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CUADERNOS DE BDSM - nº 23
El golpe no se hizo esperar. Ahora ya no la cogió desprevenida, pero eso apenas lo hizo
más soportable. De todas formas, había comprendido el juego y no iba a defraudar a Julio.
-Por favor, Julio, vuelve a pegarme en el ano -dijo con resignación, y apretó los dientes.
No pudo evitar volver a chillar. La raja se le había vuelto muy sensible.
-Por favor, Julio, hazme lo que tú quieras -dijo con un sollozo-, pégame en el ojete, o en
el conejito, dónde a ti más te guste.
-¡Muy bien, cariño! Veo que has aprendido perfectamente la lección. Ahora deja de
pedirme nada y aguanta lo que voy a hacerte.
Le propinó una buena zurra con el cepillo, esta vez distribuyéndole los golpes
liberalmente por todas las nalgas. Su raja y su ojete fueron alcanzados de nuevo varias veces,
brillantes fogonazos en un incendio de escozor y ardor. Dos partes de sí misma asistían a ese
ejercicio absurdo. Una sufría hasta el punto del llanto, deseando que todo acabara pronto. La
otra se regocijaba de su dolor, indefensión y humillación, maravillándose del perfecto sadismo
de Julio, de su astucia al haberla reducido a ese estado, de su total control sobre ella. Las dos
partes estaban inseparablemente unidas, nutriéndose la una de la otra.
-¡Te quiero ya! -dijo Julio, deteniendo al fin el castigo-. Puedes deshacer tu postura.
Arrodíllate y pon la cabeza y los brazos en la cama. Eso… estíralos bien delante de ti.
La mano de Julio la agarró por el pelo, hundiéndole la cara en la colcha. No tardó en
sentir el glande de Julio en contacto con su ojete irritado. Se abrió paso con toda facilidad, como
si su esfínter se hubiera contagiado de la docilidad tan completa que la embargaba. En un
momento tuvo el vientre de Julio pegado contra su trasero ardiente, sintiéndose completamente
engarzada en su polla.
-Así es como se folla a una buena sumisa como tú -masculló Julio-, por culo y con las
nalgas bien calientes.
La enculada fue extremadamente energética. Julio no le soltaba el pelo. Se había
apoderado del cepillo y de vez en cuando le sacudía en el lateral de las nalgas y de los muslos,
como una advertencia completamente innecesaria de que se entregara completamente a él.
-¡Esto es lo que te mereces! ¡Qué te den por culo, cacho puta! ¡Ramera! ¡Zorra, más que
zorra! -la furia en la voz de Julio la sorprendió. Nunca lo había visto tan sádico.
-¡Ay, sí! ¡Rómpeme el culo, me lo merezco! ¡Rómpeme en pedacitos! ¿Me puedo
correr? ¡Déjame que me corra, por favor! ¡Por favor, te lo suplico! ¡No aguanto más!
-¿Te quieres correr, so guarra? ¡Pues venga, córrete, guapa! ¡Córrete con esto… y con
esto… y con esto! -masculló entre dientes, acompañándose con golpes fuertes del cepillo sobre
su muslo y su nalga derecha.
El orgasmo se mezcló con las agudas punzadas de dolor, que lo amplificaron y lo
tiñeron de la entrega y la sumisión más completa. Julio dejó caer el cepillo al suelo. Pudo
percibir claramente cada pulsación de su pene mientras le iba llenando el culo de semen.
Esperó mansamente a que Julio terminara de disfrutar de ella. Apenas empezaba a sentir
disminuir su polla, él se la sacó.
-No te muevas -le advirtió.
Julio recogió el plug del suelo y se lo volvió a clavar en el culo.
-No quiero que se te salga el regalito que te he dejado dentro.
-Gracias, mi amor -le dijo, sin un ápice de sarcasmo.
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