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150 IWGIA - EL MUNDO INDIGENA - 2005<br />

Pero es cuando el gobierno de Álvaro Uribe Vélez abre el espacio<br />

para la negociación con los grupos paramilitares, que se ve plausible<br />

de que ese control que han venido ejerciendo de facto clandestinamente,<br />

salga a la luz pública y sea legitimado. Y es que en las regiones<br />

donde su presencia es evidente, como en el Magdalena Medio, en Córdoba<br />

y Urabá, su dominación tiene aceptación social. El editorial de El<br />

Tiempo que mencionamos antes, llega aún a afirmar que las autodefensas<br />

se vienen convirtiendo en el más serio problema de gobernabilidad<br />

para Uribe. Un alto funcionario de Estado resume así la situación poniendo<br />

el dedo en la llaga:<br />

El proyecto político de los paramilitares es más peligroso que su proyecto<br />

militar. La guerrilla tarde o temprano negociará, pues ya no tiene el viento<br />

a sus espaldas y ha perdido gran parte de su base social. Los paramilitares<br />

por el contrario están ganando terreno con un proyecto político disfrazado<br />

de participación democrática.<br />

Así parece entenderlo el mismo Uribe, cuando en Montería (la capital<br />

de Córdoba) hizo alusión a que “las circunstancias (durante muchos<br />

años esa región del país fue azotada por la guerrilla) engendraron una<br />

solución tan dañina como el mal: el paramilitarismo.” Por lo que había<br />

“...que crear conciencia y avanzar para que haya pleno control territorial<br />

del Estado de manera eficaz y transparente.” Así parece haberlo<br />

entendido también el embajador de Estados Unidos, que convocó en<br />

Cartagena a un selecto grupo de políticos, autoridades públicas y medios<br />

de comunicación para hablar sobre los paramilitares, pero no sobre<br />

sus masacres y violaciones de los derechos humanos, pues estos<br />

nunca les importaron, sino sobre su expresión social, política y económica<br />

que desde lo local y regional viene proyectándose a nivel nacional.<br />

Les aterra la idea de que su engendro quiera crear un para-Estado.<br />

Les aterra que esa gente ruda, enseñada a hacer el trabajo sucio, acostumbrada<br />

a abrirse paso a sangre y fuego, este concibiendo un proyecto<br />

propio sin ellos. En fin, les aterra que su Frankenstein no quiera regresar<br />

al laboratorio.

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