El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
mal. Sin <strong>el</strong> libre albedrío hay fatalidad, y con la fatalidad no cabe la responsabilidad.<br />
11. Todas las r<strong>el</strong>igiones han admitido igualmente <strong>el</strong> principio de la suerte f<strong>el</strong>iz o desgraciada<br />
de las almas después de la muerte, es decir, de las penas y de los goces futuros que se resumen en la<br />
doctrina d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o y d<strong>el</strong> infierno, que se encuentra en todas partes. Pero en lo que difieren<br />
esencialmente es en la naturaleza de esas penas y de esos goces y, sobre todo, en las circunstancias<br />
que pueden merecer las unas y los otros. De aquí puntos de fe contradictorios que han hecho surgir<br />
diferentes cultos, y los deberes particulares impuestos por cada uno de <strong>el</strong>los para adorar a Dios, y<br />
por este medio ganar <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o y evitar <strong>el</strong> infierno.<br />
12. Todas las r<strong>el</strong>igiones han debido, en su origen, estar en proporción o r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong><br />
grado de ad<strong>el</strong>anto moral e int<strong>el</strong>ectual de los hombres. Éstos, todavía demasiado materiales para<br />
comprender <strong>el</strong> mérito de las cuestiones puramente espirituales, han hecho consistir la mayor parte<br />
de los deberes r<strong>el</strong>igiosos en <strong>el</strong> cumplimiento de formas exteriores. Durante cierto tiempo, esas<br />
formas bastaron a su razón. Más tarde, haciéndose la luz en su int<strong>el</strong>igencia, sienten <strong>el</strong> vacío que<br />
dejan las formas tras de sí, y si la r<strong>el</strong>igión no llena este vacío, la abandonan y se vu<strong>el</strong>ven filósofos.<br />
13. Si la r<strong>el</strong>igión, apropiada en un principio a los conocimientos limitados de los hombres,<br />
hubiese seguido siempre <strong>el</strong> movimiento progresivo d<strong>el</strong> espíritu humano, no habría incrédulos,<br />
porque está en la d<strong>el</strong> hombre la necesidad de creer, y creerá si se le da un alimento espiritual en<br />
armonía con sus necesidades int<strong>el</strong>ectuales.<br />
<strong>El</strong> hombre quiere saber de dónde viene y a dónde va. Si se le señala un fin que no<br />
corresponda ni a sus aspiraciones ni a la idea que se forma de Dios, ni a los datos positivos que le<br />
suministre la ciencia; si además se le imponen para alcanzarlo condiciones cuya utilidad no admite<br />
su razón, todo lo rechaza. <strong>El</strong> materialismo y <strong>el</strong> panteísmo le parecen aún más racionales, porque en<br />
<strong>el</strong>los se discute y se raciocina. Es un raciocinio falso, es verdad, pero prefiere razonar en falso a<br />
dejar de razonar. Pero que se le presente un porvenir con condiciones lógicas, digno en todo de la<br />
grandeza, de la justicia y de la infinita bondad de Dios, y abandonará <strong>el</strong> materialismo y <strong>el</strong><br />
panteísmo, cuyo vacío siente en su fuero interno, y que admitió únicamente por no saber nada<br />
mejor.<br />
<strong>El</strong> Espiritismo da algo mejor, y por eso es acogido tan fervorosamente por todos aqu<strong>el</strong>los a<br />
quienes atormenta la punzante incertidumbre de la duda, y que no encuentran ni en las creencias ni<br />
en las filosofías vulgares lo que buscan. Tiene a su favor la lógica d<strong>el</strong> raciocinio y la sanción de los<br />
hechos, y por esto se le ha combatido inútilmente.<br />
14. <strong>El</strong> hombre tiene instintivamente la creencia en <strong>el</strong> porvenir. Pero no teniendo hasta hoy<br />
ninguna base cierta para definirlo, su imaginación ha forjado sistemas que han traído la diversidad<br />
de creencias. No siendo la doctrina espiritista sobre <strong>el</strong> porvenir una obra de imaginación más o<br />
menos ingeniosamente expresada, y sí <strong>el</strong> resultado de la observación de hechos materiales que se<br />
desarrollan hoy a nuestra vista, reunirá, como lo hace ya actualmente, las opiniones divergentes o<br />
flotantes, y traerá poco a poco y por la fuerza natural de las cosas la unidad de creencias sobre este<br />
punto, creencia que no tendrá por base una hipótesis, sino una certeza. La unificación hecha en lo<br />
r<strong>el</strong>ativo a la suerte de las almas será <strong>el</strong> primer punto de contacto entre los diferentes cultos, un<br />
paso inmenso hacia la tolerancia r<strong>el</strong>igiosa primero, y más tarde hacia la fusión.<br />
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