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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

<strong>el</strong> verdadero mérito hubiera consistido en vencer los grandes impulsos d<strong>el</strong> corazón, mientras que<br />

hicieron como <strong>el</strong> desertor que se esconde en <strong>el</strong> momento d<strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro.<br />

La pena de los dos culpables consistirá, como se ve, en buscarse mucho tiempo sin<br />

encontrarse, sea en <strong>el</strong> mundo de los espíritus, sea en otras encarnaciones terrestres. Lapenase<br />

agrava momentáneamente con la idea de que su estado presente debe durar siempre. Este<br />

pensamiento, formando parte d<strong>el</strong> castigo, ha sido causa de que no se les permitiese oír las palabras<br />

de esperanza que se les dirigieron. A aqu<strong>el</strong>los que encuentran esta pena muy terrible y muy larga,<br />

sobre todo si no debe cesar sino después de muchas encarnaciones, les diremos que su duración no<br />

es absoluta, y que dependerá de la manera como soporten sus pruebas, pudiéndoles ayudar con la<br />

oración. Serán, como todos los espíritus culpables, árbitros de su propio destino. Sin embargo. ¿no<br />

vale más esto que la condenación eterna, sin esperanza, a la cual son irrevocablemente condenados,<br />

según la doctrina de la iglesia, que los considera de tal modo destinados para siempre al infierno,<br />

que les rehúsa las últimas oraciones, sin duda como inútiles?<br />

Luis y la costurera de botines<br />

Hace siete u ocho meses, <strong>el</strong> llamado Luis G... , zapatero, cortejaba a Victorina R..., costurera<br />

de botines, con la cual debía casarse muy próximamente, pues las proclamas estaban publicándose.<br />

En estas circunstancias, los jóvenes se consideraban como definitivamente unidos, y por medida de<br />

economía, <strong>el</strong> zapatero iba cada día a comer a casa de su futura.<br />

Un día que Luis fue, como de costumbre, a cenar a casa de la costurera, sobrevino alguna<br />

disputa por una bagat<strong>el</strong>a. Ambos se obstinaron de tal modo y llegó <strong>el</strong> asunto a tal estado, que Luis<br />

dejó la mesa y partió jurando no volver más.<br />

Al día siguiente, <strong>el</strong> zapatero fue a pedir perdón. La noche es buena consejera, como se sabe,<br />

pero la obrera, quizá prejuzgando, según la escena de la víspera, lo que podría acontecer cuando no<br />

habría tiempo de desdecirse, rehusó reconciliarse. Ni las protestas, ni las lágrimas, ni la<br />

desesperación, pudieron ablandarla. Muchos días pasaron desde que riñeron. Esperando Luis que su<br />

amante sería más tratable, quiso dar <strong>el</strong> último paso. Llegó, pues, y llamó de modo que se le<br />

conociera, pero no le abrieron. Entonces <strong>el</strong> pobre desahuciado reiteró las súplicas, hizo nuevas<br />

protestas sin que lograra la entrada, pero nada pudo conmover a la implacable pretendida. “¡Adiós,<br />

pues, malvada! -exclamó <strong>el</strong> pobre mozo-, ¡adiós para siempre! ¡Procurad encontrar un marido que<br />

os ame tanto como yo!” Al mismo tiempo, la joven oye una especie de gemido ahogado, después un<br />

ruido de un cuerpo que caía resbalando al lado de su puerta, quedando todo en silencio. Entonces<br />

creyó que Luis se había sentado en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o esperando que saliera, pero se propuso no salir hasta<br />

que él se marchara.<br />

Apenas había pasado un cuarto de hora de esta escena, cuando un vecino, que pasaba con<br />

luz por <strong>el</strong> descanso de la escalera, lanzó una exclamación y pidió socorro. Al momento llegaron los<br />

vecinos, y Victorina abrió también su puerta. Un grito de horror profirió al ver tendido en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o a<br />

su prometido, pálido e inanimado. Todos se apresuraron a socorrerle, pero todo era inútil, había<br />

dejado de existir. <strong>El</strong> desgraciado joven había hundido su cuchilla en la región d<strong>el</strong> corazón, y <strong>el</strong><br />

hierro había quedado en la herida.<br />

Sociedad Espírita de París, agosto de 1858.<br />

Al espíritu de san Luis.<br />

1. La joven, causa involuntaria de la muerte de su amante, en este caso, ¿incurre en<br />

responsabilidad?<br />

R. Sí, porque no le amaba.<br />

2. Para prevenir una desgracia, ¿debía casarse a pesar de su repugnancia?<br />

R. <strong>El</strong>la buscaba una ocasión para separarse de él. Hizo al principio lo que hubiera hecho más<br />

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