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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

que gozan los buenos espíritus. Puede decirse que están exactamente en la posición de los hombres degradados<br />

que se complacen en <strong>el</strong> fango y en las alegrías groseras y sensuales. Allí estos hombres están en cierto modo en su<br />

centro. No conciben los goces d<strong>el</strong>icados, prefieren sus harapos manchados a los vestidos <strong>el</strong>egantes y brillantes,<br />

porque se hallan más a gusto con los suyos. Prefieren sus fiestas báquicas a los placeres de la buena sociedad. Se<br />

han identificado de tal manera con este género de vida, que para <strong>el</strong>los ha venido a ser una segunda naturaleza.<br />

Se creen también incapaces de <strong>el</strong>evarse sobre su esfera, y por esto permanecen en <strong>el</strong>la, hasta que una<br />

transformación de su ser haya abierto su int<strong>el</strong>igencia, desenvolviendo su sentido moral, y les haya hecho<br />

accesibles a sensaciones más d<strong>el</strong>icadas.<br />

Estos espíritus, cuando están desencarnados, no pueden instantáneamente adquirir la d<strong>el</strong>icadeza d<strong>el</strong><br />

sentimiento, y durante un tiempo más o menos largo ocuparán lo más bajo d<strong>el</strong> mundo espiritual, como han<br />

ocupado lo más bajo d<strong>el</strong> mundo corporal. Permanecerán en él tanto tiempo cuanto sean reb<strong>el</strong>des al progreso.<br />

Pero a la larga, con la experiencia, las tribulaciones y las miserias de encarnaciones sucesivas, llega un momento<br />

en que conciben alguna cosa mejor que la que tienen. sus aspiraciones se <strong>el</strong>evan. Comienzan a comprender lo<br />

que les falta y entonces es cuando hacen esfuerzos para adquirirlo y <strong>el</strong>evarse. Una vez va en esta vía, marchan<br />

con rapidez, porque han probado una satisfacción que les parece muy superior, y comparándola con las<br />

sensaciones groseras, acaban éstas por inspirarles repugnancia.<br />

A san Luis:<br />

P. ¿Qué debe entenderse por las tinieblas en que están sumergidas ciertas almas que sufren?<br />

¿Serán las mismas de que habla con tanta frecuencia la escritura?<br />

R. Las tinieblas de que se trata son en realidad las designadas por Jesús y los profetas,<br />

hablando d<strong>el</strong> castigo de los malos. Pero esto no debe entenderse más que como una figura destinada<br />

a afectar los sentidos materiales de sus contemporáneos, que no hubieran podido comprender <strong>el</strong><br />

castigo de una manera espiritual.<br />

Ciertos espíritus están sumergidos en las tinieblas. Pero es preciso entender por eso una<br />

verdadera noche d<strong>el</strong> alma, comparada a la oscuridad en que está sumergida la int<strong>el</strong>igencia d<strong>el</strong><br />

idiota. No es una locura d<strong>el</strong> alma, sino una inconsciencia de sí misma y de lo que le rodea, que se<br />

presenta lo mismo a la vista que en ausencia de la luz material. Es, especialmente, <strong>el</strong> castigo de los<br />

que han dudado d<strong>el</strong> destino de su ser: han creído en la nada, y la apariencia de esta nada viene a<br />

hacer su suplicio, hasta que <strong>el</strong> alma, vu<strong>el</strong>ta en sí, venga a romper con energía la red de enervación<br />

moral de que se halla dominada. De la misma manera que un hombre agitado por un sueño penoso<br />

lucha en un momento dado con toda la potencia de sus facultades contra los terrores por los que se<br />

ha dejado dominar desde un principio. Esta reducción momentánea d<strong>el</strong> alma a una nada ficticia, con<br />

<strong>el</strong> sentimiento de su existencia, es un sufrimiento más cru<strong>el</strong> de lo que podría imaginarse, en razón<br />

de la apariencia de reposo a que está sujeta. Este reposo forzado, esta nulidad de su ser, esta<br />

incertidumbre, es lo que forma su suplicio. <strong>El</strong> castigo más terrible es <strong>el</strong> fastidio de que está<br />

abrumada, porque nada percibe a su alrededor, ni objetos ni seres. Para <strong>el</strong> alma, éstas<br />

son las verdaderas tinieblas.<br />

San Luis<br />

Clara:<br />

“Heme aquí, Puedo responder también a la citada pregunta sobre las tinieblas, porque he<br />

errado y sufrido largo tiempo en esos limbos, donde todo son sollozos y miserias. Sí, las tinieblas<br />

visibles de que habla la escritura existen, y los desgraciados que, habiendo terminado sus pruebas<br />

terrestres, dejan la vida, ignorantes o culpables, son sumergidos en la fría región, ignorantes de sí<br />

mismos y de sus destinos. Creen en la eternidad de su situación, balbucean todavía las palabras de<br />

la vida que les han seducido, se admiran y se espantan de su gran soledad.<br />

“Son tinieblas estos lugares vacíos y poblados, estos espacios, a donde van a parar dolientes<br />

espíritus, errantes y pálidos, sin consu<strong>el</strong>o, sin afecciones, sin ningún socorro. ¿A quién se dirigirán?<br />

Sienten por un lado la eternidad que pesa sobre <strong>el</strong>los, y tiemblan y lloran los mezquinos intereses<br />

que miden sus horas. Por otra parte, echan de menos la noche en que, sucediendo al día, pasaban<br />

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