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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

muy grande, así como un alivio particular que, ¡ay de mí!, pronto cesará. Pero, ¡oh Dios mío!<br />

¿Tendré que hacer una confesión? ¿Tendré la fuerza para <strong>el</strong>lo?<br />

(Después de alentárs<strong>el</strong>e mucho, <strong>el</strong> espíritu añadió:)<br />

“¡He sido muy culpable! Lo que más pena me causa es que se crea que soy un mártir. Lejos<br />

de esto... en la existencia precedente hice meter en sacos y echar al mar muchas víctimas... ¡Orad<br />

por mí!”<br />

Fernando Bertin<br />

Instrucción de san Luis sobre esta comunicación:<br />

“Esta confesión será para este espíritu causa de gran alivio. ¡Sí, ha sido muy culpable! Pero<br />

la existencia que acaba de dejar ha sido horrorosa. Era amado y estimado de sus jefes. Éste es <strong>el</strong><br />

fruto de su arrepentimiento y de las buenas resoluciones que había tomado antes de volver a venir a<br />

la Tierra, donde quiso ser humano tanto como fue cru<strong>el</strong>.<br />

“La abnegación de que hizo prueba tenía un fin reparador, pero le era necesario rescatar<br />

faltas pasadas por medio de su última expiación, la de la muerte cru<strong>el</strong> que ha sufrido. Él mismo<br />

quiso purificarse sufriendo los tormentos que hizo experimentar a los otros, y observad que una idea<br />

le persigue: <strong>el</strong> sentimiento de ver que se le mira como un mártir. Creed que se le tendrá en cuenta<br />

este sentimiento de humildad. Para en ad<strong>el</strong>ante ha dejado la vía expiatoria para entrar en la<br />

rehabilitación. Con vuestras oraciones podéis sostenerle y hacerle marchar con paso más firme y<br />

más seguro.”<br />

Francisco Riquier<br />

Francisco Riquier, hombre muy conocido, era un viejo avaro y solterón. Murió en C... en<br />

1857, dejando a sus colaterales una fortuna bastante considerable, Allá en sus tiempos fue <strong>el</strong> amante<br />

de una dama que después olvidó por completo, hasta olvidar si pertenecía o no a este mundo.<br />

En 1862, la hija de esta señora, que padecía catalepsias seguidas de un sueño magnético<br />

espontáneo, y que además era muy buena médium escribiente, vio en una de sus crisis al Sr.<br />

Riquier, quien decía quería dirigirse a su madre. Pasados algunos días, como se presentara<br />

espontáneamente manifestando deseos de hablar a esta señora, se entabló con él la conversación<br />

siguiente:<br />

P. ¿Qué queréis de nosotros?<br />

R. ¡Mi dinero, que me han quitado los miserables para repartírs<strong>el</strong>o! Han vendido mis<br />

granjas, mis casas, todo para repartírs<strong>el</strong>o. Han dilapidado mis bienes como si no fuesen míos.<br />

Haced que se me haga justicia, porque a mí no me escuchan y no quiero ver tales infamias.<br />

¡Comentan que era un usurero y guardan mi dinero! ¿Por qué no me lo devu<strong>el</strong>ven, si creen que fue<br />

mal adquirido?<br />

P. Pero estáis muerto, buen hombre, no tenéis necesidad de dinero. Pedid a Dios que os<br />

conceda una nueva existencia pobre para expiar la avaricia de la última.<br />

R. No, yo no podría vivir otra vez, puesto que vivo en la actualidad.<br />

La pregunta siguiente fue hecha con <strong>el</strong> fin de conducirle a la realidad.<br />

P. ¿Sufrís?<br />

R. ¡Oh! Sí, sufro tormentos peores que la enfermedad más cru<strong>el</strong>, porque mi alma es la que<br />

sufre estos tormentos. Tengo siempre presente la iniquidad de mi vida, que ha sido un objeto de<br />

escándalo para muchos. Sé bien que soy un miserable indigno de piedad, pero sufro tanto, que es<br />

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