EL FUTURO DE LA TEOLOGÍA - Selecciones
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<strong>EL</strong> <strong>FUTURO</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>TEOLOGÍA</strong><br />
EUGEN BISER<br />
¿Tiene la teología un futuro? ¿No se debería hablar más bien de su fin, tanto en su<br />
fuero interno, donde se ha alejado del pueblo fiel para abrirse a sus detractores más<br />
cultos, como en el externo, en el que ha perdido a la vez la confianza de la jerarquía y<br />
la del hombre actual, más orientado a la vivencia de la fe que a una información<br />
científica? A lo largo del presente artículo se va mostrando cómo la teología está<br />
viviendo una nueva ruptura que nos habla de renovación teológica.<br />
Welcher Zukunft geht die Theologie entgegen? Zur Ankündigung eines neuen<br />
Aufbruchs, Stimmen der Zeit, 205 (1987) 541-552<br />
Introducción: síntomas de renovación<br />
Hablar de la muerte, súbita o progresiva, de la teología, es desconocer el proceso<br />
renovador que su imagen actual deja entrever. Anotemos ante todo su triple conato de<br />
autocorrección, de cara a recuperar los dominios perdidos; pues la "Teología Política"<br />
de Metz y Moltmann, está tan claramente interesada en la recuperación de la dimensión<br />
social, como la "Estética teológica" de von Balthasar por recuperar la región de la<br />
belleza plástica y la "teología terapéutica" por devolver al pensamiento teológico su<br />
calidad de mediador de la salvación.<br />
Y en este libro de cuentas, merecen un registro especial el múltiple cambio de<br />
categorías y el llamativo "cambio antropológico", que halló su más significativa<br />
expresión en la "renuncia al sistema" de Karl Rahner: tendencias reorganizadoras, de<br />
concentración y nueva vida, que apuntan a una transformación vital, totalmente opuesta<br />
a un proceso de disolución.<br />
Hans Küng habla ya no de una transformación sino de la "eclosión" de la teología,<br />
impulsada por factores como las diferencias, todavía por limar, entre el catolicismo y el<br />
protestantismo; la Escritura y la Tradición; la Fe y la Jerarquía. Triple potencial de<br />
tensión, que exige un "paradigma postmoderno", sólo concebible, por su orientación<br />
global, como el "ecumenismo", en el sentido de "catolicismo evangélico".<br />
¿Promesa cumplida?<br />
Pero ¿no promete Küng más de lo que da? Motiva esta pregunta el lastre con que<br />
recarga su modelo de "vuelo postmoderno": el play back a las controversias de la<br />
Reforma, la Restauración o la Infalibilidad; al concepto de Tradición y Escritura del<br />
Vaticano II; a la relación entre biblia e iglesia y a la tensión entre exégesis y dogmática;<br />
pero, sobre todo, estos tres factores determinantes: el uso acrítico de la etiqueta<br />
"postmodemo", que suena a ideología; el "desvío" del concepto eclesial de<br />
"ecumenismo" hacia un lema teológico; y al aferramiento a su modelo de<br />
"justificación", subrayado por la reedición de su tesis doctoral de 1957.<br />
Su dudoso concepto de "postmoderno" dificulta su paradigma con una diagnosis del<br />
tiempo todavía por ensayar. Su lema "ecumenismo" intensifica la indeterminación, al
EUGEN BISER<br />
hablar de "catolicismo evangélico"; pues si bien "ecuménico" denota el principio de<br />
tolerancia, está todavía muy lejos de determinar una correlación "trans-sistemática" de<br />
ideas. Y el encastillamiento en su tesis sobre la justificación, que se deduce de la<br />
publicación paralela a que alude, le acerca ciertamente a sus interlocutores evangélicos<br />
del rango de Jüngel o Pannenberg; pero también a la apatía de la conciencia dominante<br />
en la actualidad, tan alejada de lo que Rohrmoser llama el "sentimiento fundamental del<br />
ser", que llevaba a Lutero, agitado por angustias apocalípticas, a preguntarse cómo<br />
podría llegar a un Dios bondadoso. Rohrmoser le interroga por tanto: "Esta pregunta de<br />
Lutero, ¿es todavía capaz de alcanzar al hombre de hoy? ¿Se siente éste aludido o se le<br />
escapa por completo su sentido? ¿Qué queda de la doctrina de la justificación, núcleo de<br />
todo el protestantismo, si deja de constituir su centro motor?".<br />
En el prólogo a la edición de bolsillo de su libro sobre la justificación (1986), Küng<br />
contesta diciendo que él pretende unir la justicia del mundo, atacada por Lutero, con la<br />
sociedad de consumo: la salvación de Cristo significaría la liberación del ansia de éxito<br />
y de rendimiento.<br />
Cabe dudar de que esta "variante sociológica" llene la necesidad religiosa de nuestro<br />
siglo, pues en la relación fundamental humana, cuyo dramático contrasentido subrayó<br />
Kierkegaard, se ha obrado un profundo cambio: el problema Job ha ocupado<br />
progresivamente el puesto del pecado. Al hombre actual le abruma más la miseria de su<br />
contingencia que el conflicto con el legislador divino. Su problema, más que su<br />
claudicación moral, es la pesada carga e insoportable hipoteca de su propia existencia.<br />
Aquí radica la desaparición de la conciencia de pecado; pero asimismo la prueba de que<br />
el ansia religiosa ha sido tan sólo trasladada y la pena por la eliminación del pecado, que<br />
Heine exigía a plena voz, se ha pagado tácitamente con la autorreprobación. La teología<br />
sólo podrá acreditar que ha sobrevivido al cambio de los tiempos, si ayuda al hombre a<br />
superar su situación de angustia. Lo cual difícilmente logrará agarrándose a la roca de la<br />
justificación, con la estrecha perspectiva de la Reforma.<br />
Encuadre de la nueva orientación: necesidad de innovaciones estructurales<br />
Esto significa que la pregunta sobre el progreso de la teología, por bien planteada que<br />
esté por Küng en su postulado de rehabilitación, se ha de contestar partiendo de otros<br />
datos, aun a costa de retrasar la meta de llegada. Como en sus orígenes, el progreso<br />
depende de la aceptación de innovaciones estructurales, fruto en gran parte de<br />
inspiraciones intuitivas, por pocos que hayan sido sus protagonistas: Pablo, Anselmo,<br />
Joachim o Pascal. Y si no pretendemos meternos a profetas de la ciencia, haremos bien<br />
en limitarnos a indicar las líneas que, al parecer, van a encuadrar el desarrollo de la<br />
teología. Pero ¿dónde están estos límites?<br />
Necesidad de la "doble orientación": verdad de la fe y práctica de los fieles<br />
Si la teología es la autocomprensión de la comunidad elevada a nivel científico, la<br />
primera condición será su "doble orientación" hacia la verdad de fe garantizada por la<br />
iglesia docente y hacia su repercusión práctica en los fieles. Del mismo modo que la
EUGEN BISER<br />
tendencia a la autosatisfacción esotérica que se le achaca, tiene también dos caras: la<br />
devaluación de la directiva doctrinal y la del contacto con el proceso vivo de la fe.<br />
No se gana nada con echar las culpas unilateralmente al buzón de la teología. La<br />
jerarquía debe recordar que, junto al duro instrumento de la disciplina, se le ha confiado<br />
también el elogio y el aliento. Los fieles, a su vez, deberían reaccionar a las<br />
innovaciones teológicas que amenazan la pérdida de contacto con la base, no con el<br />
pánico y rechazo usual, sino con tranquila comprobación, pues ya hace tiempo que la<br />
teología ha convertido el tan mencionado "cambio antropológico", de fórmula<br />
prometedora en principio activo de estructuración. En repetidos actos de autocorrección,<br />
está en actitud de orientarse hacia la comunidad, reflexionar sobre la fuerza aclaratoria<br />
de las imágenes y aceptar el motivo de la salvación, transformando calladamente el frío<br />
edificio de los sistemas, en que se había encerrado, para que los hombres, ansiosos de<br />
una nueva orientación religiosa, puedan sentirse acogidos en él como en su propia casa.<br />
Consideración de la "conditio humana"<br />
Con esto acabamos de nombrar la segunda condición: la teología no puede ya<br />
configurarse según sus propias leyes, pues al menos desde el cambio antropológico, la<br />
consideración de la conditio humana forma parte asimismo de su cuerpo legal. La<br />
difusión de la fe sólo es posible sobre el trasfondo de nuestro tiempo y debe colaborar<br />
ante todo a aclarar la "situación humana".<br />
En la aguda tesis de Adorno -desde Auschwitz la poesía lírica ya no es posible-, late la<br />
indiscutible convicción de que las dictaduras de este siglo han puesto a prueba a la<br />
humanidad de modo nunca visto hasta ahora. La técnica atómica y genética de nuestros<br />
días muestra a las claras que la "mutación de la humanidad" pronosticada por Pierre<br />
Bertaux, del equipo de investigación "Hölderlin", ya es un hecho. Su punto de vista ha<br />
sido casi universalmente aceptado; pues cada vez comprendemos mejor que nosotros<br />
somos tanto los factores como las víctimas de la mutación que él pronosticó y que en<br />
ello consiste nuestra ineludible responsabilidad: "En palabras de Teilhard de Chardin,<br />
estamos frente a un gran evento: y es probable que sin saberlo, nos hallemos ya dentro<br />
de él. ¿Qué aspecto tiene? ¿cómo, cuándo y en qué forma se nos presenta?<br />
Comencemos por contestar con una constatación rica en consecuencias: el hombre<br />
agarra hoy simultáneamente el apocalipsis y su propia evolución con la misma mano,<br />
demostrando así disponer tanto de la facultad de cambiar su evolución en la historia,<br />
como de poner a ésta un arbitrario fin. Lo cual obliga a reflexionar sobre la esencia y<br />
situación del hombre con tal urgencia, que toda teología que eludiera esta obligación,<br />
edificaría en el vacío. Pero ¿qué hechos deberá tener sobre todo en cuenta?<br />
En primer lugar, el problema histórico de la "alienación", que cada vez se impone más<br />
como secuela de los medios modernos (Postman), que de las condiciones de producción<br />
(Marx) o de represión política (Picard).<br />
Con no menor atención, la crisis de "identidad" del hombre de hoy, que según Paul<br />
Valery, "retrocede" hacia su futuro porque ha "olvidado" adónde quiere ir, cayendo así<br />
en una autodesintegración casi patológica.
EUGEN BISER<br />
Pero una teología orientada hacia el futuro, deberá preocuparse en especial por la<br />
angustia y la soledad del hombre, pues ambas afectan inmediatamente el ámbito de su<br />
fe: la "soledad", porque le desvincula de la comunidad; y la "angustia", porque, nacida<br />
de la perturbación de la relación con Dios, repercute a su vez destructivamente en ésta.<br />
Si la teología pretende alcanzar al hombre concreto colaborando en la humanización del<br />
momento actual, debe intentar seriamente "sincronizar" con el recurso del tiempo.<br />
Resultaría letal para la religión, dice Küng, que el rígido encastillamiento de la iglesia y<br />
la teología llevara a la diastasis del paradigma religioso y social común, ya que al<br />
volverse retrógrada caería en la "rigidez doctrinario-autoritaria": "El cambio de<br />
paradigma de la Reforma y el realizado recientemente por el Vaticano II, han<br />
representado un giro histórico y de liberación, precisamente para los países católicos de<br />
Europa del sur y de América latina".<br />
Cambio de rasgos de la fe y del ateísmo<br />
Otra condición estructural de la teología del mañana que no hay que olvidar, es el<br />
llamativo cambio de rasgos, tanto de la fe como del ateísmo. La teología no puede pasar<br />
por alto el hecho que el ateísmo polémico y militante del período de postguerra ha<br />
cedido el puesto a una silenciosa incredulidad, que se ha reintroducido en las<br />
estructuras, como había ocurrido con el cristianismo inundado por el oleaje del<br />
secularismo.<br />
Esto le brinda por primera vez la ocasión de elaborar sus objeciones no ya de manera<br />
apologética, sino en diálogo. Mucho más importante resulta, sin embargo, el cambio<br />
observable en la misma fe, en el que ocupa la primera línea el vector vivencial; hecho<br />
subrayado tanto por Küng como por su crítico ateo Mackie.<br />
En realidad, lo más característico de la fe actual es que se halla en transición desde la<br />
fase científica a la vivencial. Igualmente claro es el proceso por el que la fe está pasando<br />
del modelo tradicional de obediencia al hermenéutico de "entender a Dios". Esto<br />
responde no sólo a la concepción bíblica de la amistad divina obtenida por la fe, gracias<br />
a la cual el fiel penetra en el misterio de la revelación (Jn 15,15), sino más aún a la<br />
capacidad así obtenida para saber soportar con comprensión, la "carga" del<br />
incomprensible Dios.<br />
Estas transformaciones alcanzan además a la compleja propagación de la fe. Por valor<br />
que se de aún hoy a la fundamentación racional, el motivo decisivo no es ya el<br />
argumento, sino la inspiración "que mueve" a la fe. Lo cual no afecta sólo a la teología<br />
fundamental, sino asimismo a la estructura global de la teología. Pues al tener los<br />
cimientos un carácter mistagógico, el edificio deberá elevarse hacia el misterio de Dios.<br />
En una palabra, la fe debería expresarse como un "éxtasis" hecho pensamiento.<br />
Las tres aporías del pensamiento teológico<br />
La última condición estructural la vemos en las aporías del pensamiento teológico. La<br />
primera nació al sustituir Atanasio la teología paulina de la cruz por la de la<br />
encarnación, en su tratado De incarnatione (336). La analogía prevaleció sobre la
EUGEN BISER<br />
paradoja y la metafísica sobre la mística; y, al interpretarse la vida de Jesús desde su<br />
punto inicial y no del final en la cruz y resurrección, se desplazó la perspectiva. A pesar<br />
de los intentos de Lutero, Kierkegaard, Barth, etc., por "contravirar", el modelo de la<br />
encarnación ha seguido dominando hasta la actualidad. Y a pesar de Auschwitz, no se<br />
entrevé ni el menor asomo de puente: carencia tanto más grave, cuanto el problema de<br />
la teodicea se ha agudizado hasta tal punto por la masacre de pueblos, que sólo admite<br />
la cruz como solución.<br />
También la segunda aporía hace sentir su déficit sobre la teología. Ya en sus albores,<br />
Pablo señaló la oposición entre la "mortífera letra" y el "espíritu vivificante". Y no en<br />
vano Agustín, en su obra De spiritu et littera (412) vuelve sobre este teorema,<br />
revalorizado apodícticamente por Lessing, quien, en su opúsculo "Sobre la ostensión del<br />
espíritu y de la fuerza" (1777), reprocha al cristianismo el haberse desvirtuado a mera<br />
reproducción de sí mismo. El escenario actual muestra el alcance de este reproche, al<br />
subordinar el mensaje recibido a su estructura. La aporía subrayada por Pablo sigue<br />
siendo de la mayor actualidad y urgencia.<br />
A una tercera aporía lleva finalmente la afirmación de Nietzsche de que el cristianismo,<br />
tras superar su fase dogmática inicial, está en vías de pasar del estadio moral a la fase<br />
final de su autodisolución. Con mejor fundamento, Rahner opuso a este aspecto<br />
destructor la perspectiva de la esperanza, según la cual el cristianismo, lejos de morir,<br />
está pasando en realidad a su estadio místico. La reserva con que ha sido recibida hasta<br />
ahora esta prognosis, se debe menos a la falta de aceptación que a la vigorosa<br />
autoafirmación del estadio moral por el pontificado actual. De este modo, esta aporía irá<br />
ganando en tensión. Razón de más para haber hablado de ella en tercero y último lugar.<br />
Una proyección heurística<br />
Este marco permite pronosticar muy poco la teología del futuro. Pero permite una<br />
proyección heurística, que podrá corresponder a la realidad, si los criterios elegidos son<br />
compatibles entre sí. Su valor probativo incide entonces en el "principio de<br />
convergencia", reconocido ya por la teología fundamental en el haz de argumentos<br />
propuesto por Newman; o en la tesis del Vaticano I sobre la comprensión de los<br />
misterios de la fe que ofrece su "conexión". Ahora bien, salta a la vista la convergencia<br />
entre la soledad (larvada como angustia) y una teología de la comunidad; entre la fe<br />
vivencial y la teología hermenéutica, que relaciona la fe con el misterio de Dios; entre la<br />
teología terapéutica y la necesidad humana de identidad; o entre la alienación y una<br />
teología capaz de enfrentarse a la aporía del espíritu y la letra.<br />
Redescubrir el espíritu sobre la letra<br />
Una teología que se enfrente al alejamiento ocasionado por los medios técnicos y de<br />
comunicación, dinamitará la estrechez de la letra muerta y "matante", para abrir espacio<br />
a una comprensión "espiritual". Postulado de vital importancia ante la tendencia a<br />
minarle el suelo bajo los pies del método histórico-crítico, sobre el que la minuciosa<br />
reivindicación de las fuentes sólo logrará victorias aparentes. Más segura resulta la<br />
fuerza testimonial de los escritos neotestamentarios señalada por Rahner, como camino<br />
hacia el "centro de acción" de los textos bíblicos, donde, en frase de Nietzsche, se puede
EUGEN BISER<br />
oír la música que suena en el texto y sentir la pasión que late tras ella, haciéndose<br />
presente la persona del autor que testimonian. En pos de este centro, la teología<br />
obtendrá la llave del ambiente actual y se hará consciente del "papel clave" que le<br />
corresponde; si bien, ante las posibles dificultades, buscará una alternativa en algún<br />
"camino real". Ese es el caso frente al bajo nivel de la predicación motivado por el<br />
"sermón leído", donde es difícil que convenzan respuestas tan altisonantes como la del<br />
redentorista Victor Schurr, quien ve en la oratoria sagrada la autocomunicación divina<br />
mediante la predicación humana. Mejor sería hablar de una "retraducción" que actualice<br />
la espontaneidad y la sobrecogedora "novedad" del mensaje de Jesús (Mc 1,27), sin<br />
seguir tomando la predicación por el doblaje pastoral de la especulación teológica. Esto<br />
permitiría a ésta leer en la exégesis las implicaciones transtextuales que le han permitido<br />
resistir a la carga de los métodos a su paso por el cañón de la crítica histórica, mientras<br />
el final de la predicación remitirá, a su vez, al punto de partida teológico, cerrándose el<br />
ciclo de la doctrina divina, de que hablaba Nicolás de Cusa.<br />
Papel terapéutico de la cruz<br />
Si el primer esbozo arranca del medio ambiente, el segundo se dirigirá a su repercusión<br />
antropológica. Bajo pretexto de consolarle en su soledad, los medios de comunicación,<br />
con su maremagnum de ideas sugestivas, arrastran al hombre al profundo desconcierto<br />
acusado por Kierkegaard y Pascal. La tarea más urgente del pensamiento teológico<br />
consiste por tanto en su papel terapéutico. No puede limitarse a enseñar; debe también<br />
consolar y curar. Esto no le va a ser fácil siguiendo los carriles sistemáticos del modelo<br />
de la encarnación. La teología sólo volverá a ser salutífera, si con la teología paulina de<br />
la cruz, rompe con la coacción del sistema y la analogía, para alcanzar la paradoja<br />
mística del misterio de Dios.<br />
La teología de la cruz, por su origen paulino, conlleva un matiz aforístico, opuesto a<br />
todo sistema cerrado. Esto la hace más plausible a quien siente una y otra vez el fracaso<br />
de sus intentos de configuración del mundo y corresponde a la policroma sabiduría<br />
divina que, en palabras de Gregorio de Nisa, nunca se ha manifestado tan claramente a<br />
las potestades celestes como en la cruz de Cristo: "Esta policromía de la sabiduría de<br />
Dios, que brilla en un sinfín de paradojas, se ha manifestado ahora mediante la iglesia:<br />
la palabra se hace carne, la vida se mezcla a la muerte, con sus heridas cura nuestros<br />
golpes, la impotencia de la cruz vence la fuerza del adversario, el invisible se hace<br />
visible, el prisionero rescata, se entrega a la muerte sin desgajarse de la vida, se mezcla<br />
con la servidumbre y sigue rey".<br />
Paso de una perspectiva moral a la mística<br />
La teología vibrará tanto más al unísono con el hombre de hoy, hundido en la angustia<br />
radical de su contingencia, cuanto con mayor decisión cambie su perspectiva moral por<br />
la mística, concentrándose, conforme a su estructura "cristocéntrica", en aquél que<br />
arrancó del abismo a Pedro (Mt 4, 22-33) y se despidió con la promesa: "en el mundo<br />
pasáis angustia; pero tened confianza. Yo he vencido el mundo" (Jn 16, 33). Presencia<br />
consoladora de Jesús, que no deberá buscarse tan sólo en su palabra y sacramentos, sino<br />
asimismo en su anonimato. ¿Cómo se habría llegado si no a la solidaridad con el tercer<br />
mundo y la naturaleza esquilmada, sin la actualización de la presencia de Jesús en el
EUGEN BISER<br />
"hermano menor"? ¿Cómo hubieran podido descubrirle los testimonios de la filosofía, la<br />
literatura y el arte, si la palabra de Guardini sobre la "centenaria correalización de la<br />
existencia de Cristo" en el espacio cultural de occidente, no se hubiera acreditado de una<br />
manera tan inesperada como digna de admiración?<br />
Reencuentro del individuo abierto a la comunión<br />
Consecuencia de esta coexperiencia es, según él, la "seriedad" que ha proporcionado al<br />
ser humano. Igualmente cabrá decir del proceso místico de la teología, que confiere al<br />
hombre angustiado la alegría de encontrarse a sí mismo. Pues ya es hora de que se<br />
extienda a todos la frase central de la carta a los Gálatas: "Vivo yo; pero ya no yo,<br />
Cristo vive en mí. En cuanto vivo en la carne, vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me<br />
ha amado y se ha entregado a sí mismo por mí" (Ga 2, 19s).<br />
Esta teología mística sería un espacio interior, centro de responsable actividad y de<br />
"paz", que se tiene con todos o no se tiene en absoluto. Paz que se convierte en mandato<br />
urgente de contribuir de palabra y de hecho a la felicidad de quienes todavía están<br />
privados de ella. De este modo, el "espacio interior" se transforma imperceptiblemente<br />
en un albergue abierto, que no es la construcción sistemática ironizada por Kierkegaard<br />
y renunciada por Rahner, sino aquella "mansión de Dios en el Espíritu" en la que la<br />
carta a los Efesios ve edificarse la comunidad de los fieles (Ef 2,22). Una teología así no<br />
será sólo el reflejo teórico de aquél que vive en la iglesia por su doctrina, predicación y<br />
vida; sino, más aún, el recuerdo de que la iglesia tiene que interesarse ante todo por el<br />
hombre escindido y angustiado: el lugar de respiro, reconocimiento, corresponsabilidad<br />
y aprobación mutua. Orientación que no dejaría de beneficiar a la iglesia, que con esta<br />
autoformación acreditaría, más que con cualquier apologética, que es la iglesia del Dios<br />
hecho hombre, del Dios para el hombre.<br />
Tradujo y condensó: RAMON PUIG MASSANA