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lucrecio,_clinamen_y.. - Web del Profesor

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producido por la desviación de cualquier átomo es insignificante; en cambio, en la ‘cuarta<br />

sustancia’ «qua neque mobiliuss quicquam neque tenvius exstat» (III 243), el efecto será<br />

mayor, y de la ‘cuarta sustancia’ el movimiento puede ser transmitido primero a los otros<br />

átomos que constituyen el alma 39 y luego al anima y al cuerpo. Así pues, ¿qué es lo que<br />

pasa entonces en el primer ejemplo de Lucrecio con los caballos en las cámaras de partida?<br />

El caballo está listo y deseoso de partir (265 cupidam) pero no se mueve hasta que la<br />

voluntas le dé la orden. Entonces hay una demora perceptible hasta que el caballo<br />

efectivamente se mueve, puesto que el movimiento <strong>del</strong> animus debe ser transmitido al<br />

cuerpo. Esta demora es el hecho de experiencia al que se recurre. Si no fuese necesario<br />

esperar por el consentimiento <strong>del</strong> animus, entones sería de esperar que el estímulo (el<br />

abrirse de las compuertas) produjese inmediatamente una respuesta <strong>del</strong> cuerpo, puesto que<br />

el caballo ya estaría cupidus. Esto es en efecto lo que sucede en un movimiento forzado<br />

(por una fuerza externa): el cuerpo se mueve de inmediato sin esperar la decisión <strong>del</strong><br />

animus (y, agrega Lucrecio, la introspección nos hace conscientes de que nuestra mente no<br />

ha asentido, nobis invitis 275). Dos objeciones a esto surgen de inmediato. Primero, se<br />

podría argüir que la ilustración <strong>del</strong> caballo sólo muestra que la respuesta al estímulo toma<br />

un tiempo para producirse; el estímulo debe ser transmitido al animus y el animus alcanzar<br />

una decisión, pero no es necesario que intervenga un tercer factor además de la presencia de<br />

un estímulo y de una cierta constitución <strong>del</strong> animus. Esta es una objeción legítima. Una<br />

respuesta puede podría ser el señalar las distintas conductas de los animales bajo el mismo<br />

estímulo —apostando a que los humanos está familiarizados con el caballo que<br />

simplemente no se mueve al comienzo de una carrera— pero eso constituiría un tipo<br />

diferente de prueba y todavía no sería concluyente. Por otra parte, constituiría una objeción<br />

al argumento de Lucrecio y no a una interpretación (particular) <strong>del</strong> mismo. Segundo, uno<br />

podría preguntar por qué el <strong>clinamen</strong> debería tener lugar después de un estímulo, siendo<br />

(como es) indeterminado en lo que respecta al tiempo y el lugar de su ocurrencia. Hay una<br />

respuesta obvia a esto a la luz de lo que ya se ha dicho con respecto a la relación entre<br />

voluntas y επιβολη. El estímulo no es la recepción de simulacra sino el enfoque voluntario<br />

de la mente en (dichos simulacra) de modo que se forme una φαντασια. A menos que los<br />

átomos <strong>del</strong> animus <strong>del</strong> caballo se desvíen y produzcan la voluntas de enfocarse en los<br />

simulacra de la apertura de las compuertas y luego en los simulacra meandi, (el animal) no<br />

se moverá. Esto es plenamente satisfactorio y explica por qué el mismo evento en el mundo<br />

externo no siempre afecta <strong>del</strong> mismo modo a los seres animados (los caballos <strong>del</strong> apostador<br />

que se quedan en la salida). También explica por qué a veces <strong>del</strong>iberamos durante un rato<br />

antes de actuar y a veces actuamos de inmediato. Pero sigue existiendo el problema de por<br />

qué por lo general respondemos de una cierta manera; todavía parece demasiado casual el<br />

que —por ejemplo— nueve veces entre diez nos concentremos en el simulacrum adecuado<br />

en el momento preciso. Una posible respuesta, que iría más allá de todo lo que hayan<br />

formulado los epicúreos mismos, sería el suponer que las desviaciones atómicas son una<br />

ocurrencia muy frecuente 40 en el animus —suposición que es razonable en la medida en<br />

que continuamente estamos actuando de manera voluntaria—. Su efecto, sin embargo,<br />

depende de la constitución <strong>del</strong> animus. En el caso <strong>del</strong> caballo, intentemos imaginar qué<br />

sucede durante el lapso que tiene lugar entre la apertura de las compuertas y el movimiento<br />

hacia a<strong>del</strong>ante (<strong>del</strong> animal). Los simulacra de las compuertas abiertas golpean el ojo <strong>del</strong><br />

39 Cfr. IV 262-265.<br />

40 Como en A. A. Long, Hellenistic Philosophy (Londres 1974), p. 60.

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