El Cielo y el Infierno
El Cielo y el Infierno
El Cielo y el Infierno
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
encontrar hasta en las cosas más insignificantes. Quería vivir, menos para <strong>el</strong>la que para sus hijos,<br />
para quienes sabía que era necesaria. Por esto se aferraba a la vida. Conocía <strong>el</strong> Espiritismo sin<br />
haberlo estudiado a fondo. Hasta se interesaba por él, y sin embargo, no llegó a fijar sus<br />
pensamientos sobre <strong>el</strong> porvenir. Era para <strong>el</strong>la una idea verdadera, pero que no dejaba ninguna<br />
impresión profunda en su espíritu. <strong>El</strong> bien que hacía era <strong>el</strong> resultado de un sentimiento natural,<br />
espontáneo, y no inspirado por <strong>el</strong> pensamiento de una recompensa o de penas futuras.<br />
Desde hacía mucho tiempo, su estado era ya desesperado, y se contaba verla marchar de un<br />
momento a otro. <strong>El</strong>la misma no se hacía muchas ilusiones. Un día que su marido estaba ausente, se<br />
sintió desfallecer, y comprendió que su hora había llegado. Su vista se había v<strong>el</strong>ado, la turbación se<br />
apoderaba de <strong>el</strong>la y sentía todas las angustias de la separación. No obstante, le causaba mucha pena<br />
morir antes de que volviese su marido. Haciendo sobre sí misma un esfuerzo supremo, se dijo:<br />
“¡No, no quiero morir!” Sintió entonces renacer la vida y recobró <strong>el</strong> pleno uso de sus facultades.<br />
Cuando su marido volvió le dijo: “Iba a morir, pero he querido esperar a que estuvieses cerca de mí,<br />
porque tenía todavía que hacerte muchas recomendaciones.” La lucha entre la vida y la muerte se<br />
prolongó así durante tres meses, que no fueron más que una larga y dolorosa agonía.<br />
Evocación, al día siguiente de su muerte.<br />
R. Mis buenos amigos, gracias porque os ocupáis de mí. Por lo demás, habéis sido para mí<br />
como buenos parientes. Pues bien, regocijaos, porque soy dichosa. Tranquilizad a mi pobre marido<br />
y v<strong>el</strong>ad sobre mis hijos. He ido junto a <strong>el</strong>los enseguida.<br />
P. Parece que la turbación no ha sido larga, puesto que nos habéis contestado con lucidez.<br />
R. Amigos míos. ¡he sufrido tanto y sabíais que sufría con resignación! Y bien, mi prueba<br />
está terminada. Deciros que estoy completamente desprendida, no. Pero no sufro, y para mí es un<br />
alivio muy grande. Por esta vez estoy radicalmente curada, os lo aseguro. Pero tengo necesidad de<br />
que se me ayude con <strong>el</strong> socorro de las oraciones, a fin de venir desde luego a trabajar con vosotros.<br />
P. ¿Cuál ha podido ser la causa de vuestros largos sufrimientos?<br />
R. Pasado terrible, amigo mío.<br />
P. ¿Podéis decirnos cuál ha sido este pasado?<br />
R. ¡Oh, dejad que lo olvide un poco!. ¡Lo he pagado tan caro...!<br />
Un mes después de su muerte.<br />
P. Ahora que debéis estar completamente desprendida y que os reconocéis mejor,<br />
tendríamos <strong>el</strong> mayor gusto en tener con vos una conversación más explícita. ¿Podríais decirnos cuál<br />
ha sido la causa de vuestra larga agonía?<br />
¿Por qué habéis estado durante tres meses entre la vida y la muerte?<br />
R. Gracias, mis buenos amigos, por vuestro recuerdo y por vuestras buenas oraciones. ¡Cuán<br />
saludables me son y cuánto han contribuido a mi desprendimiento! Todavía tengo necesidad de que<br />
me ayudéis. Continuad rogando por mí. Vosotros comprendéis la oración. Las que decís no son<br />
fórmulas venales como tantos otros que no se dan cuenta d<strong>el</strong> efecto que produce una buena<br />
plegaria.<br />
¡He sufrido mucho, pero mis sufrimientos se me han tomado muy en cuenta, y me es<br />
permitido ir a menudo hacia mis queridos hijos, que había dejado con tanto sentimiento!<br />
Yo misma he prolongado mis sufrimientos. Mi ardiente deseo de vivir para mis hijos hacía<br />
que me aferrase en cierto modo a la materia, y al contrario que los otros, me aferraba y no quería<br />
abandonar este desgraciado cuerpo, con <strong>el</strong> cual era preciso romper y que, sin embargo, era para mí<br />
<strong>el</strong> instrumento de tantos tormentos. He ahí la verdadera causa de mi larga agonía. Mi enfermedad,<br />
los sufrimientos que he tenido: expiación d<strong>el</strong> pasado, una deuda menos.<br />
¡Ay de mí, mis buenos amigos! Si os hubiera escuchado, ¡qué inmenso cambio en mi vida<br />
presente! ¡Qué mitigación habría sentido en mis últimos instantes y cuán fácil hubiera sido esta<br />
Página 133