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NARCOS SIN LA GUERRA ENTRE LAS MAFIAS PERUANAS QUE TIENE LUGAR EN LOS BARRIOS MARGINALES SENDERO LUMINOSO. PRONTO ESTAS RENCILLAS PODRÍAN LLEGAR AL CENTRO DE LA CIUDAD. 114 GATOPARDO

NARCOS SIN<br />

LA GUERRA ENTRE LAS MAFIAS PERUANAS QUE TIENE LUGAR EN LOS BARRIOS MARGINALES<br />

SENDERO LUMINOSO. PRONTO ESTAS RENCILLAS PODRÍAN LLEGAR AL CENTRO DE LA CIUDAD.<br />

114 GATOPARDO


FRONTERAS<br />

DE BUENOS AIRES SE PUEDE RASTREAR DESDE LOS PRIMEROS DÍAS DEL GRUPO GUERRILLERO<br />

POR CRISTIAN ALARCÓN<br />

GATOPARDO 115


116 GATOPARDO<br />

PÁGINA 12 / PABLO AÑELI


La juventud de Meteoro está en ese expediente<br />

sucio que ha sido carcomido y manchado<br />

por el tiempo, las ratas y las polillas.<br />

He tenido que rastrearlo por seis fiscalías y<br />

juzgados de Lima buscando el pasado que<br />

aclare el presente de las organizaciones de<br />

narcotráfico <strong>peru</strong>anas afincadas en Buenos<br />

Aires. Lo hice con pocas certezas. A<br />

saber: 1) que Meteoro, de nombre real Esidio<br />

Teobaldo Ramos Mariños, fue integrante<br />

de la organización guerrillera maoísta<br />

Sendero Luminoso; 2) que se instaló<br />

en Buenos Aires y se convirtió en uno de<br />

los capos de una banda de narcos; 3) que el<br />

año pasado lo asesinaron de seis balazos<br />

después de dos noches de guerra en una<br />

villa miseria a diez minutos de la Plaza de<br />

Mayo. Pero no sabemos qué hizo, de qué<br />

se le acusó, cómo llegó a integrar la organización<br />

que usó el terror para intentar, en<br />

vano, tomar el poder desatando una guerra<br />

que duró siete años y produjo diez mil<br />

muertes. Ese expediente tarda, pero finalmente<br />

aparece en manos de una jueza en<br />

los tribunales de El Callao. En él, encontramos<br />

las huellas de la nueva violencia urbana<br />

que transforma a Buenos Aires en una<br />

digna hermana de las capitales latinoamericanas<br />

signadas por el narco: una<br />

guerra por los territorios de la capital argentina<br />

en la que cayeron más de cuarenta<br />

traficantes.<br />

Como si se tratara de mundos paralelos,<br />

al costado del progreso porteño ligado<br />

al crecimiento del turismo extranjero, Buenos<br />

Aires, la ciudad más europeizada del<br />

continente, ha visto crecer las bandas de<br />

narcos <strong>peru</strong>anos en los dos extremos de su<br />

geografía hexagonal. Cerca del río, en la villa<br />

31 de Retiro, a metros del Patio Bullrich,<br />

GATOPARDO 117


NARCOS<br />

MARCOS ADANDIA<br />

UNA VISTA PANORÁMICA DE LA VILLA 31, una villa miseria de Buenos Aires. Al fondo se<br />

aprecia la riqueza de otras partes de la ciudad, mientras dentro del barrio la vida se parece más<br />

a la de las chabolas brasileras.<br />

el shopping más exclusivo de la ciudad,<br />

donde mataron a Meteoro. Y en el suroeste,<br />

a veinte minutos de allí, en el Bajo Flores.<br />

En esa zona en la que de las casitas de<br />

dos pisos con jardín cercanas a las aveni-<br />

das son la frontera de la clase media y la<br />

pobreza, se han ido poblando hasta el hacinamiento<br />

algunas villas miseria, como se<br />

les dice a los grandes conglomerados urbanos<br />

que comenzaron como invasiones de<br />

PÁGINA 12 / PABLO PIOVANO<br />

familias sin techo en la década de los sesenta.<br />

La geografía urbana de las villas de<br />

Buenos Aires tiene remotos parecidos a las<br />

favelas brasileras, pero claro está, sin la<br />

majestuosidad de los morros, panópticos<br />

naturales para los jefes narcos que gobiernan<br />

allí. Allí donde hubo chozas y ranchos<br />

de cartón, luego los hubo de madera, y por<br />

fin, hacia los ochenta, de ladrillos y cemento.<br />

En el caos ordenado de la villa las vías<br />

internas no fueron calles, sino pasillos, corredores<br />

estrechos que comunican de manera<br />

caprichosa las manzanas creadas por<br />

los pobladores. En esa recreación lejana de<br />

senderos que se pierden en la selva cocalera,<br />

los inmigrantes con experiencia en la<br />

última guerra <strong>peru</strong>ana invirtieron el orden<br />

de sus prioridades, la revolución socialista<br />

quedó sepultada tras la derrota militar del<br />

partido. El nuevo objetivo: el capital, la rentabilidad<br />

de la empresa ilegal.<br />

La insurgencia armada comenzó en<br />

Perú en una fecha exacta, con una acción<br />

puntual. Fue en las sierras centrales de<br />

Ayacucho, camino al Valle de los Ríos Apurímac<br />

y Ene, o VRAE, a comienzos de 1981.<br />

Un grupo de campesinos y maestros de escuela<br />

adoctrinados en el maoísmo latino-<br />

118 GATOPARDO


NARCOS<br />

MARCOS ADANDIA<br />

americano del líder sin par de Sendero Luminoso,<br />

Abigael Guzmán, atacó un puesto<br />

eleccionario en el pueblo de Chuschi y quemó<br />

las urnas. Fue el 17 de mayo. Desde entonces<br />

su expansión en los pueblos más<br />

apartados de Perú, y luego en Lima y las<br />

grandes ciudades del país, continuó al mismo<br />

ritmo con que aumentó la violencia a pli -<br />

cada, su crueldad y el terror ocasionado. La<br />

estrategia para tomar el poder era avanzar<br />

contra el estado corrompido de la democracia<br />

recién recuperada tras un gobierno<br />

militar, el del general Francisco Morales<br />

Bermúdez. Para entonces Guzmán ya había<br />

logrado vencer la interna de su partido<br />

basado en la idea de Mao Tse Tung: apoyarse<br />

en los cuadros medios y parte de las<br />

bases de la organización. Guzmán logró<br />

con su discurso, en el que mezcló estrategia<br />

militar prusiana con líneas textuales de<br />

Deng Siao Ping, convencer a los jóvenes<br />

militantes de Sendero del “sacrificio necesario<br />

para conseguir la victoria”. A partir de<br />

un grupo de soldados convencidos de la<br />

necesidad del autosacrificio —“tener voluntad<br />

de morir”— y dispuestos a eliminar<br />

al enemigo, y basado en el marxismo–leninismo–maoísmo<br />

y en las experiencias de<br />

El primer rastro de Sendero Luminoso en la<br />

villa apareció apenas se notó que el territorio<br />

comenzaba a ser controlado por una organización<br />

de narcotráfico.<br />

China y Vietnam, Sendero Luminoso logró<br />

imponer la guerra. La liturgia guerrillera<br />

senderista encontraba su maestro en un<br />

líder único e incuestionable, duro, severo y<br />

docente, que advertía, de acuerdo con textos<br />

de Shakespeare, sobre la traición como<br />

peligro acechante en las propias filas. En<br />

una de las sesiones plenarias en las que<br />

Guzmán convenció al Partido de pasar a la<br />

acción armada, la guerra de guerrillas y la<br />

violencia hizo leer párrafos de Julio César<br />

para ilustrar cómo se complotan los conspiradores.<br />

Y algunos de Macbeth, para<br />

comprender cómo nace una traición.<br />

Así podemos volver a Buenos Aires,<br />

a la villa 1.11.14, y sus ya cuatro pisos<br />

de progreso inmigrante. En 30<br />

manzanas divididas en zonas según la nacionalidad<br />

de sus habitantes viven unas 50<br />

mil personas. Las familias, muchas de ellas<br />

ya mezcladas con argentinos llegados sobre<br />

todo del noreste y las provincias de<br />

fronteras, construyen viviendas con préstamos<br />

sincréticos. El préstamo sincrético<br />

proviene de la cultura quechua y consiste<br />

en que un propietario cede a cambio de un<br />

monto de dinero que equivale al valor total<br />

de la casa —en general una pieza o varias<br />

conectadas entre sí y sin servicios— su uso<br />

por dos años. Vencido ese plazo de tiempo<br />

él mismo debe devolverle al inquilino todo<br />

el dinero entregado en caución al comienzo.<br />

Así el inquilino recupera lo suyo. Por su<br />

lado, el dueño con, por ejemplo, cuatro mil<br />

dólares de sincrético, pudo invertir en un<br />

taller de costura, o simplemente en la construcción<br />

de más piezas, en el segundo piso,<br />

en el tercero, y en el cuarto. Cada sincrético<br />

suma. El sistema es ideal también para<br />

cualquier inversión clandestina: permite<br />

por ejemplo comprar medio kilo de cocaína<br />

pura. El método fue insertado por los inmigrantes<br />

bolivianos, pero durante los últimos<br />

120 GATOPARDO


NARCOS<br />

15 años fue adoptado por argentinos, paraguayos<br />

y <strong>peru</strong>anos.<br />

El primer rastro de Sendero Luminoso<br />

en la villa apareció apenas se notó que el<br />

territorio comenzaba a ser controlado por<br />

una organización. Julio Valderrama, el jefe<br />

indiscutido del tráfico de cocaína se hizo<br />

famoso como un misterio al que llamaron<br />

La Bruja Voladora. Sus soldados, y su propio<br />

orgullo, lo resumieron en Voladora, a<br />

secas. Voladora tenía fama de administrar<br />

justicia con mano dura pero con cierta política<br />

de negociaciones con otros referentes<br />

de autoridad en el barrio. La muerte de Voladora<br />

es un hito en el barrio. Esa tarde se<br />

supo, se aprendió un nuevo lenguaje, una<br />

manera de dominar que no dejaría margen<br />

para volver atrás.<br />

Voladora había hecho de su círculo<br />

una organización piramidal, con varios segundos<br />

cargos entre los que nunca hizo<br />

diferencia para no marcar líneas sucesorias<br />

peligrosas entre tantos jóvenes. Los demás<br />

se diferenciaban unos de otros por sus roles<br />

y capacidades. Por un lado, estaban los<br />

“perros”, soldados con funciones sólo de<br />

seguridad: controlar al resto, aplicar las<br />

medidas disciplinarias. Los “perros” tenían<br />

la libertad, además, de organizar por su<br />

cuenta o participar en asaltos y robos. Muchos<br />

de ellos tenían ese doble trabajo. Pero<br />

no ingresaban al tráfico, la venta o el transporte<br />

de mercancía. Más bien lo miraban<br />

con cierto recelo. Aunque vivieran de la<br />

renta que los narcos les aseguraban mes a<br />

mes. Por el otro lado, estaban los hombres<br />

que los ayudaban a llevar adelante el negocio<br />

en el Bajo Flores para que los porteños<br />

consumidores llegaran por la droga de la<br />

mejor calidad a puerto seguro. De esa manera,<br />

Voladora conservaba el control de un<br />

barrio entero, cuando la traición no se había<br />

impuesto aún en la 1.11.14.<br />

Aunque no hay certeza sobre su pasado<br />

senderista, Voladora construyó su<br />

imagen de generoso pero implacable jefe<br />

territorial sobre esa fama, la que le otorgaba<br />

el mote de “terruco”. Algunos investigadores<br />

judiciales creen que algunos<br />

capos esparcieron el falso rumor de que<br />

habían pertenecido a Sendero Luminoso<br />

para hacerse respetar en los nuevos destinos<br />

migratorios. En los archivos del Juzgado<br />

Especializado en lo Penal Transitorio<br />

en Delito de Terrorismo de Lima nada<br />

hay sobre un supuesto pasado senderista<br />

de un tal Julio Valderrama Enciso, alias<br />

Voladora.<br />

Voladora no tuvo paz por demasiado<br />

tiempo. Su dominio comenzó en 1993 y<br />

hacia fines de 1995 su segunda línea comenzó<br />

a cercarlo. Su soldado más prominente<br />

era un limeño que también se vanagloriaba<br />

de cierto pasado oscuro durante<br />

la guerra: Julio Chamorro Revollar. Criado<br />

en San Juan de Lurigancho era un hombre<br />

cerca de los cincuenta años que había conocido<br />

bien las tramas que Sendero supo<br />

construir entre los migrantes de las sierra<br />

central que forjaron ese barrio en Lima.<br />

San Juan se forjó con las invasiones de familias<br />

de migrantes internos como los<br />

Chamorro. Julio Chamorro, con antecedentes<br />

por robo a mano armada, no conocía<br />

de cerca el negocio del narcotráfico.<br />

Pero sabía cómo armar un ejército urbano<br />

de jóvenes temerarios. Los buscó en su<br />

propio barrio. Nada puede ser más parecido<br />

a la villa 1.11.14 por sus construcciones<br />

sinuosas que las casitas empinadas en San<br />

Juan de Lurigancho. En ningún lugar conseguiría<br />

mejores hombres.<br />

Chamorro y sus sicarios limeños atacaron<br />

la noche del sábado 31 de agosto de<br />

1996. Ante los primeros tiros, Voladora y<br />

sus muchachos pegaron un salto hacia el<br />

pasillo. En zigzag, Voladora intentó esquivar<br />

las balas. Pretendía esconderse en el<br />

rancho de una amiga. No logró cruzar el<br />

pasillo. Lo alcanzó un tal Henry, que iba al<br />

frente del pelotón. De un escopetazo le<br />

voló el gorro de visera roja y los huesos del<br />

cráneo. La sangre salpicó la campera de<br />

cuero que llevaba el sicario. En el expediente<br />

judicial se puede leer la descripción de<br />

los médicos que hicieron la autopsia de<br />

Valderrama: “Presenta una herida de contornos<br />

irregulares, con bordes contusos y<br />

de los que parten varios desgarros, compatible<br />

con orificio de entrada de múltiples<br />

proyectiles de arma de fuego que aparentemente<br />

provocan la pérdida total de los<br />

huesos de la calota craneana y de la masa<br />

encefálica, encontrándose restos de la misma<br />

y sangre en un área aproximada de dos<br />

metros de diámetro en una pared que se<br />

encuentra por detrás del mismo”. Y las<br />

consideraciones de “médicos legales”:<br />

—Se trata de un triple homicidio<br />

doloso.<br />

—Por la forma en la que se encontraron<br />

distribuidos los cuerpos seguramente<br />

existió una persecución previa de<br />

los occisos.<br />

—Fue llevado a cabo por más de una<br />

persona.<br />

—Por la cantidad de lesiones y ensañamiento<br />

se podría suponer que se debió a<br />

lo conocido como un ajuste de cuentas.<br />

El ajuste no fue un homicidio. Fueron<br />

tres. Primero mataron a Voladora. Luego<br />

a uno de sus soldados, un chico conocido<br />

como El Bebé. Ciento cincuenta metros<br />

más allá mataron a su hermano, Miguel<br />

Valderrama, de 31 años. Los testigos que<br />

La luchas internas entre grupos han provocado una<br />

escalada en la violencia, con asesinatos y masacres.<br />

LA POLICÍA ARGENTINA HA DEBIDO<br />

ORGANIZAR OPERATIVOS EN LAS CALLES<br />

para intentar evitar más enfrentamientos.<br />

PÁGINA 12 / SANDRA CARTASSO<br />

122 GATOPARDO


NARCOS<br />

La novedad es que los asesinatos ya no están<br />

dentro de las villas sino en pleno centro de<br />

la ciudad: los cadáveres de jóvenes <strong>peru</strong>anos<br />

han sido sembrados por toda la ciudad.<br />

declararon ante la justicia concuerdan en<br />

dos signos claros de la inauguración de<br />

una época: los matadores iban con las caras<br />

cubiertas por pasamontañas y tras el<br />

fuego de los tiros sobrevino el fuego de las<br />

llamas; uno de los sicarios al mando de<br />

Julio Chamorro lanzó un cartucho de dinamita<br />

sobre la casa de Voladora. Su fama<br />

de ex guerrillero justo y solidario no le alcanzó<br />

para sobrevivir la esencia violenta<br />

del mercado narco. El destino no se construía<br />

ya convenciendo sólo a los cuadros<br />

intermedios y parte de las bases populares,<br />

porque el enemigo, tal como lo había<br />

dicho Guzmán, estaba siempre más próximo<br />

que uno mismo.<br />

Meteoro nació en Ancash, Pallasca<br />

Pampas, un pueblo diez horas<br />

al norte de Lima como Esidio<br />

Teobaldo Ramos Mariños. Sus padres<br />

sobrevivieron como campesinos agricultores<br />

hasta que la miseria los empujó hacia<br />

Lima, en la década de los setenta. La política<br />

industrial de la época generaba puestos<br />

de trabajo en los centros productivos de los<br />

alrededores de la capital. A los pocos días<br />

de dormir en la casa de unos parientes lejanos<br />

junto a otras familias invadieron un<br />

terreno libre en una falda de Caja de Agua,<br />

San Juan de Lurigancho. Allí crecieron los<br />

cinco hermanos Ramos Mariños. Allí vive<br />

todavía el mayor de ellos, José. Excelente<br />

constructor, de manos pequeñas y gruesas,<br />

callos y cortes visibles en la piel cuarteada,<br />

José preferiría no tener que hablar con un<br />

periodista. “Cuando uno no tiene dinero<br />

para pagarles, no se le puede creer a la<br />

prensa, porque son como esos animales<br />

carroñeros”, dice sin dar paso en la puerta<br />

de su casa, habitada por hijos y sobrinos<br />

que tras un primer acercamiento se convertirán<br />

en celosos custodios de don Gumersindo,<br />

a quien negarán más veces que<br />

Pablo a Cristo en vísperas de su muerte.<br />

“No insista señor —dirán—, acá no vive<br />

ningún José Ramos Mariños. A ese señor<br />

no lo conocemos”.<br />

Aún así el primer y corto diálogo con<br />

el referente de Meteoro y Ruti, el hombre<br />

que, según los que los han conocido en el<br />

fragor de la pelea en Buenos Aires, los inició<br />

en la conciencia política de sus juventudes,<br />

ayuda a comprender.<br />

—Yo he sido el mayor y hemos crecido<br />

los dos juntos. Me sorprende hasta ahorita<br />

lo que pasó en Buenos Aires. Quiero<br />

decir, que no somos gente que se llene de<br />

riqueza con esos asuntos de los que acusan<br />

a mis hermanos. Míreme a mí, mire la sencillez<br />

de mi casa, de mi barrio, soy un hombre<br />

mayor pero sigo trabajando. Toda mi<br />

vida me ha dado por el trabajo —se lanza.<br />

—A Esidio, su hermano al que en Buenos<br />

Aires le decían Meteoro, le interesó<br />

muy temprano la política.<br />

—Mi hermano sí estaba en la política<br />

y eso me enorgullece, porque la pobreza es<br />

un problema político. Y le soy sincero, a mí<br />

pueden verme toda mi trayectoria y mi familia<br />

y nada podrán encontrar que ensucie<br />

nuestras ideas y nuestras actitudes. Siempre<br />

nos hemos caracterizado por nuestra<br />

pobreza y por eso con mi hermano hemos<br />

andado para arriba y para abajo para sobrevivir.<br />

Mi hermano, sí, estaba inmerso en<br />

la política. Él por ese motivo fue acusado,<br />

cumplió un tiempo en la cárcel y luego se<br />

fue como asilado político a Buenos Aires.<br />

En los medios apareció como terrorista de<br />

Sendero. Nadie puede decir lo que realmente<br />

pasó, nadie puede decir lo que puede<br />

pasar mañana —dice misterioso:<br />

—¿Ustedes son religiosos? —pregunto<br />

sólo para poner entre nosotros un tema<br />

posible, un tema de opinión sincera, antes<br />

PÁGINA 12 / PABLO PIOVANO<br />

124 GATOPARDO


NARCOS<br />

PÁGINA 12 / SANDRA CARTASSO<br />

de que me empuje hacia la calle, lejos de su<br />

vida y la de su familia.<br />

Escucha, se calla por unos segundos<br />

morosos, y se entusiasma por fin.<br />

—Yo de la religión católica me he<br />

desengañado, empezando por el Papa. Me<br />

he hartado de todo lo que significa. Ellos<br />

son claves en el sistema para aplastar a las<br />

masas.<br />

—Su hermano se rebeló a eso. ¿Qué<br />

fue lo que le hizo cambiar?<br />

—A él no le ha gustado nunca aprovecharse<br />

de nadie: hasta su propia ropa regalaba.<br />

Desde niño fue una persona muy trabajadora.<br />

Él perteneció a un gremio sindical<br />

de la construcción, hasta que lo despidieron<br />

cuando entraron los líderes sindicales<br />

de más alto nivel y negociaron con la<br />

patronal. Ver eso, estar metido en el proletariado,<br />

en esos años que revienta toda la<br />

lucha social lo convenció de participar del<br />

proceso revolucionario. Todo lo influyó pa -<br />

ra que entrara a la política.<br />

Si Chamorro, el ajusticiador de Voladora,<br />

no fue miembro de Sendero<br />

Luminoso, supo cómo hacerse de<br />

ex soldados de la organización para dominar<br />

en Buenos Aires. Fue él quien contrató<br />

los servicios de Meteoro y de su hermano,<br />

también sospechado de senderista, Rutilio<br />

Ramos Mariños, alias Ruti. Meteoro y Ruti,<br />

a su vez, fueron los que unieron al grupo a<br />

un joven e inteligente limeño<br />

con familia en Trujillo:<br />

Marco Antonio E s-<br />

tra da González, alias<br />

Mar cos, y a su hermano,<br />

Eduardo, alias Pity. Aun -<br />

que no habían com partido<br />

la militancia política,<br />

sí conocían sus dotes<br />

para el robo a ma no armada<br />

de cuando todos,<br />

los Estrada Gonzalez y<br />

los Ramos Mariños, eran<br />

vecinos de San Juan de<br />

Lurigancho. Desde que<br />

los Ramos se fueron del<br />

Partido Comunista de Perú, lo que a prendieron<br />

en la lucha política lo aplicaron al<br />

delito común. No es una actitud usual<br />

de la dirigencia senderista. Se trata de<br />

excepciones tempranas. Para la mayoría<br />

de los comprometidos maoístas <strong>peru</strong>anos<br />

la entrega total al partido duró toda<br />

la década de los ochenta. Abigail Guzmán<br />

forjó militantes capaces de inmolarse<br />

por la revolución y, en caso de ir<br />

presos, soportar la cárcel construyendo<br />

fortaleza individual y colectiva en el encierro.<br />

Chamorro había confiado en Marcos<br />

desde que lo conoció en una casa tomada<br />

de Buenos Aires. Según la declaración que<br />

daría luego a la policía, Marcos, que tenía<br />

ARRIBA: Vista de la villa desde el barrio<br />

Rivadavia. ABAJO: La pintura del rostro a<br />

la que le han quitado buena parte pertenece<br />

a Rodolfo Wolsh, periodista y escritor<br />

desaparecido durante la última dictadura.<br />

antecedentes en Lima por robo, llegó a trabajar<br />

como costurero. Chamorro lo nombró<br />

su compadre. El compadrazgo es clave<br />

como lazo solidario entre connacionales,<br />

sobre todo en pagos ajenos. Pero ese vínculo<br />

que compromete a las dos partes de forma<br />

“parafamiliar” también es un nudo de<br />

tensiones por lo que cada parte debe hacer<br />

y cumplir. Difícil ser el compadre de un<br />

jefe. La afinidad se comenzó a resquebrajar<br />

cuando Chamorro golpeó a una hermana<br />

de Marcos. Para entonces Marcos ya había<br />

juntado a casi toda su familia en el Bajo<br />

Flores. Los Estrada Gonzalez eran suficientes<br />

para disputar el poder. Aunque sus viejas<br />

ideas de un proletariado impiadoso con<br />

la burguesía heredadas de Sendero Lumi-<br />

MARCOS ADANDIA<br />

126 GATOPARDO


NARCOS<br />

noso eran compartidas por Meteoro y Ruti,<br />

Chamorro no pudo sostener una alianza<br />

con ellos dejando fuera a los Estrada González.<br />

Pudo más la ambición de sus lugartenientes,<br />

y sobre todo, su origen territorial<br />

común: San Juan de Lurigancho.<br />

A Chamorro lo mataron tiradores con<br />

la cara descubierta. Él y sus muchachos<br />

más cercanos descansaban después de jugar<br />

un partido de futbol en la “canchita de<br />

los paraguayos” de la villa, un descampado<br />

de 15 por 6 metros rodeado de casas al que<br />

se llega aun por pasillos laberínticos. Sentados,<br />

con los torsos desnudos, sudados, comentaban<br />

las patadas del juego y tomaban<br />

gaseosa. Chamorro no alcanzó a reaccionar.<br />

Se paró cuando vio al que avanzaba<br />

con una 9 milímetros alzada. El primer tiro<br />

lo hizo caer de espaldas sobre el piso de tierra.<br />

La entrada a la cancha de los matadores<br />

produjo un inmediato silencio, por eso<br />

el recuerdo de los testigos que declararon<br />

en la causa judicial aún abierta es el estampido<br />

de la pólvora, y luego un golpe seco<br />

contra el suelo. El estupor de los empleados<br />

de Chamorro, la estampida inútil, los<br />

quejidos y los insultos, todo se produjo al<br />

mismo tiempo. Los atacantes los bajaron<br />

de una sola barrida.<br />

Ese día, el 11 de febrero de 1999, Magdalena<br />

Chamorro Rossi supo, tres manzanas<br />

más allá, que los tiros habían sido para<br />

los hombres de su familia. Su padre, Julio<br />

Chamorro; su novio, Marco Antonio Carrión<br />

Hinostroza; y su tío, Mario Rossi, yacían<br />

en la cancha. Había muerto un capo<br />

que negoció con otros clanes familiares<br />

para que cada uno trabajara en su rubro.<br />

Los paraguayos manejaban la llegada de<br />

camiones cargados de marihuana a la ciudad<br />

y hasta entonces, hasta ese día, habían<br />

convivido con tensiones pero sin muertos<br />

con los narcos <strong>peru</strong>anos. La llegada de<br />

Marcos, Ruti y Meteoro, el pasado militar y<br />

delincuencial de los tres, pondría nuevas<br />

reglas: una zona liberada al narcotráfico<br />

local dispuesta a ganarse el mercado porteño.<br />

Por eso nuevamente la muerte se produjo<br />

como una coreografía de la violencia,<br />

una marca en el tejido del barrio que no dejaría<br />

margen para la delación.<br />

Los paraguayos que vieron la masacre<br />

describieron la escena del crimen con detalles<br />

ante la policía. Justina Natividad Martínez<br />

llegó cuando Chamorro ya estaba tirado<br />

en el piso del escenario, “en cueros, vestido<br />

con un pantalón de futbol rojo con<br />

tiras blancas, inconsciente”, porque a pesar<br />

de que ya tenía cuatro tiros en el torso<br />

ella no vio sangre. Lo que vio es que “le<br />

temblaba la panza. Era un hombre gordito.<br />

Después supo que era Chamorro”, se<br />

lee en su declaración judicial ante la DUIA,<br />

la Dirección Unidad de Inteligencia Antiterrorista.<br />

“Cerca había un hombre con un<br />

short floreado, que tenía una herida sangrante<br />

en la pierna. Junto a este muchacho<br />

había una chica <strong>peru</strong>ana que trataba<br />

de ayudarlo tapándolo con una sábana. La<br />

chica lloraba y gritaba diciéndole: ¡aguanta!,<br />

¡aguanta!”, contó.<br />

“En ese momento aparecieron corriendo<br />

por el portón otros dos <strong>peru</strong>anos,<br />

vestidos con pantalones bermudas y camisetas<br />

con armas en las manos —relata Justina—.<br />

Sin mediar palabra se subieron a la<br />

tarima y casi apoyando sus armas contra el<br />

cuerpo y la cabeza de Chamorro, le dispararon.<br />

Inmediatamente uno se sacó una<br />

camiseta de futbol, roja y azul de San Lorenzo,<br />

y la tiró junto al cuerpo. Luego los<br />

dos <strong>peru</strong>anos se fueron corriendo por el<br />

mismo camino de donde habían venido.<br />

Enseguida aparecieron otras dos mujeres,<br />

también <strong>peru</strong>anas, quienes trataron de colocar<br />

a Chamorro en una frazada, para llevárselo<br />

del lugar, pero como era gordito no<br />

lo podían levantar. En ese instante apareció<br />

otro <strong>peru</strong>ano que anda con los dos que<br />

mencionó antes. El joven se acercó al cuerpo<br />

de Chamorro y le tocó el cuello, como<br />

tomándole el pulso. Inmediatamente después<br />

se persignó, interpretando la declarante<br />

que Chamorro estaba muerto”.<br />

La investigación del crimen derivó en<br />

una causa judicial por narcotráfico con tra<br />

tres de los capos: Marcos,<br />

Ruti y Meteoro. Al<br />

poco tiempo de la “masacre<br />

de la canchita”<br />

una carta anónima llegó<br />

al Juzgado de Instrucción<br />

en lo Criminal<br />

37. Denunciaba: “El señor<br />

Rutilio más conocido<br />

como Ruti es distribuidor<br />

de droga de toda<br />

la villa 1.11.14. Investigue<br />

usted en el aeropuerto<br />

Ezeiza, cuántas<br />

veces salió y entró del<br />

país. Tiene gente que<br />

trabaja para él y le trae la droga por Bolivia<br />

y Paraguay. También tiene gente en cana<br />

que él los ha dejado tirado; es una persona<br />

muy mala. Él es la cabesa (sic) de esta masacre<br />

y si no lo detienen lo va a seguir haciendo.<br />

Con respecto al hermano, él se encuentra<br />

refugiado en la Argentina. Cuando<br />

Esidio Ramos Mariños (Meteoro) llegó del<br />

Perú pidió asilo político, y fue a la Cruz Roja<br />

a pedir ayuda. Meteoro y Ruti están buscados<br />

en el Perú por terrorismo. A Sendero<br />

Luminoso investíguenlo. Que Dios guarde<br />

a usted y tenga suerte en las investigaciones<br />

para que no quede impune esta acre”.<br />

La oficina de la jueza de transición<br />

Claudia Barrantes es un salón amplio<br />

pero lleno de escritorios de<br />

otros funcionarios judiciales de El Callao.<br />

Los tribunales quedan sobre una avenida<br />

hacia cuyos costados crece esa enorme ciu -<br />

dad hecha con base en invasiones de serranos<br />

llegados a la capital. A pesar de compartir<br />

el espacio con sus colegas, la doctora<br />

Barrantes ha logrado darle un toque personal<br />

a su espacio. A la vista hay tres copas<br />

ganadas en algún certamen, un cristo<br />

con un martillo en las manos, la bandera<br />

de Perú y algunas fotos familiares bajo un<br />

vidrio verdoso. La rodean los papeles. Los<br />

expedientes se acumulan a su alrededor<br />

como ladrillos en una caprichosa construcción.<br />

Barrantes es joven. Vital. Expeditiva.<br />

Seca. Busca entre muchos otros y da después<br />

de un rato con una causa ya expira-<br />

CAPILLITA ARMADA PROVISIONALMENTE<br />

DENTRO DE LA VILLA para tratar de sacar<br />

a los jóvenes de las drogas y las calles. La<br />

fotografía sobre el altar pertenece a Monseñor<br />

Angelelli, asesinado durante la última dictadura<br />

militar.<br />

MARCOS ADANDIA<br />

128 GATOPARDO


NARCOS<br />

da, muerta. Sí, es un expediente que tramita<br />

en su despacho que ha girado durante<br />

veinte años por la ciudad de un juzgado<br />

a otro, de los criminales a los de terrorismo,<br />

y luego a las cámaras y los tribunales<br />

superiores. Allí está el pasado. Su espesor,<br />

el color ocre y el olor que exhala lo vuelven<br />

contundente: entre sus costuras se acumulan<br />

los panfletos con la hoz, los libros<br />

de divulgación, los planos y los croquis<br />

para cometer atentados con dinamita y<br />

eliminar policías de la Guardia Civil. En<br />

esas mil fojas hay que rastrear en muy<br />

poco tiempo los pasos de Meteoro, sus<br />

alianzas, sus acciones.<br />

Sabíamos que Meteoro había pasado<br />

del sindicato de la construcción al partido,<br />

con el convencimiento de que las instituciones<br />

de la izquierda democrática eran<br />

más dominación. La saga de circunstancias<br />

que confabularon para que su militancia<br />

fuera corta comienzan con la madre de<br />

su novia y compañera delatándolos como<br />

terroristas ante la policía. En una larga declaración<br />

la mujer expresa su preocupación<br />

porque su hija no sólo se ennovió con un<br />

aparente guerrillero que la amenazó con<br />

“enfriarla” si los molestaba, sino que además,<br />

al revisar su cuarto, descubrió que lo<br />

usaban de arsenal: ametralladoras, rifles,<br />

escopetas, pistolas y latas con cartuchos de<br />

dinamita, según asegura una supuesta vecina<br />

chismosa que relata lo escuchado de<br />

la madre de ella. Todo el expediente está<br />

viciado de irregularidades pero al mismo<br />

tiempo la descripción sobre los supuestos<br />

hechos es intensiva y la protagonista de la<br />

historia es la mujer, una chica de veinte<br />

años que se hace llamar la Camarada Edith.<br />

A Meteoro le dicen el Camarada Carlos.<br />

Los acusan de ser los dirigentes máximos<br />

del comité Metropolitana Este del Partido<br />

Comunista Sendero Luminoso, San Juan<br />

de Lurigancho. Reclutan. Planifican. Seleccionan<br />

objetivos. Ponen bombas.<br />

El 7 de mayo de 1986 allanaron la casa<br />

de Edith en la urbanización Taboadita de<br />

El Callao, cerca de los Tribunales. En esa<br />

oficina repleta puedo leer, mientras la jueza<br />

firma otros expedientes. “Ha participado<br />

—dice la acusación fiscal en las últimas<br />

fojas— en la elaboración de actos subversivos<br />

como el atentado con artefactos explosivos<br />

de la firma Muebles 501 y de la dinamitación<br />

del PAIT —una oficina del gobierno—<br />

de Canto Grande. Se los vincula<br />

con reportes sobre trabajo en masas, campañas<br />

de agitación, informaciones sobre empresarios<br />

y ejecutivos de las fábricas de dicha<br />

jurisdicción, investigaciones para el<br />

aniquilamiento de los miembros de la<br />

guardia republicana”. Los peritos grafológicos<br />

aseguran que los manuscritos hallados<br />

fueron escritos por Esidio Ramos, alias<br />

Carlos, y Gladis Alzamora, alias Edith. Entre<br />

los escritos, hay uno muy extenso redactado<br />

por ambos. Su párrafo más potente<br />

dice: “Estamos viviendo momentos ardorosos<br />

de victoria que van a potenciar la<br />

base de apoyo que son efectuados por los<br />

guerrilleros que bregan con su sangre. Se<br />

han golpeado las bases económicas. El Perú<br />

dará nuevos éxitos. Nuestro pueblo está<br />

vertiendo su sangre desinteresadamente<br />

en esta coyuntura política con dos contradicciones:<br />

entre la feudalidad y las masas, y<br />

entre el viejo Estado y el nuevo Estado”.<br />

Cuando la jueza que investigaba la<br />

masacre de la canchita de los paraguayos<br />

reunió información sobre el tráfico de<br />

drogas detrás del triple crimen ordenó<br />

que la justicia federal investigara a Meteoro,<br />

Ruti y Marcos por contrabando de<br />

drogas. Por los posibles vínculos con el<br />

para entonces casi desaparecido Sendero<br />

Luminoso, el caso fue investigado por<br />

hombres de la División Antiterrorismo.<br />

Fueron ellos los que filmaron a los hermanos<br />

Ramos Mariños en el barrio administrando<br />

la mercancía y la tropa. “A Meteoro<br />

lo recuerdo con un pantalón de jeans, un<br />

sobretodo negro y una gorra roja. Cuando<br />

lo fuimos a detener pasamos en un auto y<br />

nos tiramos encima de él de sorpresa. Tenía<br />

un pool donde se pasaba el día manejando<br />

a sus soldados con un teléfono de<br />

manos libres, le hablaba a los demás como<br />

si hablara solo. Como estaba siempre rodeado<br />

de guardaespaldas y vigías, lo sacamos<br />

en el coche a toda velocidad de la villa<br />

y escribimos el acta de detención seis<br />

cuadras más allá”, cuenta uno de los oficiales<br />

que le puso las esposas. A Ruti lo<br />

agarraron a los pocos días. A Marcos tres<br />

meses después lo pescó la Interpol en<br />

Lima.<br />

Lo cierto es que no tenían demasiadas<br />

pruebas para juzgarlos por el tráfico porque<br />

nunca hallaron una cantidad de droga<br />

importante. Era una causa construida en<br />

base a la inteligencia policial y una serie<br />

endeble de testigos. Quizá por eso los jueces<br />

del Tribunal Oral Federal negociaron<br />

con los abogados de los tres acusados una<br />

pena magra para la acusación: tres años<br />

por asociación ilícita. Corta, barata, la maldita<br />

condena fue el comienzo del fin.<br />

En la cárcel surgieron las diferencias.<br />

Sostener el negocio durante ese tiempo<br />

llevó una logística que no todos asumieron<br />

por igual. Los Ramos Mariños fueron<br />

quedando lejos de las decisiones que en la<br />

calle comenzaron a ejecutar las mujeres y<br />

los sobrinos de la banda. Marcos organizó<br />

el barrio aún a la distancia y logró limpiar<br />

la villa de pequeños clanes paraguayos.<br />

Los muertos se sucedieron cada vez que<br />

alguien intentó sacar provecho propio sin<br />

rentar a la central con asiento en frente de<br />

un altar vistoso entre los pasillos, el del<br />

Señor de los Milagros. Marcos salió de la<br />

cárcel a mediados de 2004. Asumió el control<br />

total del Bajo Flores. Sus ex socios, los<br />

“terrucos”, fueron liberados un tiempo<br />

después. Se refugiaron en el otro extremo<br />

de la ciudad, en la villa 31, de Retiro. Desde<br />

allí pensaron la venganza y la reconquista<br />

del territorio.<br />

Ése fue el incidente que los puso en la<br />

mira. Ese conflicto llevado al uso extremo<br />

de la violencia y la ruptura de todos los códigos:<br />

el 29 de octubre de 2005 atacaron la<br />

procesión religiosa del Señor de los Milagros<br />

cuando la fiesta colmaba la avenida<br />

Bonorino, en el borde de la villa 1.11.14. Los<br />

sicarios fueron una decena. Pero la justicia,<br />

aunque maneja una lista de apodos entre<br />

los que está el de Meteoro, solamente juntó<br />

pruebas suficientes como para acusar a<br />

Rutilio Ramos Mariños. Una mujer declaró<br />

que le disparó doce veces en la pierna izquierda.<br />

No lo contó, pero se conocían.<br />

Quiso dejarla inválida. En el tiroteo murieron<br />

cinco personas. Entre ellas un bebé boliviano<br />

que iba colgado a la espalda de su<br />

madre. El juez que investigó el caso ya lo<br />

elevó a juicio oral. Como venganza por la<br />

masacre del Cristo Moreno, primero fue<br />

degollado un chofer del grupo atacante,<br />

Axel Rodríguez. Luego cayó uno de los soldados<br />

de Marcos. Intentaron liquidar a<br />

Ruti, pero no lo consiguieron. En enero le<br />

dieron cuatro tiros en los pulmones con un<br />

rifle de mira telescópica. Se curó con otro<br />

nombre en un hospital público, y cuando<br />

estuvo fuerte se arrancó el suero y huyó. En<br />

el escape lo asistió Meteoro. A los dos meses,<br />

en marzo, a Ruti lo detuvieron. Meteo-<br />

130 GATOPARDO


NARCOS<br />

ro quedó solo en la villa 31. El 6 de abril de<br />

2006 lo liquidaron.<br />

El blanco de los sicarios no estuvo<br />

aquel sábado en la procesión del Señor: era<br />

Marcos Estrada González. Los hombres<br />

con largas túnicas moradas que sostenían<br />

la imagen del Cristo negro iban detrás de<br />

una mujer elegante, que en el extremo de la<br />

coquetería solía usar lentes de contacto<br />

azules: era Lidia Enríquez Alarcón, la suegra<br />

de Marcos, conocida en el barrio como<br />

Lily. Nacida en Bolivia pero radicada hace<br />

décadas en Buenos Aires, es la madre de<br />

Silvana Salazar, la esposa de Marcos. Con<br />

los primeros disparos los fieles se tiraron<br />

bajo los autos y los puestos de la feria de<br />

frutas y verduras de la avenida Bonorino.<br />

La imagen del Cristo y hasta el cura de la<br />

villa fueron refugiados en la casa de Lily,<br />

una construcción de tres pisos a unos pasos<br />

de donde fue el ataque.<br />

A salvo de Meteoro y Ruti, uno<br />

muerto y el otro preso, Marcos dominó el<br />

barrio hasta hace poco. El domingo 6 de<br />

mayo a la madrugada un juez federal<br />

allanó 20 viviendas de la villa 1.11.14, entre<br />

ellas la de Lily, quien fue detenida<br />

junto a otras 19 personas. Está acusada<br />

de narcotráfico y lavado de dinero. Marcos<br />

continúa prófugo: en la justicia no<br />

terminan de acordar si pasa sus días en<br />

Paraguay o en Bolivia. Su captura es una<br />

cuenta pendiente para el ministro del Interior<br />

actual, Aníbal Fernández, quien<br />

sorprendió cuando en una entrevista reciente<br />

dijo que las fuerzas de seguridad<br />

ya no perseguirían “perejiles” —en la jerga<br />

local la palabra señala a un personaje<br />

de poca monta— sino capos. El gobierno<br />

del presidente Néstor Kirchner tardó,<br />

pero ante la magnitud del crecimiento<br />

del contrabando y la violencia anunció<br />

un giro en su política de drogas: no perseguir<br />

al consumidor ni al pequeño comercializador,<br />

sino apuntar a las grandes<br />

organizaciones criminales. Durante los<br />

últimos seis meses los combates de estos<br />

grupos se recrudecieron. Las bandas <strong>peru</strong>anas<br />

se cobran con sicarios y tiros las<br />

cuentas pendientes. La novedad es que<br />

los asesinatos ya no son dentro de las villas<br />

sino en pleno centro de la ciudad: los<br />

cadáveres de jóvenes <strong>peru</strong>anos han sido<br />

sembrados en Balvanera, Once y en el corazón<br />

del Abasto, el barrio donde vivió<br />

Carlos Gardel.<br />

El expediente judicial de Meteoro y<br />

sus compañeros de Sendero Luminoso<br />

es un laberinto como el de la<br />

villa, como el de la montaña, como el recorrido<br />

del propio rufián. Sorprende a<br />

cada paso la construcción de los supuestos<br />

delitos, endeble pero endiablada, fútil<br />

pero perversa, que llevaron a Gladis Alzamora<br />

Alvarado, la supuesta camarada<br />

Edith, a su compañera Ruth Fernandina<br />

y al hermano de Gladis, Roger Alzamora,<br />

a la cárcel. Sorprende aún más la única<br />

respuesta que se encuentra a la libertad<br />

de Esidio Teobaldo Ramos Mariños, Meteoro,<br />

que apenas pasó por el encierro.<br />

Aunque no está dicho de forma taxativa,<br />

se desprende de los documentos que el<br />

supuesto Camarada Carlos dio el salto al<br />

delito común confirmando todas las preocupaciones<br />

de Abigael Guzmán. Las citas<br />

de Julio César y de Macbeth, adquirien<br />

sentido al leer:<br />

“Que como resultado de la declaración<br />

del acusado Esidio Teobaldo Ramos<br />

Mariños a fojas 1187 a 1189, manifestación<br />

policial de fojas 97, se prueba que<br />

éste tiene ideología de izquierda habiendo<br />

participado en reuniones con elementos<br />

terroristas de Sendero Luminoso y siendo<br />

responsable de la base de Caja de Agua. La<br />

coacusada Gladis Alzamora fue su conviviente<br />

(…)”, dice hacia el final la confesión.<br />

“El acusado Esidio Teobaldo Ramos se<br />

sincera que por orden de su coacusada<br />

Gladis Alzamora Alvarado participó en el<br />

seguimiento de efectivos policiales para<br />

su aniquilamiento en base a croquis. Fue<br />

entrenado por su coacusada en el parque<br />

zonal de Las Flores. Se reunían con su<br />

coacusada Ruth Cabezas para realizar balanceo<br />

de los volantes que se realizaron.<br />

Participó del atentado del local del PAIT al<br />

lado de sus coacusados, Gladis, Ruth e<br />

Iván y los conocidos como Diana, Martín<br />

y Jaime. Tal como se desprende del acta<br />

de reconocimiento de fojas 1013 con la intervención<br />

del representante del ministerio<br />

público”, consta.<br />

Imposible saber si Meteoro corrió la<br />

misma suerte que algunos de sus compañeros<br />

antes de ser interrogados. A Gladis,<br />

según el mismo expediente, la torturaron<br />

sumergiéndole la cabeza en un balde de<br />

agua y abusaron de ella. En la urbanización<br />

Taboadita, en El Callao, después de<br />

veinte años las casas lucen como en cualquier<br />

barrio de clase media. Las calles, ya<br />

no de barro, ahora son asfaltadas. Los<br />

frentes bien pintados, los antejardines<br />

han borrado las huellas de lo que fue,<br />

como la mayor parte de Lima, una invasión.<br />

Una mujer de unos sesenta años<br />

abre un portón pensando que es su hija<br />

Gladis la que llega a guardar el coche en el<br />

garage. Gladis, en libertad hace cinco<br />

años, ha podido rehacer su vida. Ha intentado<br />

olvidar el pasado tortuoso. No está<br />

en casa, pero su madre accede a dar el número<br />

de teléfono.<br />

La llamo al día siguiente. Del otro<br />

lado de la línea Gladis Alzamora, la camarada<br />

Edith, suena dulce, aunque su tono<br />

cadencioso no logra ocultar la angustia.<br />

—Me obligaron a escribir papeles como<br />

si fuera una guerrillera. Me armaron<br />

una causa judicial, mintieron para convertirnos<br />

en sus víctimas. Mi hermano Roger<br />

terminó con tratamientos psiquiátricos por<br />

los golpes, y murió en la cárcel de un edema<br />

pulmonar. Sólo por estudiar en la Universidad<br />

de San Marcos nos acusaron —dice.<br />

—¿Usted recuerda a Esidio Teobaldo<br />

Ramos Mariños?<br />

—…<br />

—Él, según consta en el expediente,<br />

era su pareja.<br />

—No conozco a esa persona, nunca<br />

lo conocí.<br />

Gladis hace un esfuerzo notable por<br />

no recordar. Lo confiesa.<br />

—He preferido olvidar. Por favor no<br />

me pregunte nada, no quiero recordar lo<br />

pasado.<br />

—¿Cómo era él?<br />

—¿Era?<br />

—Sí, él falleció.<br />

—…<br />

—En Buenos Aires, el año pasado.<br />

El silencio se alarga hasta que decide<br />

preguntar.<br />

—¿Cómo murió?<br />

—Lo mataron. Le dispararon.<br />

—¿Por qué?<br />

—Por una guerra de narcotraficantes.<br />

—Ah… No lo conozco. Nunca lo conocí.<br />

—¿Está segura?<br />

— P e r d o n e ,<br />

pero tengo que<br />

cortar.<br />

132 GATOPARDO

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