El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
en su endurecimiento y le ilumine para mostrarle <strong>el</strong> Dios de justicia, <strong>el</strong> Dios triunfante d<strong>el</strong> mal, que no<br />
podrá aplacar sino a fuerza de gemidos y de expiaciones.”<br />
George<br />
Jamás se ha trazado un cuadro más <strong>el</strong>ocuente, más terrible y más verdadero de la suerte d<strong>el</strong> malo.<br />
¿Qué necesidad hay, pues, de recurrir a la fantasmagoría de las llamas y de los tormentos físicos?<br />
Nov<strong>el</strong><br />
<strong>El</strong> espíritu se dirige al médium, que le había conocido en su vida<br />
“Voy a contarte lo que he sufrido al morir. Mi espíritu, retenido en mi cuerpo por lazos<br />
materiales, tuvo gran trabajo en desprenderse de aquél, lo cual fue una primera ruda agonía. La vida<br />
que dejé a los veinticuatro años era todavía tan fuerte en mí, que no creía en su pérdida. Buscaba mi<br />
cuerpo, y estaba sorprendido y espantado de verme perdido en medio de esta multitud de sombras.<br />
En fin, la conciencia de mi estado y la rev<strong>el</strong>ación de las faltas que había cometido en todas mis<br />
encarnaciones se me presentaron de repente. Una luz implacable iluminó los más secretos pliegues<br />
de mi alma, que se sintió desnuda, y después sobrecogida por una vergüenza abrumadora. Trataba<br />
de escaparme de <strong>el</strong>la, interesándome en los objetos nuevos, aunque conocidos, que me rodeaban.<br />
Los espíritus radiantes, flotando en <strong>el</strong> éter, me daban la idea de una dicha a la que no podía aspirar.<br />
Formas sombrías y desoladas, las más sumergidas en una triste desesperación, las otras irónicas o<br />
furiosas, se deslizaban a mi alrededor y sobre la Tierra, a la cual permanecía adherido.<br />
“Veía agitarse a los humanos, cuya ignorancia envidiaba. Un orden de sensaciones<br />
desconocidas o vu<strong>el</strong>tas a encontrar me invadieron a la vez. Arrastrado como por una fuerza<br />
irresistible, procurando huir de este dolor encarnizado, salvaba las distancias, los <strong>el</strong>ementos, los<br />
obstáculos materiales, sin que las hermosuras de la Naturaleza ni los esplendores c<strong>el</strong>estes pudiesen<br />
calmar un instante la amargura de mi conciencia, ni <strong>el</strong> espanto que me causaba la rev<strong>el</strong>ación de la<br />
eternidad. Un mortal puede presentir los tormentos materiales por los temblores de la carne. Pero<br />
vuestros frágiles dolores, endulzados por la esperanza, templados por las distracciones, muertos por<br />
<strong>el</strong> olvido, no podrán jamás haceros comprender las angustias de un alma que sufre sin tregua, sin<br />
esperanza, sin arrepentimiento. He pasado un tiempo d<strong>el</strong> cual no puedo apreciar la duración,<br />
envidiando a los <strong>el</strong>egidos cuyo esplendor entreveía, detestando a los malos espíritus que me<br />
perseguían con sus burlas, menospreciando a los humanos, de quienes veía las torpezas, pasando de<br />
un profundo abatimiento a una reb<strong>el</strong>ión insensata.<br />
“En fin, tú me has llamado, y por vez primera, un sentimiento dulce y tierno me calmó.<br />
Escuchando las enseñanzas que te dan tus guías, la verdad me ha penetrado. He orado, y Dios,<br />
oyéndome, se me ha rev<strong>el</strong>ado por su clemencia, como se me había rev<strong>el</strong>ado por su justicia.”<br />
Nov<strong>el</strong><br />
Augusto Mich<strong>el</strong><br />
<strong>El</strong> Havre, marzo de 1863<br />
Éste era un joven rico, amigo de tratarse bien, y que gozaba amplia y exclusivamente de la<br />
vida material. Aunque int<strong>el</strong>igente, la indiferencia por las cuestiones serias era <strong>el</strong> fondo de su<br />
carácter. Sin maldad, antes bueno que malo, era amado por sus compañeros de placer y buscado en<br />
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