El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
“Gracias a vosotros, que no repugnáis comunicaros conmigo. No temáis, veis que no soy<br />
malo. Cuando penséis en mí, no os representéis <strong>el</strong> retrato que de mí habéis visto, sino representados<br />
una pobre alma desolada que os da gracias por vuestra indulgencia.<br />
“Adiós. Evocadme todavía, y rogad a Dios por mí.”<br />
Latour<br />
Estudio sobre <strong>el</strong> espíritu de Jacobo Latour<br />
No puede negarse <strong>el</strong> fondo y la más alta importancia de algunas de las palabras de esta<br />
comunicación, ofreciendo además uno de los aspectos d<strong>el</strong> mundo de los espíritus en castigo, sobre<br />
<strong>el</strong> cual, sin embargo se entrevé la misericordia de Dios. La alegoría mitológica de las Euménides no<br />
es tan ridícula como se cree, y los demonios, verdugos oficiales d<strong>el</strong> mundo invisible, que las<br />
reemplazan en la creencia moderna, son menos racionales con sus cuernos y sus garfios que esas<br />
víctimas que sirven <strong>el</strong>las mismas para castigo d<strong>el</strong> culpable.<br />
Admitiendo la identidad de este espíritu, quizás alguno se sorprenda por <strong>el</strong> cambio repentino<br />
de su estado moral. Esto mismo lo hemos hecho notar en otra ocasión, pues hay más recursos<br />
muchas veces en un espíritu brutalmente malo que en aqu<strong>el</strong> que está dominado por <strong>el</strong> orgullo o que<br />
oculta sus vicios bajo <strong>el</strong> manto de la hipocresía. Esta vu<strong>el</strong>ta repentina a mejores sentimientos, más<br />
bien indica una naturaleza más salvaje que perversa, a la que sólo le ha hecho falta una buena<br />
dirección. Si comparamos su lenguaje con <strong>el</strong> de otro criminal que a continuación mencionamos en<br />
<strong>el</strong> título de “Castigo por la luz”, reconoceremos con facilidad cuál es <strong>el</strong> más ad<strong>el</strong>antado<br />
moralmente, a pesar de su instrucción y de su posición social. <strong>El</strong> uno obedecía a su instinto natural<br />
de ferocidad, a una especie de sobreexcitación, mientras que <strong>el</strong> otro cometía sus crímenes con la<br />
calma y sangre fría de una lenta y perseverante combinación, y después de su muerte , todavía<br />
desafiaba <strong>el</strong> castigo por orgullo. Él sufre, pero no quiere reconocerlo; <strong>el</strong> otro se ha dominado<br />
inmediatamente. De este modo podemos prever cuál de los dos sufrirá más tiempo.<br />
“Yo sufro -manifiesta <strong>el</strong> espíritu de Latour-, por ese arrepentimiento que me muestra la<br />
enormidad de mis faltas.” En esto hay un pensamiento profundo. Verdaderamente <strong>el</strong> espíritu no<br />
comprende la gravedad de sus faltas sino cuando se arrepiente. <strong>El</strong> arrepentimiento conduce al pesar,<br />
a los remordimientos, sentimiento doloroso que es la transición d<strong>el</strong> mal al bien, de la enfermedad<br />
moral a la salud moral. Para evadirse de estas sensaciones dolorosas, los espíritus perversos se<br />
parapetan contra la voz de su conciencia, como aqu<strong>el</strong>los enfermos que rehúsan <strong>el</strong> remedio que ha de<br />
curarles. Procuran hacerse ilusiones y se embrutecen persistiendo en <strong>el</strong> mal. Latour ha llegado a<br />
aqu<strong>el</strong> período en que la obstinación concluye por ceder. <strong>El</strong> remordimiento ha entrado en su corazón,<br />
y a ése ha seguido <strong>el</strong> arrepentimiento. Comprende la extensión d<strong>el</strong> mal que ha hecho, ve su vileza y<br />
sufre. He ahí por qué refiere: “Sufro por este arrepentimiento.” En su precedente existencia ha<br />
debido ser peor que en ésta, porque si se hubiera arrepentido como lo ha hecho hoy, su vida hubiese<br />
sido mejor. Las resoluciones que toma ahora influirán sobre su futura existencia terrestre. La que<br />
acaba de dejar, por criminal que haya sido, ha marcado para él una etapa d<strong>el</strong> progreso. Es más<br />
probable que antes de comenzarla fuese errante, uno de estos espíritus malos y reb<strong>el</strong>des obstinados<br />
en <strong>el</strong> mal, como se encuentran tantos.<br />
Muchas personas han preguntado qué provecho se podía sacar de las existencias pasadas,<br />
puesto que uno no se acuerda ni de lo que ha sido, ni de lo que ha hecho.<br />
Esta cuestión está completamente resu<strong>el</strong>ta por <strong>el</strong> hecho de que si <strong>el</strong> mal que hemos cometido<br />
está borrado y no quedó de él ninguna traza en nuestro corazón, su recuerdo sería inútil, pues no<br />
tenemos que preocuparnos de <strong>el</strong>lo. En cuanto a aqu<strong>el</strong> d<strong>el</strong> cual no nos hemos enteramente corregido,<br />
lo conocemos por nuestras tendencias actuales. Sobre éstas debemos dirigir toda nuestra atención.<br />
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