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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

tenéis aún que recorrer! ¡Pero también cuánto de todo esto os será recompensado aun antes d<strong>el</strong><br />

momento en que tendréis derecho para <strong>el</strong>lo!<br />

“He asistido a toda esta reunión, he escuchado, he oído, he comprendido y voy a tratar a mi<br />

vez de cumplir mi deber e instruir a la clase de espíritus imperfectos.<br />

“Escuchad: estaba lejos de ser dichoso. Sumergido en la inmensidad, <strong>el</strong> infinito mis<br />

sufrimientos eran tanto más vivos, cuanto que no podía darme de <strong>el</strong>los una cuenta exacta. ¡Dios sea<br />

bendito! Me ha permitido venir a un santuario al que no pueden impunemente acercarse los malos.<br />

Amigos, ¡cuán agradecido os estoy, cuántas fuerzas he tomado entre vosotros!<br />

“¡Oh!, hombres de bien, reuníos a menudo. Instruid, porque no podéis saber cuántos frutos<br />

dan todas las reuniones serias tenéis entre vosotros. Los espíritus que todavía han de aprender<br />

muchas cosas, los que permanecen voluntariamente inactivos, perezosos y olvidados de sus<br />

deberes, pueden encontrarse, sea por una circunstancia fortuita o de otra manera, entre vosotros,<br />

heridos por un choque terrible. Pueden, y es lo que acontece muchas veces, replegarse sobre sí<br />

mismos, reconocerse, entrever <strong>el</strong> fin que se ha de alcanzar y, fuertes con <strong>el</strong> ejemplo que les dais,<br />

buscar los medios que pueden hacerles salir d<strong>el</strong> estado penoso en que se encuentran. Me hago, con<br />

gran satisfacción mía, <strong>el</strong> intérprete de las almas que sufren, porque a los hombres de corazón es a<br />

quienes me dirijo, y sé que no seré rechazado.<br />

“Tened la bondad, repito, ¡oh!, hombres generosos, de recibir la expresión de mi<br />

reconocimiento particular y <strong>el</strong> de todos nuestros amigos a quienes habéis hecho, puede que sin<br />

pensarlo, tanto bien.”<br />

Eric Stanislas<br />

<strong>El</strong> guía d<strong>el</strong> médium:<br />

“Hijos míos, éste es un espíritu que ha sido muy inf<strong>el</strong>iz porque estuvo mucho tiempo<br />

extraviado. Ahora, comprendiendo sus faltas, y arrepintiéndose por fin, ha vu<strong>el</strong>to sus miradas hacia<br />

Dios, a quien había desconocido. Su posición no es la de dicha, pero aspira a <strong>el</strong>la y no sufre. Dios le<br />

ha permitido venir a escuchar, y después ir a una esfera inferior a instruir y hacer ad<strong>el</strong>antar a los<br />

espíritus que, como él, han quebrantado las leyes d<strong>el</strong> Eterno. La reparación es lo que se le ha<br />

pedido. En ad<strong>el</strong>ante conquistará la f<strong>el</strong>icidad, porque tiene voluntad para <strong>el</strong>lo.”<br />

La Sra. Ana V<strong>el</strong>leville<br />

Joven, muerta a los treinta y cinco años después de una larga y cru<strong>el</strong> enfermedad. De mucha<br />

viveza espiritual, dotada de una rara int<strong>el</strong>igencia, de gran rectitud y de eminentes cualidades<br />

morales, esposa y madre de familia apasionada, tenía además una fuerza de carácter poco común, y<br />

un talento fecundo en recursos que no la tenía jamás desprevenida en las circunstancias más críticas<br />

de la vida. Sin rencor hacia aqu<strong>el</strong>los de quienes tenía más por qué quejarse, estaba siempre<br />

dispuesta a prestarles cualquier servicio, si llegaba la ocasión. Habiendo tenido con <strong>el</strong>la una amistad<br />

íntima desde largos años, hemos podido seguir todas las fases de su existencia y todas las peripecias<br />

de su fin.<br />

Un accidente ocasionó la terrible enfermedad que debía llevárs<strong>el</strong>a y que la retuvo tres años<br />

en su lecho, presa de los más atroces sufrimientos, que soportó hasta <strong>el</strong> último momento con un<br />

valor heroico y en medio de los cuales su alegría natural no la abandonó. Creía firmemente en <strong>el</strong><br />

alma y en la vida futura, pero se ocupaba muy poco de <strong>el</strong>lo. Todos sus pensamientos se dirigían<br />

hacia la vida presente, a la cual valoraba mucho, sin tener, sin embargo, miedo a la muerte, y sin<br />

buscar los goces materiales. Porque su vida era muy sencilla, y se olvidaba sin dificultad de aqu<strong>el</strong>lo<br />

que no podía procurarse. Pero tenía instint1vamente <strong>el</strong> gusto d<strong>el</strong> bien y de lo b<strong>el</strong>lo, que sabía<br />

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