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AMERICA DEL SUR 149 Desde ahí en adelante, el paramilitarismo había empezado a vestirse de gala y visitar las casas de los notables: “¡Viva Astrea, la tierra paramilitar!” grita en una de sus canciones el reconocido cantante Poncho Zuleta. Disminuyen las ruidosas masacres de horca, cuchillo y motosierra para dar paso a asesinatos selectivos de líderes que obstaculizan su camino 4 . Y comienza la “larga marcha por el control de instituciones del orden local y regional”, creando la imagen de seguridad 5 y progreso en las poblaciones ocupadas, cooptando a los notables, comprando “legalmente” 6 tierras y promoviendo programas de desarrollo social y económico 7 , que se desarrollan con gran rapidez, como lo afirma un conocedor del tema:“en menos de cinco años consiguen poner en funcionamiento iniciativas de verdad. Esto seduce a mucha gente necesitada, y más cuando lo que ven del lado guerrillero es que los proyectos revolucionarios están pensados a 40 y 50 años”. La legitimación del dominio territorial La ampliación del poderío militar y la extensión a casi todo el país de los grupos de autodefensa empieza con su unificación nacional en 1997. Para este crecimiento fue decisivo no obstante su financiación con dineros provenientes del narcotráfico. Ya para comienzos del nuevo siglo su pie de fuerza había pasado de poco menos de 3.000 hombres en 1992 a cerca de 14.000, según datos oficiales. Aunque en algunas regiones del país, sobre todo aquellas que no han sufrido la “pacificación” paramilitar, todavía su control es ejercido mediante el terror. En muchas regiones la presencia armada pasa a jugar un papel secundario, dando paso a la conformación de cooperativas para la producción y para solucionar colectivamente problemas de salud y educación. Poco le importa a la población que estas estructuras paramilitares establezcan férreos controles que restringen sus derechos, mientras se garanticen sus vidas y su seguridad económica (los paramilitares imponen sus propias leyes en las zonas bajo su control: definen el largo de las faldas de las muchachas, o del pelo de los muchachos, infligen castigos y rapan el pelo a las mujeres acusadas de infidelidad. A las chismosas las ponen a barrer las calles).

150 IWGIA - EL MUNDO INDIGENA - 2005 Pero es cuando el gobierno de Álvaro Uribe Vélez abre el espacio para la negociación con los grupos paramilitares, que se ve plausible de que ese control que han venido ejerciendo de facto clandestinamente, salga a la luz pública y sea legitimado. Y es que en las regiones donde su presencia es evidente, como en el Magdalena Medio, en Córdoba y Urabá, su dominación tiene aceptación social. El editorial de El Tiempo que mencionamos antes, llega aún a afirmar que las autodefensas se vienen convirtiendo en el más serio problema de gobernabilidad para Uribe. Un alto funcionario de Estado resume así la situación poniendo el dedo en la llaga: El proyecto político de los paramilitares es más peligroso que su proyecto militar. La guerrilla tarde o temprano negociará, pues ya no tiene el viento a sus espaldas y ha perdido gran parte de su base social. Los paramilitares por el contrario están ganando terreno con un proyecto político disfrazado de participación democrática. Así parece entenderlo el mismo Uribe, cuando en Montería (la capital de Córdoba) hizo alusión a que “las circunstancias (durante muchos años esa región del país fue azotada por la guerrilla) engendraron una solución tan dañina como el mal: el paramilitarismo.” Por lo que había “...que crear conciencia y avanzar para que haya pleno control territorial del Estado de manera eficaz y transparente.” Así parece haberlo entendido también el embajador de Estados Unidos, que convocó en Cartagena a un selecto grupo de políticos, autoridades públicas y medios de comunicación para hablar sobre los paramilitares, pero no sobre sus masacres y violaciones de los derechos humanos, pues estos nunca les importaron, sino sobre su expresión social, política y económica que desde lo local y regional viene proyectándose a nivel nacional. Les aterra la idea de que su engendro quiera crear un para-Estado. Les aterra que esa gente ruda, enseñada a hacer el trabajo sucio, acostumbrada a abrirse paso a sangre y fuego, este concibiendo un proyecto propio sin ellos. En fin, les aterra que su Frankenstein no quiera regresar al laboratorio.

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Desde ahí en adelante, el paramilitarismo había empezado a vestirse<br />

de gala y visitar las casas de los notables: “¡Viva Astrea, la tierra<br />

paramilitar!” grita en una de sus canciones el reconocido cantante Poncho<br />

Zuleta. Disminuyen las ruidosas masacres de horca, cuchillo y motosierra<br />

para dar paso a asesinatos selectivos de líderes que obstaculizan<br />

su camino 4 . Y comienza la “larga marcha por el control de instituciones<br />

del orden local y regional”, creando la imagen de seguridad 5 y<br />

progreso en las poblaciones ocupadas, cooptando a los notables, comprando<br />

“legalmente” 6 tierras y promoviendo programas de desarrollo<br />

social y económico 7 , que se desarrollan con gran rapidez, como lo afirma<br />

un conocedor del tema:“en menos de cinco años consiguen poner<br />

en funcionamiento iniciativas de verdad. Esto seduce a mucha gente<br />

necesitada, y más cuando lo que ven del lado guerrillero es que los<br />

proyectos revolucionarios están pensados a 40 y 50 años”.<br />

La legitimación del dominio territorial<br />

La ampliación del poderío militar y la extensión a casi todo el país de<br />

los grupos de autodefensa empieza con su unificación nacional en<br />

1997. Para este crecimiento fue decisivo no obstante su financiación<br />

con dineros provenientes del narcotráfico. Ya para comienzos del nuevo<br />

siglo su pie de fuerza había pasado de poco menos de 3.000 hombres<br />

en 1992 a cerca de 14.000, según datos oficiales. Aunque en algunas<br />

regiones del país, sobre todo aquellas que no han sufrido la “pacificación”<br />

paramilitar, todavía su control es ejercido mediante el terror.<br />

En muchas regiones la presencia armada pasa a jugar un papel secundario,<br />

dando paso a la conformación de cooperativas para la producción<br />

y para solucionar colectivamente problemas de salud y educación.<br />

Poco le importa a la población que estas estructuras paramilitares establezcan<br />

férreos controles que restringen sus derechos, mientras se garanticen<br />

sus vidas y su seguridad económica (los paramilitares imponen<br />

sus propias leyes en las zonas bajo su control: definen el largo de<br />

las faldas de las muchachas, o del pelo de los muchachos, infligen castigos<br />

y rapan el pelo a las mujeres acusadas de infidelidad. A las chismosas<br />

las ponen a barrer las calles).

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