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Saramago, Jose - Ensayo sobre la ceguera

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214<br />

buscamos disculpas para los muertos, es como si anticipadamente<br />

estuviésemos pidiendo que nos disculpen cuando nos llegue <strong>la</strong> vez,<br />

Todo esto me sigue pareciendo un sueño, dijo <strong>la</strong> mujer del primer<br />

ciego, es como si soñase que estoy ciega, Cuando estaba en casa<br />

esperándote, también lo pensé; dijo el marido. La p<strong>la</strong>za donde el caso<br />

había sucedido quedó atrás, subían ahora por unas calles estrechas,<br />

<strong>la</strong>berínticas, <strong>la</strong> mujer del médico apenas conoce estos parajes, pero el<br />

primer ciego no se pierde, va orientándo<strong>la</strong>, anuncia los nombres de <strong>la</strong>s<br />

calles y dice, Tenemos que dob<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> izquierda, y luego a <strong>la</strong> derecha,<br />

y al fin dijo, Ésta es nuestra calle, <strong>la</strong> casa está a <strong>la</strong> izquierda, más o<br />

menos hacia el medio, Qué número es, preguntó <strong>la</strong> mujer del médico,<br />

él no se acordaba, Vaya, hombre, ahora no me acuerdo, se me ha<br />

borrado de <strong>la</strong> memoria, dijo, era un pésimo agüero, si ni siquiera<br />

sabemos dónde vivimos, el sueño ocupando el lugar de <strong>la</strong> memoria,<br />

adónde iremos a parar por ese camino. Pero esta vez el caso no era<br />

grave, fue una suerte que a <strong>la</strong> mujer del primer ciego se le ocurriera<br />

venir en esta excursión, ya está diciendo el número de <strong>la</strong> casa, no<br />

tuvieron que recurrir al primer ciego, que estaba jactándose de que<br />

podría reconocer <strong>la</strong> puerta por <strong>la</strong> magia del tacto, como si tuviera una<br />

varita mágica, un toque, metal, otro -toque, madera, con tres o cuatro<br />

más llegaría al dibujo completo, no hay duda, ésta es <strong>la</strong> puerta.<br />

Entraron, <strong>la</strong> mujer del médico de<strong>la</strong>nte, Qué piso es, preguntó, El<br />

tercero, respondió el primer ciego, no andaba con <strong>la</strong> memoria tan f<strong>la</strong>ca<br />

como parecía, unas cosas se olvidan, es <strong>la</strong> vida, otras se recuerdan,<br />

por ejemplo, se acuerda de cuando, ya ciego, entró por esta puerta,<br />

En qué piso vive, le preguntó el hombre que aún no le había robado el<br />

coche, Tercero, respondió, <strong>la</strong> diferencia es que ahora no suben en el<br />

ascensor, van pisando los escalones invisibles de una escalera que es<br />

al mismo tiempo oscura y luminosa, qué falta hace <strong>la</strong> electricidad a<br />

quien no es ciego, o <strong>la</strong> luz del sol, o un cabo de ve<strong>la</strong>, ahora los ojos de<br />

<strong>la</strong> mujer del médico han tenido tiempo de adaptarse a <strong>la</strong> penumbra, a<br />

medio camino los que suben tropiezan con dos mujeres que bajan,<br />

ciegas de los pisos de arriba, quizá del tercero, nadie hizo preguntas,<br />

de hecho los vecinos ya no son lo que eran antes.<br />

La puerta estaba cerrada. Qué vamos a hacer, preguntó <strong>la</strong> mujer<br />

del médico, Yo hablo, dijo el primer ciego. L<strong>la</strong>maron una vez, dos, tres<br />

veces. No hay nadie, dijo uno de éstos en el preciso momento en que<br />

<strong>la</strong> puerta se abría, <strong>la</strong> tardanza no era de extrañar, un ciego que esté<br />

en el fondo de <strong>la</strong> casa, no puede venir corriendo a atender a quien

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