Diversidad y control biológico de insectos - CyberTesis UACh ...

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INTRODUCCIÓN. El control biológico de plagas enfrenta una nueva realidad a 120 años de su inicio. El control biológico (CB) de plagas, definido como “la acción de parásitos, depredadores y patógenos para mantener la densidad de otro organismo a un nivel menor de la que tendría en ausencia de esos enemigos naturales” (DeBach, 1964), data desde tiempos antiguos, ya que diversos pueblos han usado insectos para controlar plagas desde varios cientos de años. Sin embargo, el punto de partida del CB como disciplina moderna se remonta apenas a fines del siglo XIX (1888), con la importación y liberación desde Australia a California de un insecto (Rodolia cardinalis Mulsant) para controlar una plaga (Icerya purchasi Maskell) que amenazaba seriamente la industria de cítricos en ese estado. Esta introducción tuvo un éxito resonante, atrayendo la atención de muchos e impulsando la nueva técnica. DeBach (1974) ha estimado que el 99% de las potenciales plagas de los cultivos están controladas por sus enemigos naturales. En cien años, se han realizado alrededor de 5000 introducciones de casi 2000 artrópodos en 200 países e islas utilizando el enfoque del CB clásico, las que raramente han producido efectos negativos (van Lenteren et al., 2006). En adición, el CB inundativo ha usado durante 90 años unas 150 especies de enemigos naturales para controlar alrededor de 100 plagas, sin producir efectos negativos notorios o irreversibles. En base a lo anterior, el CB ha sido visto como una de las técnicas de control de plagas más seguras desde el punto de vista ambiental y la que supone menos riesgos para otras especies (DeBach, 1974; Batra, 1982; Moon, 1982; Hokkanen y Pimentel, 1989; van Lenteren et al., 2005). Esta característica ha sido una de los razones, junto a la excelente relación costo/beneficio, que explican la expansión, el interés permanente de los usuarios y la imagen amigable del CB entre el resto de la sociedad no involucrada directamente con las actividades agrícolas. 1
Sin embargo, a pesar de esta percepción de seguridad, la inquietud acerca de los efectos indeseados del CB surgió casi simultáneamente con su aparición. Howarth (1991) ejemplifica cuán antigua es esta preocupación al transcribir una carta fechada en 1899, entre David Sharp y L. O. Howard, acerca del programa para importar enemigos naturales en Hawaii: “…Debería asegurarse un registro permanente de lo que el señor Koebele ha realizado en materias que pueden afectar la fauna y estaríamos muy agradecidos si Ud. redactara una orden sobre estos puntos tan pronto como pueda. El señor Koebele está haciendo realmente un enorme experimento biológico y los detalles deberían ser completamente registrados, ya que es sabido que deberá pasar mucho tiempo antes que todos los resultados puedan ser estimados exactamente.” (D. Sharp, 1899). Esta posición crítica, basada inicialmente en la prudencia, se vio reforzada cuando en la primera mitad del s. XX el CB tuvo algunos rotundos fracasos, especialmente cuando fueron utilizados vertebrados (van Lenteren et al., 2005). La corrección oportuna de estos errores no eliminó por completo las aprensiones y la controversia en cuanto al verdadero alcance de los potenciales efectos negativos del CB ha continuado durante el último medio siglo, con autores que defienden el CB como una técnica de control de plagas eficiente, de bajo costo y segura ambientalmente (DeBach, 1974; Batra, 1982; Moon, 1982; Hokkanen y Pimentel, 1989; DeBach y Rosen, 1991; van Lenteren et al., 2005), mientras que otros autores expresan dudas acerca de la seguridad del CB, documentando varios ejemplos de efectos no deseados producto de la aplicación de esta técnica (Pimentel et al., 1989; Tiedje et al., 1989; Simberloff, 1992; Lockwood, 1993; Lockwood, 1996; Simberloff y Stiling, 1996). Debido a la importancia del tema, la ausencia de evidencia de impactos ambientales negativos no debería considerarse como prueba para rechazar la existencia de esos impactos (Howarth, 1991), más aún cuando información que había sido recopilada inicialmente en estudios no relacionados directamente con el tema ha servido para realizar estudios más sistemáticos (Hadfield y Mountain, 1981; Murray et al., 1988). Como resultado, la 2
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predators extracted from soil cores
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