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MODELISMO NÁUTICO por Alfredo Bafico Rojas DINGHIES Y.C.A. “A” y “B” métodos manuales que habían aprendido en su Italia natal. Nuestra impecable flota marplatense nos recibía a fin de año para divertirnos en largas e inolvidables vacaciones de aquella época, luciendo sus nuevas capas de esmalte blanco en exteriores, barniz en cintones, aparejo, cornamusas, etc. y esmalte gris “horizonte” en los interiores, además del cobre en los fondos, que en los Clase Ushuaia era de chapa clavada. Durante casi cuarenta años, entre 1940 y 1980, los tres dinghies de nuestro Club brindaron a muchos consocios experiencias imborra bles en paseos y regatas dentro del Puerto de Mar del Plata. Construidas en nuestro país por exclusivo encargue del Club, las tres unidades correspondían a dos diseños diferentes. Uno era el dinghy “C” con un casco “corto” y aparejo “cat” (del que también haría planos de un modelo si consiguiese algunas fotografías prestadas); los otros dos eran de un casco “largo” con aparejo “sloop” de mayor también cangreja. Los cascos eran de orza y timón al espejo, forrados a “tingladillo”. Las velas eran de algodón “egipcio” (llamado así por la finura de sus hilados, pero en realidad venía de Inglaterra tejido con fibras de diversos orígenes), se mantenían celosa - mente enjuagadas y colgadas a la sombra del galpón por nuestros tan queridos Gino y Antonio. Los foques se envergaban con mosquetones de bronce cuyos pistones tenían resortes helicoidales de acero perma nente mente aceitados. Las mayo - res se envergaban “a culebrilla” en botavara y pico, con cabos de algodón retorcido que pasaban por ollaos de latón y los obenques de acero se protegían con una capa permanente de grasa o aceite. Las velas eran envergadas por los consocios que salían a la mañana y eran En las décadas del 50 y 60 (cuando todas nuestras regatas – incluidas las de estos “dinghies”- se publicaban en los principales periódicos y revistas locales como La Prensa, La Nación, La Razón, El Atlántico, El Gráfico, etc.) nuestro contramaestre Antonio Lubrano y su primo Gino Lubrano, mantenían nuestro parque flotante en Puerto Porretti, con los mismos 46 El Yacht diciembre 2012
desenvergadas y embolsadas por la tripulación que saliese a la tarde. Y si no salía nadie, las retiraba Gino. Las escotas y las drizas eran de algodón retorcido de ½ pulgada o más de diámetro, las cajeras y pastecas eran de madera o de acero con ruedas de bronce. El fondeo era un ancla de cepo, de 10/15 Kg con un buen chicote de cadena y unos 20 mts. de cabo áspero de cáñamo, de ½ pulgada. Verano tras verano disfrutábamos con esas embarcaciones, en una época en que el Puerto estaba mucho menos congestionado que ahora, a tal punto que parecía más grande. Cada “dinghy” llevaba dos remos con sus toletes. Los cascos eran muy pesados y con la calma se quedaban parados. Con los remos apenas se movían, por su gran peso o por nuestra falta de preparación física. El secreto era evitar cualquier falta de viento. Navegando en “dinghy”, lo primero que se aprendía era detectar las rachas según la rugosidad en la superficie del agua. En cuanto veíamos adelante agua lisa “espejo” virábamos antes para alejarnos del lugar porque sabíamos que allí había un “pozo” de calma. Un problema recurrente era quedarse encalmados cerca de las rocas de una escollera, porque al rato aparecía Gino con su bote, bogando a la “gondolera”, de pie encarando la proa, que siempre observaba desde el galpón y en cuanto nos veía en problemas, saltaba a su bote de servicio y cruzaba todo el puerto a puro remo para buscarnos, nos enganchaba la proa y nos remolcaba hasta la amarra sin decir ni “mu”. Porque ahí mismo se nos terminaba la navegación del día. Todo un bochorno para nosotros si ocurría delante de damas invitadas, pero una situación que todos conocíamos y nadie discutía porque nadie negaba la autoridad del contramaestre y de su segundo. La ley era “si con esta calma te quedaste una vez, te volverás a quedar otra y si viene el ventarrón es mejor recibirlo en la amarra”. Las ceñidas en los “dinghies” eran un imposible. No orzaban. Y hacer proa los dejaba parados. Eran ideales para tomar amarra en días de viento porque carecían de estropada, aunque quedarse cortos en esa maniobra era algo muy especial … Por eso los tres barquitos tenían sus tres amarras bien separadas de los dos Ushuaia y del Quilmes. Nunca supe que se tumbara un “dinghy”, eran bastante estables sin tener demasiada manga pero los tres contaban a proa y popa con grandes castilletes estancos forrados en chapa galvanizada. Además del valor anímico del modelo, para muchos consocios es una buena manera de hacer armas con el cubrimiento de “tingladillo” en una obra estática que puede hacerse con madera balsa. A falta de originales, se han desarrollado los planos en base a fotografías gentilmente suministradas por nuestro consocio Julio Ledesma y digitalizadas con un scanner del Club. diciembre 2012 El Yacht 47
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tripulación que saliese a la tarde. Y si no<br />
salía nadie, las retiraba Gino. Las escotas<br />
y las drizas eran de algodón retorcido de<br />
½ pulgada o más de diámetro, las cajeras<br />
y pastecas eran de madera o de acero con<br />
ruedas de bronce. El fondeo era un ancla<br />
de cepo, de 10/15 Kg con un buen chicote<br />
de cadena y unos 20 mts. de cabo áspero<br />
de cáñamo, de ½ pulgada.<br />
Verano tras verano disfrutábamos con<br />
esas embarcaciones, en una época en<br />
que el Puerto estaba mucho menos<br />
congestionado que ahora, a tal punto que<br />
parecía más grande.<br />
Cada “dinghy” llevaba dos remos con sus<br />
toletes. Los cascos eran muy pesados y<br />
con la calma se quedaban parados. Con<br />
los remos apenas se movían, por su gran<br />
peso o por nuestra falta de preparación<br />
física. El secreto era evitar cualquier falta<br />
de viento. Navegando en “dinghy”, lo<br />
primero que se aprendía era detectar las<br />
rachas según la rugosidad en la<br />
superficie del agua. En cuanto veíamos<br />
adelante agua lisa “espejo” virábamos<br />
antes para alejarnos del lugar porque<br />
sabíamos que allí había un “pozo” de<br />
calma. Un problema recurrente era<br />
quedarse encalmados cerca de las rocas<br />
de una escollera, porque al rato aparecía<br />
Gino con su bote, bogando a la<br />
“gondolera”, de pie encarando la proa,<br />
que siempre observaba desde el galpón<br />
y en cuanto nos veía en problemas,<br />
saltaba a su bote de servicio y cruzaba<br />
todo el puerto a puro remo para<br />
buscarnos, nos enganchaba la proa y<br />
nos remolcaba hasta la amarra sin decir<br />
ni “mu”. Porque ahí mismo se nos<br />
terminaba la navegación del día. Todo un<br />
bochorno para nosotros si ocurría<br />
delante de damas invitadas, pero una<br />
situación que todos conocíamos y nadie<br />
discutía porque nadie negaba la<br />
autoridad del contramaestre y de su<br />
segundo. La ley era “si con esta calma te<br />
quedaste una vez, te volverás a quedar<br />
otra y si viene el ventarrón es mejor<br />
recibirlo en la amarra”.<br />
Las ceñidas en los “dinghies” eran un<br />
imposible. No orzaban. Y hacer proa los<br />
dejaba parados. Eran ideales para tomar<br />
amarra en días de viento porque carecían<br />
de estropada, aunque quedarse cortos en<br />
esa maniobra era algo muy especial …<br />
Por eso los tres barquitos tenían sus tres<br />
amarras bien separadas de los dos<br />
Ushuaia y del Quilmes. Nunca supe que<br />
se tumbara un “dinghy”, eran bastante<br />
estables sin tener demasiada manga pero<br />
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Además del valor anímico del modelo,<br />
para muchos consocios es una buena<br />
manera de hacer armas con el<br />
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