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Saramago, Jose - Ensayo sobre la ceguera

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ciegos, No sabemos quiénes eran, dijo el dependiente de farmacia,<br />

pero creo que deben ser de aquellos que vinieron juntos, los últimos<br />

que llegaron, Y cómo es eso, por qué no os dejaron traer <strong>la</strong> comida,<br />

preguntó el médico, hasta ahora no ha habido ningún problema, Ellos<br />

dicen que eso se ha acabado, que a partir de hoy, quien quiera comer,<br />

tendrá que pagar. De todos los lugares de <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> saltaron <strong>la</strong>s<br />

protestas, No puede ser, Quitarnos <strong>la</strong> comida, Cuadril<strong>la</strong> de <strong>la</strong>drones,<br />

Una vergüenza, ciegos contra ciegos, nunca pensé que viviría para ver<br />

una cosa así, Vamos a quejarnos al sargento. Alguno, más decidido,<br />

propuso que se juntaran todos para ir a rec<strong>la</strong>mar lo que era suyo, No<br />

será fácil, fue <strong>la</strong> opinión del dependiente de farmacia, son muchos, me<br />

quedé con <strong>la</strong> impresión de que era un grupo grande, y lo peor es que<br />

están armados, Armados, cómo, Palos al menos tienen, todavía me<br />

duele este brazo del estacazo que me pegaron, dijo uno, Vamos a<br />

tratar de resolver todo esto por <strong>la</strong>s buenas, dijo el médico, voy con<br />

vosotros a hab<strong>la</strong>r con esa gente, aquí debe de haber un malentendido,<br />

Bien, doctor, lo acompaño, pero, por los modos que tienen, dudo<br />

mucho que consigamos convencerlos, dijo el dependiente de farmacia,<br />

De cualquier manera, tenemos que ir, <strong>la</strong> cosa no puede quedarse así,<br />

Yo voy contigo, dijo <strong>la</strong> mujer del médico. Salió de <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> el pequeño<br />

grupo, menos el que se quejaba del brazo, ése creía que había<br />

cumplido ya con su obligación, y se quedó contando a los otros <strong>la</strong><br />

arriesgada aventura, <strong>la</strong> comida allí, a dos pasos, y una mural<strong>la</strong> de<br />

cuerpos defendiéndo<strong>la</strong>, Con palos, insistía.<br />

Avanzando juntos, como una piña, emprendieron el camino entre<br />

los ciegos de <strong>la</strong>s otras sa<strong>la</strong>s. Cuando llegaron al zaguán, <strong>la</strong> mujer del<br />

médico comprendió que no iba a ser posible ningún acuerdo<br />

diplomático, y que, probablemente, no lo sería nunca. En medio del<br />

zaguán, cubriendo <strong>la</strong>s cajas de comida, un círculo de ciegos armados<br />

de palos y hierros arrancados de <strong>la</strong>s camas, apuntando hacia de<strong>la</strong>nte<br />

como bayonetas o <strong>la</strong>nzas, hacía frente a <strong>la</strong> desesperación de los<br />

ciegos que los rodeaban y que, con torpes intentonas, procuraban<br />

entrar en <strong>la</strong> línea defensiva, algunos, con <strong>la</strong> esperanza de encontrar<br />

una abertura, un postigo mal cerrado, aguantaban los golpes en los<br />

brazos extendidos, otros se arrastraban a gatas hasta tropezar con <strong>la</strong>s<br />

piernas de los adversarios, que los recibían a palos y puntapiés. Golpe<br />

ciego, se suele decir. No faltaban en el cuadro <strong>la</strong>s protestas<br />

indignadas, los gritos furiosos, Exigimos nuestra comida, Rec<strong>la</strong>mamos<br />

el derecho al pan, Bribones, Golfos, Esto es un robo, sinvergüenzas,

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