Organización sanitaria y de la higiene pública en la provincia de ...

labor [...]” 218 . En un primer apartado, el Boletín recogía las observaciones
meteorológicas del mes, para dar cuenta a continuación de la natalidad, mortalidad
general -ésta se reducía al nivel de capitales de provincia- y mortalidad específica por
enfermedades infecciosas en los pueblos cabeza de partido y poblaciones de más de
10.000 habitantes, generada a partir de los partes diarios enviados desde los juzgados
municipales. Respecto a la información relativa a la morbilidad, los datos
relacionados con las enfermedades infecciosas o epidémicas merecían un lugar
preferente ya que “[...] no se debe olvidar que es hoy un axioma fundamental entre
los higienistas que la eficacia de las medidas sanitarias tomadas contra las
enfermedades epidémicas, está en razón directa de la prontitud con que se conocen,
aíslan y combaten los primeros casos del mal [...]” 219 .
Aunque desde los albores del siglo ya se habían dictado disposiciones con la
finalidad de que la declaración de enfermedades infecciosas pasara a constituir una
práctica regular del trabajo de los médicos 220 , la realidad distaba mucho de que esta
práctica fuera un hecho cotidiano, y la falta de implicación de los médicos era el
principal desencadenante del fracaso de este sistema de información. Aunque el
Reglamento de Sanidad Municipal de 1925 volviese a recordar a los inspectores
municipales su responsabilidad en la recogida de estadísticas de morbilidad, la
voluntad del legislador no suponía estímulo suficiente y fue necesario que se hiciesen
cargo de la Dirección General de Sanidad Francisco Murillo en tiempos de Primo de
Rivera, y sobre todo Marcelino Pascua con la llegada de la Segunda República, para
que la situación comenzase a adquirir un rumbo diferente 221 . Pascua había recibido
218 Boletín Mensual de la Estadística demográfico-sanitaria (1909).
219 Ibídem.
220 La Circular de 10 de octubre de 1900 a cargo de Francisco de Cortejarena y la de 31 de octubre de
1901 a cargo de Ángel Pulido, en calidad de directores generales de sanidad respectivamente,
obligaban a los médicos la notificación de los casos de enfermos diagnosticados de enfermedad
infecciosa al subdelegado de medicina, especificando la segunda Circular como enfermedades de
declaración obligatoria la peste, fiebre amarilla, cólera lepra, viruela, sarampión, escarlatina, difteria,
tifus exantemático, fiebre tifoidea y tuberculosis.
221 Precisamente será Murillo en 1926, quien pondrá en marcha de nuevo la publicación de un Boletín
Técnico de la Dirección General de Sanidad, que posteriormente en 1932 dio paso a la Revista de
Sanidad e Higiene Pública, en la cual se pasó de un contenido predominante de artículos dedicados a
la microbiología en sus primeros números, a una creciente publicación posterior de artículos sobre
epidemiología y administración sanitaria. Durante la etapa republicana se publicó además un Boletín
con carácter semanal, a partir de los datos de morbimortalidad declarados por los Inspectores
Municipales de Sanidad. Rodríguez Ocaña, E. (1992a) y Marset, P.; Rodríguez Ocaña, E.; Sáez, J.M.
(1998).
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