El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
“Adiós a todos los que estáis aquí, podremos volvernos a ver en otra parte. Las almas me<br />
llaman a su cita. Adiós, rogad por las que sufren.<br />
“Hasta la vista.”<br />
Costeau<br />
Tres días más tarde, <strong>el</strong> espíritu d<strong>el</strong> Sr. Costeau, evocado en un grupo particular, dictó lo que sigue por<br />
conducto de otro médium:<br />
“La muerte es la vida. No hago más que repetir lo que se ha dicho, pero para vosotros no<br />
hay otra expresión que ésta, a pesar de lo que declaran los materialistas, los que quieren ser ciegos.<br />
¡Oh! Amigos míos, ¡qué aparición más b<strong>el</strong>la en la Tierra que la de ver flotar las banderas d<strong>el</strong><br />
Espiritismo! ¡Ciencia inmensa de la cual apenas habéis leído las primeras palabras! ¡Qué claridades<br />
trae <strong>el</strong>la a los hombres de buena voluntad, a los que han quebrantado las terribles cadenas d<strong>el</strong><br />
orgullo, para enarbolar altamente su creencia en Dios! Rogad, hermanos, dad gracias por todos los<br />
beneficios. ¡Pobre Humanidad! ¡Si le fuere permitido comprender!... Pero no, no ha llegado todavía<br />
<strong>el</strong> tiempo en que la misericordia d<strong>el</strong> Señor deba extenderse sobre todos los hombres, a fin de que<br />
reconozcan su voluntad y se sometan a <strong>el</strong>la.<br />
“Por medio de tus rayos luminosos, ciencia bendita, <strong>el</strong>los llegarán y te comprenderán. Tu<br />
calor benéfico reanimará sus corazones con <strong>el</strong> fuego divino que infunde la fe y los consu<strong>el</strong>os. Bajo<br />
tus rayos vivificantes, <strong>el</strong> amo y <strong>el</strong> obrero llegarán a confundirse y harán uno sólo, porque<br />
comprenderán la caridad fraternal predicada por <strong>el</strong> divino Mesías.<br />
“¡Oh! Hermanos míos, pensad en la dicha inmensa que poseéis de haber sido los primeros<br />
iniciados en la obra regeneradora.<br />
¡Honor a vosotros, amigos! Continuad, y como yo, un día, viniendo a la patria de los<br />
espíritus, diréis: La muerte es la vida, o mejor, es un sueño, una especie de pesadilla que dura <strong>el</strong><br />
espacio de un minuto, y de donde se sale para verse rodeado de amigos que os f<strong>el</strong>icitan y son f<strong>el</strong>ices<br />
en tenderos los brazos. Mi dicha ha sido tan grande que no podía comprender que Dios me<br />
concediese tantas gracias por haber hecho tan poco. Me parecía soñar, y como algunas veces me ha<br />
ocurrido soñar que estaba muerto, he tenido miedo por un instante de verme obligado a volver a<br />
este desgraciado cuerpo, pero no tardé en darme cuenta de la realidad, y di gracias a Dios. Bendecía<br />
al maestro que había sabido tan bien despertar en mí los deberes d<strong>el</strong> hombre que piensa en la vida<br />
futura. Sí, yo le bendecía y le daba las gracias, porque <strong>El</strong> Libro de los Espíritus había despertado en<br />
mi alma <strong>el</strong> fervor amoroso hacia <strong>el</strong> Creador.<br />
“Gracias, mis buenos amigos, por haberme atraído hacia vosotros. Decid a nuestros<br />
hermanos que estoy a menudo en compañía de vuestro amigo Sanson. Hasta la vista. ¡Ánimo! La<br />
victoria os espera. ¡Dichosos aqu<strong>el</strong>los que habrán tomado parte en <strong>el</strong> combate!”<br />
Desde entonces, <strong>el</strong> Sr Costeau se ha manifestado muchas veces, ya a la Sociedad, ya a otras reuniones,<br />
donde ha dado siempre pruebas de esa <strong>el</strong>evación de pensamientos que caracteriza a los espíritus avanzados.<br />
La Srta. Emma<br />
Fue ésta una joven que murió a consecuencia de un accidente causado por <strong>el</strong> fuego, y<br />
después de cru<strong>el</strong>es sufrimientos. Alguien se propuso pedir su evocación a la Sociedad Espiritista de<br />
París, cuando se presentó espontáneamente <strong>el</strong> 31 de julio de 1863, poco tiempo después de su<br />
muerte.<br />
“Heme aquí, pues, todavía en <strong>el</strong> teatro d<strong>el</strong> mundo, a mí, que me creía enterrada para siempre<br />
con mi v<strong>el</strong>o de inocencia y de juventud. <strong>El</strong> fuego de la Tierra me salvaba d<strong>el</strong> fuego d<strong>el</strong> infierno.<br />
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