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CUADERNOS DE BDSM - nº 23<br />

Se produce entonces una paradoja: el castigo, para ser tal, debe ser desagradable para la<br />

sumisa; no obstante, si la sumisa tiene fetiche de castigo disfrutará de ser castigada,<br />

llegando incluso a excitarse sexualmente con él. Esta paradoja no constituye ningún<br />

problema. En realidad, ocurre lo mismo en el sadomasoquismo, donde el dolor es<br />

percibido al mismo tiempo como desagradable y placentero, o incluso con la D/s, donde<br />

la sumisión no está exenta de resistencia y dificultades. El castigar también puede<br />

generar sentimientos encontrados en el Dominante. Cada cual debe descubrir lo que el<br />

castigo significa para sí mismo. En definitiva, si no fuera por esa satisfacción profunda<br />

que encontramos en el castigo no habría razón alguna para practicarlo. Como decía<br />

antes, en realidad los castigos no son la mejor manera de educar o cambiar el<br />

comportamiento de nadie.<br />

Castigo, disciplina y juego<br />

El castigo no debe confundirse con la disciplina o con el juego, son tres cosas distintas.<br />

La disciplina son cosas que el Dominante ordena hacer a la sumisa para hacerla<br />

profundizar en la obediencia que entraña la relación D/s y para llevarla a superarse<br />

como persona. Por ejemplo, se puede imponer límites a la dieta de la sumisa, al número<br />

de cigarrillos que fuma al día, un horario de estudio, normas de higiene personal,<br />

ejercicios de entrenamiento sexual, etc. No siempre serán cosas que la sumisa encuentre<br />

desagradables, aunque en general le supondrán un cierto esfuerzo. Los castigos, por el<br />

contrario, son desagradables y se imponen cuando la sumisa infringe las normas<br />

impuestas por el Dominante. En cuanto al juego, muchas relaciones D/s tienen un<br />

componente sadomasoquista que se manifiesta en sesiones en las que el Dominante<br />

azota, ata o practica otras formas de aplicarle dolor o negarle el placer a la sumisa. Esto<br />

se hace para satisfacer las tendencias sádicas del Dominante y masoquistas de la sumisa,<br />

y en el fondo resultan satisfactorias para los dos. El problema surge cuando la misma<br />

actividad, por ejemplo, el azotar, se usa indistintamente como juego y como castigo.<br />

¿Está bien castigar?<br />

En su libro “Ties That Bind”, el psicoterapeuta, activista y educador sobre BDSM Guy<br />

Baldwin advierte sobre los peligros que puede entrañar el castigo. Se refiere a la<br />

confusión que se crea en la mente del sumiso (Guy Baldwin es gay) cuando se le castiga<br />

con algo que él desea, como una azotaina. Al mismo tiempo, el Dominante también está<br />

deseando dar esos azotes, por lo que buscará cualquier excusa para aplicar el castigo. El<br />

resultado es que a menudo el castigo es injusto o exagerado. Aunque al final los dos<br />

consiguen lo que quieren, esto se hace a costa de dañar la autoestima del sumiso, quien<br />

se ve a sí mismo como merecedor del castigo. Y si encima esta práctica se repite<br />

durante un cierto tiempo, el sumiso aprenderá a fallar una y otra vez para atraer el<br />

castigo, con lo que su entrenamiento será para el fracaso en vez de para la<br />

autosuperación. También puede ocurrir que el sumiso se dedique a romper las normas<br />

cuando siente deseo, para así manipular al Dominante para que lo azote. Al mismo<br />

tiempo, una parte de sí mismo seguirá convencida de que ha hecho algo malo. Estos<br />

sentimientos negativos hacia sí mismo se ven reforzados con placer y orgasmo, lo que a<br />

la larga puede llevar al sumiso a la depresión.<br />

CuadernosBDSM es un proyecto sin ánimo de lucro y su distribución es libre y gratuita, sólo para PÙBLICO ADULTO.<br />

Los artículos pertenecen a sus autores. Está prohibido modificar los textos, así como comerciar con este material.<br />

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