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60 LORENZO ABAD CASAL como ocurría con griegos y fenicios, sino también al Atlántico, a la costa occidental de Africa. El paso del Estrecho, con tiempo claro, no presenta dificultad. Para ello se pueden aprovechar las corrientes marinas que llevan al Este y al Oeste. Para entrar en el Mediterráneo procedente del Oeste, se puede seguir la corriente marina que lleva hacia el Este por el centro del Estrecho y alcanza una velocidad de dos a tres nudos. En sentido opuesto, de Este a Oeste, se puede contar igualmente con la ayuda de otra corriente, que, fluyendo en esta dirección, contornea la costa espaftola. Todo esto facilita de manera extraordinaria la navegación de cabotaje, y es de suponer que los habitantes de las costas ut1l1zasen estas condiciones tan favorables (6). En esta navegación de pequefto y gran cabotaje, la ciudad de Gades mantiene la primacía (7). La costa de Mauritania y las islas Canarias reciben las frecuentes visitas de los navegantes gaditanos, al igual que las costas atlánticas de Espafta y Francia (8). Por desgracia, en lo que a la navegación interior se refiere, no conocemos prácticamente nada de época anterior a la romana. Sin embargo, si para la Galia tenemos el testimonio de Estrabón (9) confirmándonos que la navegación fluvial de este país se remonta a época céltica, podemos suponer que en una región tan fértil ,como el valle del Guadalquivir, con una población tan floreciente, sea al menos de la misma antigüedad. Es indudable que los tartesios navegarían por estos rios, pero ya es arriesgado suponer, como hace Schulten (10), que fueron los autores de la red de canales que cita Estrabón (11) y, sobre todo, identificar ésta con la que Platón coloca en la Atlántida (12). Para la época romana, las fuentes y la arqueolog1a proporcionan datos preciosos sobre la navegación fluvial. En términos generales, podemos decir que los romanos prefieren establecerse, si es posible, cerca de las vías de agua, para utilizarlas como vías comerciales al mismo tiempo que las aprovechan para el regadío. Las ciudades de la Bética presentan este doble carácter de centros agrícolas y puertos de embarque (13). En la Bética, (6) Thouvenot, R.: Essai sur le province romaine de Bétique. Parla, 1940; p4p. 243 D. (7) Estrabón: III, 1, 8. (8) Pllnio: II, 61, 1. (9) Estrabón: IV, 1, 2; IV, 1, 14. (lO) Schulten, A.: Tll1'tessos. Madrid, 1945, 2.' ed.; pál. 200. (11) Estrabón: III, 2, 5. (12) Platón: Kritias, 1. (l3) Thouvenot, R.: Op. cit., PáI. 361.
f, I EL GUADALQUIVIR, VfA FLUVIAL ROMANA 61 como en la Galia, las ciudades más importantes son las que se encuentran en la confluencia de una VÍa de agua y una ruta terrestre (14). La Galia, país en el que los ríos facilitan mucho las .comunicaciones, tuvo una magnifica red de rutas fluviales. Como dice A. Grenier, 10 que determina aquí el emplazamiento de un antiguo puerto es menos la facilidad de comunicaciones con el mar que las vías abiertas hacia el interior del país (15). La mayoría de las ciudades se encuentran no sólo junto a una VÍa de agua, sino prinCipalmente en la confluencia de varias de ellas (16). Algo pareCido ocurre en el Guadalquivir, aunque no se llega a ese extremo; los afluentes navegables, que se extienden como tentáculos por el valle, no son demasiado numerosos, y si bien las ciudades establecidas en sus riberas dependen en gran medida del tráfico fluvial, en cambio las asentadas en el rio principal, en el Guadalquivir, tienen un sentido más maritimo que fluvial. Tal es el caso de Hispalis, adonde podían llegar perfectamente los barcos grandes remontando el rio. Normalmente los ríos no permiten el paso de navios grandes, de mar, y necesitan tener un puerto situado en la desembocadura para efectuar el transbordo de mercancías desde las embarcaciones marítimas a las fluviales y viceversa. Estos puertos sitos en las desembocaduras de los ríos presentan numerosos problemas, tales como el enarenamiento del delta y la barra que consecuentemente se forma. Tal sucede en. Ostia, Arlés, etcétera (17). El GuadalqUivir presenta en este aspecto una gran ventaja: los navíos pueden subir y bajar perfectamente por él hasta Sevllla. Esta ciudad constituye el primer puerto del rio y sustituye al que otros tienen en su desembocadura. Es cierto que la del Guadalquivir, como la de tantos otros, ha ido creando una barra arenosa que dificulta el tránsito fluvial, pero no es menos e1erto que al estar el puerto bastante alejado no corre peligro de enarenarse. Además de evitar un transbordo, se obtiene la ventaja de hacer llegar los barcos a un punto mucho más próximo al corazón del valle, 10 cual facilita la distribueión de mercaneías. Dentro de las pocas notieias que tenemos sobre la navega (14) Orenier, A.: "Archéologle Oallo-Romaine. n. L'Archéolog!e du Sol", en el Manuel d'Archéologie Préhistorique Celtique et GQllo·R01'1IQÍne de Déchelette. VI. París, 1934; pág. 561. (15) Idem: pág. 493. (16) Idem: pág. 561. (17) Idem: pág. 499.
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terrestre (14). La Galia, país en el que los ríos facilitan mucho<br />
las .comunicaciones, tuvo una magnifica red de rutas <strong>fluvial</strong>es.<br />
Como dice A. Grenier, 10 que determina aquí el emplazamiento<br />
de un antiguo puerto es menos la facilidad de comunicaciones<br />
con el mar que las <strong>vía</strong>s abiertas hacia el interior del país (15).<br />
La mayoría de las ciudades se encuentran no sólo junto a una<br />
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no se llega a ese extremo; los afluentes navegables, que se extienden<br />
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en gran medida del tráfico <strong>fluvial</strong>, en cambio las asentadas<br />
en el rio principal, en el <strong>Guadalquivir</strong>, tienen un sentido más<br />
maritimo que <strong>fluvial</strong>. Tal es el caso de Hispalis, adonde podían<br />
llegar perfectamente los barcos grandes remontando el rio.<br />
Normalmente los ríos no permiten el paso de navios grandes,<br />
de mar, y necesitan tener un puerto situado en la desembocadura<br />
para efectuar el transbordo de mercancías desde las embarcaciones<br />
marítimas a las <strong>fluvial</strong>es y viceversa. Estos puertos<br />
sitos en las desembocaduras de los ríos presentan numerosos<br />
problemas, tales como el enarenamiento del delta y la barra<br />
que consecuentemente se forma. Tal sucede en. Ostia, Arlés, etcétera<br />
(17). <strong>El</strong> GuadalqUivir presenta en este aspecto una gran<br />
ventaja: los navíos pueden subir y bajar perfectamente por<br />
él hasta Sevllla. Esta ciudad constituye el primer puerto del<br />
rio y sustituye al que otros tienen en su desembocadura. Es<br />
cierto que la del <strong>Guadalquivir</strong>, como la de tantos otros, ha<br />
ido creando una barra arenosa que dificulta el tránsito <strong>fluvial</strong>,<br />
pero no es menos e1erto que al estar el puerto bastante alejado<br />
no corre peligro de enarenarse. Además de evitar un transbordo,<br />
se obtiene la ventaja de hacer llegar los barcos a un<br />
punto mucho más próximo al corazón del valle, 10 cual facilita<br />
la distribueión de mercaneías.<br />
Dentro de las pocas notieias que tenemos sobre la navega<br />
(14) Orenier, A.: "Archéologle Oallo-Romaine. n. L'Archéolog!e du Sol", en el Manuel<br />
d'Archéologie Préhistorique Celtique et GQllo·R01'1IQÍne de Déchelette. VI. París, 1934;<br />
pág. 561.<br />
(15) Idem: pág. 493.<br />
(16) Idem: pág. 561.<br />
(17) Idem: pág. 499.