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CUADERNOS DE BDSM - nº 23
del bDsM heterosexual Amo/sumisa que tantas connotaciones de amor romántico tiene
(no hay más que leer innumerables hilos en sitios clásicos de la comunidad bedesemera
hispana como Club Sumisión, Sométeme, y muchos participantes en los canales de
IRC).
La liberación del deseo y la liberación social van de la mano, como demostraron las
luchas identitarias de los años 90 lgtb/queer en el Estado español. Y, más recientemente,
las luchas transgénero y transfeministas… y en esta manera de follar, jugar y quererse
intervienen tanto el género declarado de lxs participantes como el rol escogido.
Las expresiones del deseo amatorio parten de un imaginario colectivo plagado de
sobreentendidos, roles apriorísticos y unívocos, sin ambigüedades ni versatilidades. Lo
switch, si no existía para la vieja guardia del bDsM, aún menos existía para la
normatividad heteropatriarcal. La reversibilidad de roles, las idas y venidas desde un
género al otro –o, cuanto menos, desde las prácticas sexuales socialmente atribuidas a
un género o a otro- son asuntos que salen fuera del universo de la normo-sexualidad
vainilla. Así, en el imaginario heterosexista y binario, una mujer será receptora de las
prácticas, no iniciadora, eminentemente pasiva, objeto de deseo, ergo, deseada y
expuesta. Del mismo modo, en ese ars amandi patriarcal, un hombre deberá iniciar la
seducción (no hay más que pensar en que existe un uso común del adjetivo: “seductor”
como bon vivant, donjuán…; Y no existe su correlato femenino positivo –“una
vividora”-), ejecutar prácticas sobre el cuerpo de ella, particularmente la penetración
pero, así mismo, el hacerse cargo de la consecución del orgasmo femenino. Él tiene la
sabiduría amatoria -el ars amandi-; ella debe ser iniciada.
¿Nos suena a los practicantes de bDsM algo de esto? Sin duda, los roles de
novicia/maestro son una de las díadas clásicas del bDsM. La ruptura, a mi entender, es
cuando cruzamos prácticas y subjetividades (hetero)normativas… y las ponemos a
practicar bDsM. Así, nos pueden salir diversos modus operandi. Tenemos las
heterosexualidades golfas que aceptan el deseo femenino explícito (sumisas que
perrean) pero que, sin embargo, no subvierten los roles de género en su práctica ni
imaginario bedesemero (ella bottom; él, top). Encontramos, por otro lado, a las personas
con géneros perfectamente normativos (Ama heterosexual, sumiso heterosexual) y que
encarnan identidades bedesemeras perfectamente binarias pero invertidas con respecto a
la norma.
Ante este panorama, ¿podemos decir que exista un ars amandi pervertido, golfo,
liberador? Parece que no cambia mucho la vivencia del tema desde el punto de vista
heterosexual. Algunos rasgos diferentes, en cualquier caso, sí podemos apuntar, algunas
tendencias en esa manera de cruzar los cuerpos y gestionar los deseos bDsM:
• la creciente fluidez de los roles y prácticas entre un(a) participante/jugador(a) y
otrx: cada vez hay más switch públicamente en la escena (“el mundillo”) y se
autodefinen como tales.
• la creciente juventud y adelantamiento de la edad de acceso a las primeras
experiencias bDsM, sean cibernéticas o reales: “los jóvenes lo tienen claro a
edades cada vez más tempranas”.
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