación. La justicia divina procede de otra manera. Los castigos corresponden al grado de adelanto de los seres a los cuales son impuestos. La igualdad entre los individuos: dos hombres culpables en el mismo grado pueden estar separados por la distancia de los polos que se hunde, el uno en la opacidad intelectual de los primeros círculos iniciadores, mientras que el otro, habiéndolos pasado, posee la lucidez que libra al espíritu de la turbación. Entonces no son las tinieblas las que castigan sino la agudeza de luz espiritual. Ella traspasa la inteligencia terrestre, y le hace sentir la angustia de una llaga viva. Los seres desencarnados a quienes persigue la representación material de su crimen sufren el choque de la electricidad física: sufren por los sentidos. Los que están ya desmaterializados, por el espíritu: sienten un dolor muy superior que anonada, en sus amargas agitaciones, el recuerdo de los hechos para no dejar subsistir sino la creencia de sus causas. El hombre puede, pues, a pesar de la criminalidad de sus acciones, poseer un adelanto inferior, y mientras que las pasiones le hacen obrar como un bruto, avivadas sus facultades, le elevan por encima de la espesa atmósfera de las capas inferiores. La ausencia de ponderación, de equilibrio entre el progreso moral y el progreso intelectual, produce las anomalías muy frecuentes en las épocas de materialismo y de transición. La luz que tortura al espíritu culpable es, ciertamente, el rayo espiritual que inunda de claridad las moradas secretas de su orgullo, descubriéndole la inutilidad de su ser destrozado. Estos son los primeros síntomas y las primeras angustias de la agonía espiritual, que anuncian la separación o disolución de los elementos intelectuales y materiales que componen la primitiva dualidad humana y deben desaparecer en la gran unidad del ser acabado. Juan Reynaud Estas tres comunicaciones, obtenidas simultáneamente, se complementan la una con la otra, y presentan el castigo bajo un nuevo aspecto eminentemente filosófico y racional. Es probable que los espíritus, queriendo tratar esta cuestión presentando un ejemplo, habían provocado, con este Página 191

El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan Kardec objeto, la comunicación espontánea del espíritu culpable. Al lado de este cuadro tomado sobre un hecho real, pondremos otro de un predicador que predicaba la cuaresma en Montreuil sur-Mer, en 1865, describiendo el infierno, estableciendo de este modo un paralelismo: “¡El fuego del infierno es millones de veces más intenso que el de la Tierra, y si uno de los cuerpos que arden en él sin consumirse cayese sobre nuestro planeta, lo apestaría de uno a otro extremo! El infierno es una vasta y sombría caverna, erizada de clavos puntiagudos, de hojas de espadas muy aceradas, de hojas de navajas de afeitar muy afiladas, en el cual son precipitadas las almas de los condenados" (véase la Revista Espiritista, julio de 1864, p. 199). Ángela, nulidad en la Tierra Burdeos, 1862 Un espíritu se presenta espontáneamente al médium bajo el nombre de Ángela. 1. ¿Os arrepentís de vuestras faltas? R. No. P. ¿Entonces, por qué venís a mí? R. Para probar. P. ¿No sois feliz? R. No. P ¿Sufrís? R. No. P. ¿Qué es, pues, lo que os falta? R. La paz. Ciertos espíritus no consideran como sufrimientos sino los que les recuerdan los dolores físicos, conviniendo en que su estado moral es intolerable. 2. ¿Cómo puede faltaros la paz en la vida espiritual? R. Una pena del pasado. P. La pena del pasado es un remordimiento. ¿Os arrepentís, pues? R. No, es por temor del porvenir. P. ¿Qué teméis, pues? R. Lo desconocido. 3. ¿Queréis referirme lo que habéis hecho en vuestra última existencia? Esto me ayudará quizás a ilustrarnos. R. Nada. 4. ¿Qué posición social ocupabais?. R. Mediana. P. ¿Habéis sido casada? R. Casada y madre. P. ¿Habéis cumplido con celo los deberes de esta doble posición? R. No, mi marido me fastidiaba, y mis hijos también. 5. ¿Cómo se ha pasado vuestra vida? R. Divirtiéndome de joven, fastidiándome de casada. P. ¿Cuáles eran vuestras ocupaciones? Página 192

<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

objeto, la comunicación espontánea d<strong>el</strong> espíritu culpable.<br />

Al lado de este cuadro tomado sobre un hecho real, pondremos otro de un predicador que<br />

predicaba la cuaresma en Montreuil sur-Mer, en 1865, describiendo <strong>el</strong> infierno, estableciendo de<br />

este modo un paral<strong>el</strong>ismo:<br />

“¡<strong>El</strong> fuego d<strong>el</strong> infierno es millones de veces más intenso que <strong>el</strong> de la Tierra, y si uno de los<br />

cuerpos que arden en él sin consumirse cayese sobre nuestro planeta, lo apestaría de uno a otro<br />

extremo! <strong>El</strong> infierno es una vasta y sombría caverna, erizada de clavos puntiagudos, de hojas de<br />

espadas muy aceradas, de hojas de navajas de afeitar muy afiladas, en <strong>el</strong> cual son precipitadas las<br />

almas de los condenados" (véase la Revista Espiritista, julio de 1864, p. 199).<br />

Áng<strong>el</strong>a, nulidad en la Tierra<br />

Burdeos, 1862<br />

Un espíritu se presenta espontáneamente al médium bajo <strong>el</strong> nombre de Áng<strong>el</strong>a.<br />

1. ¿Os arrepentís de vuestras faltas?<br />

R. No.<br />

P. ¿Entonces, por qué venís a mí?<br />

R. Para probar.<br />

P. ¿No sois f<strong>el</strong>iz?<br />

R. No.<br />

P ¿Sufrís?<br />

R. No.<br />

P. ¿Qué es, pues, lo que os falta?<br />

R. La paz.<br />

Ciertos espíritus no consideran como sufrimientos sino los que les recuerdan los dolores físicos,<br />

conviniendo en que su estado moral es intolerable.<br />

2. ¿Cómo puede faltaros la paz en la vida espiritual?<br />

R. Una pena d<strong>el</strong> pasado.<br />

P. La pena d<strong>el</strong> pasado es un remordimiento. ¿Os arrepentís, pues?<br />

R. No, es por temor d<strong>el</strong> porvenir.<br />

P. ¿Qué teméis, pues?<br />

R. Lo desconocido.<br />

3. ¿Queréis referirme lo que habéis hecho en vuestra última existencia? Esto me ayudará<br />

quizás a ilustrarnos.<br />

R. Nada.<br />

4. ¿Qué posición social ocupabais?.<br />

R. Mediana.<br />

P. ¿Habéis sido casada?<br />

R. Casada y madre.<br />

P. ¿Habéis cumplido con c<strong>el</strong>o los deberes de esta doble posición?<br />

R. No, mi marido me fastidiaba, y mis hijos también.<br />

5. ¿Cómo se ha pasado vuestra vida?<br />

R. Divirtiéndome de joven, fastidiándome de casada.<br />

P. ¿Cuáles eran vuestras ocupaciones?<br />

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