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AUSTRALIA & LAS ISLAS DEL PACIFICO 239 Lavando caras negras En octubre de 2004 el gobierno de Howard fue reelecto en una campaña que promovía una política de Selección en los servicios públicos. Los australianos no indígenas podrían elegir entre servicios privados y hospitales, escuelas y otros servicios públicos cada vez más deteriorados. A las pocas semanas, Howard reveló su nueva política para los pueblos aborígenes y los isleños del Estrecho de Torres: esta gente, en caso de que viviera en zonas rurales o aisladas, podría obtener o mantener los servicios públicos básicos disponibles para todos los demás australianos sólo si reunía una serie de requisitos personales. Una comunidad aborigen remota se asegurará que sus niños se laven la cara dos veces por día a cambio de que se los provea con expendedores de gasolina financiados con dinero de los contribuyentes; un arreglo festejado por el Gobierno pero criticado por la oposición. Como parte del arreglo, el Gobierno del estado de Australia Occidental también hará un “monitoreo y una revisión” de la idoneidad de los servicios de salud en un área donde se podría argumentar que la tasa de población afectada por tracoma es “la peor en el mundo” 13 . El crítico de asuntos indígenas del opositor partido laborista, Kim Carr, dijo que [el] acuerdo demostró que la política de responsabilidad compartida del gobierno federal era injusta, ya que los términos eran desequilibrados y desiguales. ... Los australianos indígenas deben poder alcanzar acuerdos genuinos con el Gobierno y no verse obligados a firmar contratos coercitivos y condescendientes 14 . Augurios y presagios En febrero de 2004 hubo un estallido de fuego y sangre en una calurosa noche de verano en el distrito Redfern en el interior de Sydney; una revuelta provocada por la respuesta aborigen al espantoso y fatal empalamiento de un joven local sobre un cerco, supuestamente causado por el acoso y persecución de la policía. Mientras que los medios de

240 IWGIA - EL MUNDO INDIGENA - 2005 comunicación internacionales ubicaron el hecho acertadamente dentro del contexto de las fallidas relaciones entre blancos y negros en Australia, dentro de Australia misma los voceros políticos y oficiales hablaron de las duras vidas de los policías, inclusive de la demolición del distrito Redfern para remover el problema, y del hecho “escandaloso” de que algunos padres no controlaran a sus hijos con firmeza. No tomaron nota de que los jóvenes del distrito en muchos casos tenían padres presos, o que ya habían muerto a causa de una vida dura, o que eran tan disfuncionales que no podían actuar como padres. La respuesta oficial resaltó la incapacidad de la Australia contemporánea para enfrentarse cara a cara con su problema social más serio o encararlo con inteligencia. Palm Island es un “paraíso tropical” de alrededor de 3.000 habitantes frente a la costa y cerca de Townsville en Queensland del norte, que fue establecido por funcionarios del estado como campo de castigo para enviar a negros “problemáticos” a lo largo del siglo veinte. A fines de noviembre de 2004, la policía arrestó a un aborigen tranquilo en ese lugar; estaba ebrio, se resistió y murió en manos de la policía. Cuando se anunciaron los resultados de la autopsia unos días después, a los habitantes de la zona les parecía poco creíble que esta muerte pudiera haber sido causada por otra cosa que la violencia policial. Una muchedumbre de familiares, amigos y otros habitantes locales estallaron de furia y atacaron la comisaría, quemándola por completo junto con otros edificios públicos cercanos, mientras los policías se escondían adentro, temiendo por sus vidas. Mientras que el sindicato de policías apeló a la mentalidad dura de “ley y orden” de los australianos, Murrandoo Yanner y otros dirigentes aborígenes reclamaron el fin a la era de violencia policial y al asesinato de negros, y que los aborígenes lucharan por sus derechos humanos básicos. El primer ministro de Queensland, Beattie, intentó seguir un camino inteligente al reconocer la validez de las injusticias básicas contra los aborígenes y la autenticidad de Yanner y otros dirigentes negros, pero, al mismo tiempo, insistiendo en que la violencia pública y la destrucción de servicios públicos básicos no era la forma de solucionar los problemas. Pero los políticos han tenido temor durante demasiado tiempo a decir la verdad acerca de las necesidades, los derechos y las aspiraciones indígenas,

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comunicación internacionales ubicaron el hecho acertadamente dentro<br />

del contexto de las fallidas relaciones entre blancos y negros en Australia,<br />

dentro de Australia misma los voceros políticos y oficiales hablaron<br />

de las duras vidas de los policías, inclusive de la demolición del<br />

distrito Redfern para remover el problema, y del hecho “escandaloso”<br />

de que algunos padres no controlaran a sus hijos con firmeza. No tomaron<br />

nota de que los jóvenes del distrito en muchos casos tenían padres<br />

presos, o que ya habían muerto a causa de una vida dura, o que<br />

eran tan disfuncionales que no podían actuar como padres. La respuesta<br />

oficial resaltó la incapacidad de la Australia contemporánea<br />

para enfrentarse cara a cara con su problema social más serio o encararlo<br />

con inteligencia.<br />

Palm Island es un “paraíso tropical” de alrededor de 3.000 habitantes<br />

frente a la costa y cerca de Townsville en Queensland del norte, que<br />

fue establecido por funcionarios del estado como campo de castigo para<br />

enviar a negros “problemáticos” a lo largo del siglo veinte. A fines<br />

de noviembre de 2004, la policía arrestó a un aborigen tranquilo en ese<br />

lugar; estaba ebrio, se resistió y murió en manos de la policía. Cuando<br />

se anunciaron los resultados de la autopsia unos días después, a los<br />

habitantes de la zona les parecía poco creíble que esta muerte pudiera<br />

haber sido causada por otra cosa que la violencia policial. Una muchedumbre<br />

de familiares, amigos y otros habitantes locales estallaron de<br />

furia y atacaron la comisaría, quemándola por completo junto con<br />

otros edificios públicos cercanos, mientras los policías se escondían<br />

adentro, temiendo por sus vidas. Mientras que el sindicato de policías<br />

apeló a la mentalidad dura de “ley y orden” de los australianos, Murrandoo<br />

Yanner y otros dirigentes aborígenes reclamaron el fin a la era<br />

de violencia policial y al asesinato de negros, y que los aborígenes lucharan<br />

por sus derechos humanos básicos. El primer ministro de<br />

Queensland, Beattie, intentó seguir un camino inteligente al reconocer<br />

la validez de las injusticias básicas contra los aborígenes y la autenticidad<br />

de Yanner y otros dirigentes negros, pero, al mismo tiempo, insistiendo<br />

en que la violencia pública y la destrucción de servicios públicos<br />

básicos no era la forma de solucionar los problemas. Pero los políticos<br />

han tenido temor durante demasiado tiempo a decir la verdad<br />

acerca de las necesidades, los derechos y las aspiraciones indígenas,

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