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Las diferentes actitudes vitales y artísticas resaltadas por Baudelaire al<br />

comentar las obras de Ingres y Delacroix guardan, en realidad, una<br />

estrecha relación con las concepciones estéticas opuestas que se pueden<br />

definir y delimitar a través de las obras de los artistas más influyentes de la<br />

pintura francesa, ya sean clasicistas o románticos, y que son las mismas<br />

que separan a los dibujantes y a los coloristas. Charles Baudelaire atribuye<br />

a los interesados por el dibujo y la línea, cabe citar los ejemplos de Ingres<br />

y David, una inclinación excesivamente academicista, que es la respon-<br />

sable de que los dibujantes puros sean naturalistas, es decir, que aun<br />

estando dotados de un excelente sentido, dibujan razonando. Los grandes<br />

coloristas, por el contrario, ya sean Delacroix o el propio Géricault, dibujan<br />

por temperamento, espontáneamente:<br />

Su método es análogo a la naturaleza; dibujan porque colorean, y los<br />

dibujantes puros, si quisieran ser lógicos y fieles a su profesión de<br />

fe, se contentarían con el lápiz negro. 57<br />

Mas, como quiera que el debate entre los coloristas y los partidarios de<br />

la línea y del dibujo es de vital importancia para comprender las ideas de<br />

Baudelaire sobre la belleza moderna, debemos mencionar, asimismo, la<br />

influencia que el neoclasicismo alemán tiene sobre dicho debate y, en<br />

general, sobre la estética moderna, porque la discusión que surge en<br />

Alemania en torno a la posibilidad de llegar a captar la esencia de la<br />

realidad a través del arte es de vital importancia para el arte moderno. No<br />

obstante, para poder centrar la polémica entre los partidarios del dibujo y<br />

los que defienden el color a la hora de modelar las figuras, y antes de<br />

seguir con las conclusiones que Baudelaire extrae a propósito de la obra<br />

acabada o inacabada -donde mejor se percibe la separación entre ambos<br />

57 Cfr. Ch. Baudelaire: Salones y otros escritos sobre arte, p. 145. (Cfr. Critique<br />

d’art: Salon de 1846, O.C. II, p. 458).

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