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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

espiritista os hubiera convencido de que eran superfluas. En primer lugar, me suplicáis que haga<br />

responder categóricamente a vuestro pariente: ¿ignoráis, sin duda, que no podemos gobernar a los<br />

espíritus a nuestro gusto? Responden cuando quieren, como quieren y a menudo como pueden. Su<br />

libertad de acción es todavía más grande que en su vida y tienen más medios de evitar la presión<br />

moral que se quisiera ejercer sobre <strong>el</strong>los.<br />

“Las mejores pruebas de identidad son las que dan espontánea y voluntariamente, o que<br />

nacen de las circunstancias y casi siempre es inútil provocarlas. Vuestro pariente ha probado su<br />

identidad de una manera irrecusable según vos. Es, pues, más que probable que rehusaría responder<br />

a preguntas que justamente pueden considerarse como superfluas y hechas con la idea de satisfacer<br />

la curiosidad de personas que le son indiferentes.<br />

“Podría responder, como han hecho muchas veces otros espíritus en semejante caso: «¿Para<br />

qué preguntarme cuestiones que sabéis?» Añadiré también que en <strong>el</strong> estado de turbación y de<br />

sufrimiento en que se encuentra, deben serle más penosas las investigaciones de este género. Es<br />

exactamente igual que si se quisiese obligar a un enfermo, que apenas puede pensar y hablar, a<br />

contar los detalles de su vida. Esto sería seguramente faltar a los miramientos que se deben a su<br />

situación.<br />

“En cuanto al resultado que esperáis, estad persuadido de que sería nulo. Las pruebas de<br />

identidad que se han suministrado tienen mayor valor, por lo mismo que son espontáneas, y nada<br />

podría sospecharse sobre <strong>el</strong> modo como se dieron. Si los incrédulos no están satisfechos de <strong>el</strong>las,<br />

quizá lo estarían menos por medio de preguntas preparadas que podrían dar lugar a sospechas de<br />

connivencia. Hay gentes a quienes nada puede convencer. Verían con sus propios ojos a vuestro<br />

pariente en persona, y se creerían juguete de una alucinación.<br />

“Me resta dirigiros aún dos palabras, sobre la súplica que hacéis de que se haga esta<br />

evocación <strong>el</strong> mismo día en que recibiera vuestra carta. Las evocaciones no se hacen así, con <strong>el</strong><br />

talismán. Los espíritus no responden siempre a nuestro llamamiento. Es preciso para esto que lo<br />

puedan o que lo quieran. Es necesario, además, un médium que les convenga, y que tenga la aptitud<br />

especial indispensable, que este médium esté disponible en un momento dado, que <strong>el</strong> centro sea<br />

simpático al espíritu, etc., circunstancias todas de las que no se puede jamás responder, y que<br />

importa conocer, tratándose de hacer las cosas con la formalidad necesaria.”<br />

<strong>El</strong> Sr. F<strong>el</strong>icien<br />

Era un hombre rico, instruido, poeta espiritual, de buen carácter, servicial, ameno y de<br />

mucha honradez. Falsas especulaciones habían comprometido su fortuna. No permitiéndole su edad<br />

restablecerla, cedió al desaliento y se suicidó en diciembre de 1864, ahorcándose en su alcoba. No<br />

era ni materialista ni ateo, sino un hombre de un talante un poco ligero, que se ocupaba muy poco<br />

de la vida futura. Habiéndole conocido íntimamente, y teniendo simpatía por su persona, le evocamos<br />

cuatro meses después de su muerte.<br />

Evocación.<br />

R. Echo de menos la Tierra. Tuve en <strong>el</strong>la decepciones, pero menores que aquí. Soñaba<br />

maravillas y estoy muy lejos de la idealidad real que tenía. <strong>El</strong> mundo de los espíritus es una<br />

confusión, y para hacerlo soportable, sería necesario escoger mucho. ¡No quiero volver más a él!<br />

¡Qué ejemplos de costumbres espiritistas se podrían hacer aquí! Balzac debiera continuar su tarea,<br />

que sería ruda. Pero no le he visto. ¿Dónde se encuentran, pues, estos grandes espíritus que tanto<br />

azotaron los vicios de la Humanidad?. Deberían, como yo, permanecer aquí algún tiempo, antes de<br />

ir a las regiones más <strong>el</strong>evadas. Es un pandemonium curioso que me gusta observar y me quedo en<br />

él.<br />

Página 166

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