El Cielo y el Infierno

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02.05.2014 Views

El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan Kardec Basta saber lo que somos sin que sea necesario saber lo que hemos sido. Cuando consideramos la dificultad que hay, durante la vida, para que el culpable más arrepentido se rehabilite de la reprobación de que es objeto, debemos bendecir a Dios por haber echado un velo sobre el pasado. Si a Latour le hubieran condenado a tiempo, aunque hubiese cumplido su condena, por sus antecedentes la sociedad le hubiera rechazado. ¿Quién hubiese querido admitirle en el seno de su amistad. a pesar de su arrepentimiento? Los sentimientos que manifiesta hoy como espíritu nos dan la esperanza de que en la próxima existencia terrestre será un hombre honrado, estimado y considerado. Pero suponed que se sepa que ha sido Latour: la reprobación le perseguirá todavía. El velo echado sobre su pasado le abre la puerta de la rehabilitación, podrá sentarse sin temor y sin vergüenza entre las personas más honradas. ¡Cuántos hay que quisieran a todo precio borrar de la memoria de los hombres algunos años de su existencia! ¡Que se busque una doctrina que esté más conforme que ésta con la justicia y la bondad de Dios! Por lo demás, esta doctrina no es una teoría, sino el resultado de las observaciones. Los espiritistas no la han inventado. Han visto y observado las diferentes situaciones en que se presentan los espíritus, han procurado explicárselas y de esta explicación ha salido la doctrina. Si la han aceptado, ha sido por el resultado de los hechos y porque les ha parecido más racional que todas las emitidas hasta el día sobre el porvenir del alma. No puede negarse que estas comunicaciones son de una alta enseñanza moral. El espíritu ha podido ser, ha debido ser ayudado en sus reflexiones, y sobre todo en la elección de las expresiones, por espíritus más adelantados. Pero en semejante caso, estos últimos no asisten sino en la forma y no en el fondo, y no ponen jamás al espíritu inferior en contradicción consigo mismo. Han podido poetizar en Latour la forma del arrepentimiento, pero de ningún modo le hubieran hecho manifestar el arrepentimiento contra su voluntad, porque el espíritu tiene su libre albedrío. Veían en él el germen de buenos sentimientos, por esto le han ayudado a expresarse y han contribuido a su desarrollo, al propio tiempo que han llamado sobre él la conmiseración. ¿Puede haber nada más admirable ni más moral, nada capaz de impresionar con más vehemencia que el cuadro de este gran criminal arrepentido, exhalando su desesperación y sus remordimientos, quien en medio de su sufrir, perseguido por la mirada incesante de sus víctimas, eleva su pensamiento hacia Dios para implorar su misericordia?¿No es un saludable ejemplo para los culpables? Se comprende la naturaleza de sus angustias: son racionales, terribles, aunque sencillas y sin el carácter de la fantasmagoría. Tal vez alguno podrá admirarse por el gran cambio hecho en un hombre como Latour. Pero, ¿por qué no se había de arrepentir? ¿Por qué no había de existir en él una cuerda sensible que vibrase? ¿Acaso el culpable está para siempre destinado al mal? ¿No llega un momento en que se hace la luz en su alma? Este momento llegó para Latour. Esa es precisamente la parte moral de sus comunicaciones: el conocimiento que tiene de su estado, sus pesares, sus proyectos de reparación son eminentemente instructivos. ¿Qué tendría dc extraordinario que se arrepintiese sinceramente antes de morir? ¿No hubiera dicho antes lo que ha dicho después? ¿No tenemos de ello numerosos ejemplos? Si hubiese vuelto al bien antes de su muerte a los ojos de sus iguales hubiera sido una debilidad. Su voz de ultratumba es la revelación del porvenir que le aguarda. Está en la verdad absoluta cuando declara que su ejemplo es más propio para reducir a los culpables que la perspectiva de las llamas del infierno e incluso del cadalso. ¿Por qué no se presenta a dar estos ejemplos en los presidios? Esto haría reflexionar a algunos, como tenemos de ello muchos ejemplo, pero, ¿cómo se puede creer en la eficacia de las palabras de un muerto, cuando se cree que después de la muerte todo ha concluido? Un día, no obstante, vendrá en que se reconocerá la verdad de que los muertos pueden venir a instruir a los vivos. Página 187

El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan Kardec De estas comunicaciones se desprenden otras instrucciones importantes. En primer lugar, la confirmación del principio de eterna justicia, que el arrepentimiento no basta para colocar a los culpables en el rango de los elegidos. El arrepentimiento es el primer paso hacia la rehabilitación que llama la misericordia de Dios, es el preludio del perdón y de disminuirse los sufrimientos. Pero Dios no absuelve sin condición. Es precisa la expiación y sobre todo la reparación. Esto es lo que comprende Latour y es a lo que se prepara. En segundo lugar, si se compara este criminal con el de Castelnaudary, se encuentra una gran diferencia en el castigo que se le ha impuesto. En este último el arrepentimiento ha sido más tardío, y en consecuencia, la pena más larga. Esta pena es, además, casi material, mientras que en Latour el sufrimiento es más bien moral. Esto consiste en que, como hemos dicho más arriba, la inteligencia del uno estaba mucho más desarrollada que la del otro. Era necesario algo que pudiese afectar sus sentidos obtusos. Pero las penas morales no son menos amargas para aquel que ha llegado al grado exigido para comprenderlas. Se puede juzgar de esto por los ayes que exhala Latour. No son de cólera, sino la expresión de los remordimientos, acompañados muy pronto del arrepentimiento y del deseo de reparar, a fin de realizar su progreso. Página 188

<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

Basta saber lo que somos sin que sea necesario saber lo que hemos sido.<br />

Cuando consideramos la dificultad que hay, durante la vida, para que <strong>el</strong> culpable más<br />

arrepentido se rehabilite de la reprobación de que es objeto, debemos bendecir a Dios por haber<br />

echado un v<strong>el</strong>o sobre <strong>el</strong> pasado. Si a Latour le hubieran condenado a tiempo, aunque hubiese<br />

cumplido su condena, por sus antecedentes la sociedad le hubiera rechazado. ¿Quién hubiese<br />

querido admitirle en <strong>el</strong> seno de su amistad. a pesar de su arrepentimiento? Los sentimientos que<br />

manifiesta hoy como espíritu nos dan la esperanza de que en la próxima existencia terrestre será un<br />

hombre honrado, estimado y considerado. Pero suponed que se sepa que ha sido Latour: la<br />

reprobación le perseguirá todavía. <strong>El</strong> v<strong>el</strong>o echado sobre su pasado le abre la puerta de la<br />

rehabilitación, podrá sentarse sin temor y sin vergüenza entre las personas más honradas. ¡Cuántos<br />

hay que quisieran a todo precio borrar de la memoria de los hombres algunos años de su existencia!<br />

¡Que se busque una doctrina que esté más conforme que ésta con la justicia y la bondad de<br />

Dios! Por lo demás, esta doctrina no es una teoría, sino <strong>el</strong> resultado de las observaciones. Los<br />

espiritistas no la han inventado. Han visto y observado las diferentes situaciones en que se<br />

presentan los espíritus, han procurado explicárs<strong>el</strong>as y de esta explicación ha salido la doctrina. Si la<br />

han aceptado, ha sido por <strong>el</strong> resultado de los hechos y porque les ha parecido más racional que<br />

todas las emitidas hasta <strong>el</strong> día sobre <strong>el</strong> porvenir d<strong>el</strong> alma.<br />

No puede negarse que estas comunicaciones son de una alta enseñanza moral. <strong>El</strong> espíritu ha<br />

podido ser, ha debido ser ayudado en sus reflexiones, y sobre todo en la <strong>el</strong>ección de las expresiones,<br />

por espíritus más ad<strong>el</strong>antados. Pero en semejante caso, estos últimos no asisten sino en la forma y<br />

no en <strong>el</strong> fondo, y no ponen jamás al espíritu inferior en contradicción consigo mismo. Han podido<br />

poetizar en Latour la forma d<strong>el</strong> arrepentimiento, pero de ningún modo le hubieran hecho manifestar<br />

<strong>el</strong> arrepentimiento contra su voluntad, porque <strong>el</strong> espíritu tiene su libre albedrío. Veían en él <strong>el</strong><br />

germen de buenos sentimientos, por esto le han ayudado a expresarse y han contribuido a su<br />

desarrollo, al propio tiempo que han llamado sobre él la conmiseración.<br />

¿Puede haber nada más admirable ni más moral, nada capaz de impresionar con más<br />

vehemencia que <strong>el</strong> cuadro de este gran criminal arrepentido, exhalando su desesperación y sus<br />

remordimientos, quien en medio de su sufrir, perseguido por la mirada incesante de sus víctimas,<br />

<strong>el</strong>eva su pensamiento hacia Dios para implorar su misericordia?¿No es un saludable ejemplo para<br />

los culpables? Se comprende la naturaleza de sus angustias: son racionales, terribles, aunque<br />

sencillas y sin <strong>el</strong> carácter de la fantasmagoría.<br />

Tal vez alguno podrá admirarse por <strong>el</strong> gran cambio hecho en un hombre como Latour. Pero,<br />

¿por qué no se había de arrepentir? ¿Por qué no había de existir en él una cuerda sensible que<br />

vibrase? ¿Acaso <strong>el</strong> culpable está para siempre destinado al mal? ¿No llega un momento en que se<br />

hace la luz en su alma? Este momento llegó para Latour. Esa es precisamente la parte moral de sus<br />

comunicaciones: <strong>el</strong> conocimiento que tiene de su estado, sus pesares, sus proyectos de reparación<br />

son eminentemente instructivos. ¿Qué tendría dc extraordinario que se arrepintiese sinceramente<br />

antes de morir? ¿No hubiera dicho antes lo que ha dicho después? ¿No tenemos de <strong>el</strong>lo numerosos<br />

ejemplos?<br />

Si hubiese vu<strong>el</strong>to al bien antes de su muerte a los ojos de sus iguales hubiera sido una<br />

debilidad. Su voz de ultratumba es la rev<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> porvenir que le aguarda. Está en la verdad<br />

absoluta cuando declara que su ejemplo es más propio para reducir a los culpables que la<br />

perspectiva de las llamas d<strong>el</strong> infierno e incluso d<strong>el</strong> cadalso. ¿Por qué no se presenta a dar estos<br />

ejemplos en los presidios? Esto haría reflexionar a algunos, como tenemos de <strong>el</strong>lo muchos ejemplo,<br />

pero, ¿cómo se puede creer en la eficacia de las palabras de un muerto, cuando se cree que después<br />

de la muerte todo ha concluido? Un día, no obstante, vendrá en que se reconocerá la verdad de que<br />

los muertos pueden venir a instruir a los vivos.<br />

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