El ladrón de paraguas - Anaya Infantil y Juvenil
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20 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />
—¡Alcachofas! —masculló su caballo—. Con<br />
suerte fue un empate.<br />
—¡Jamás! En los <strong>de</strong>safíos entre caballeros no hay<br />
empate. Eso pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r en el fútbol, pero no en<br />
los duelos.<br />
—Habría que discutirlo, pero tengo hambre y<br />
pocas ganas <strong>de</strong> discutir con un cabeza hueca. Si te<br />
gusta, fue uno a cero. Pero que conste: la mula hizo<br />
todo el trabajo.<br />
—Bueno, las circunstancias a veces ayudan.<br />
—No fueron las circunstancias, fue la mula.<br />
Muy mal educada, tengo que <strong>de</strong>cirlo.<br />
—Cierto es, ¡echarlo por tierra <strong>de</strong> esa manera!<br />
—Eso es lo <strong>de</strong> menos. Si alguien que conozco<br />
me busca las pulgas con las espuelas, puedo hacer lo<br />
mismo. Lo feo es reírse <strong>de</strong> su caballero a carcajadas.<br />
—Ya… —comentó con una sonrisa—, otro que<br />
yo conozco se hubiera reído disimuladamente.<br />
—¡Hombre, es lo que cabe! Pero ya se sabe: una<br />
mula es medio burro.<br />
—Es lo que tiene.<br />
—A ver, ¿seguimos a<strong>de</strong>lante o nos vamos a quedar<br />
hablando <strong>de</strong> filosofía? Mis tripas hacen unos ruidos<br />
tremendos. ¡Necesito comer!<br />
—Sigamos a<strong>de</strong>lante. En Reino Apacible podré<br />
contar mi triunfo en este duelo, sin que nadie me<br />
contradiga.