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y por el contorno preciso y acabado, aspectos que le distancian de la<br />

estética que impera en el siglo XIX.<br />

586.<br />

A pesar de que Ingres nace en 1780 y muere en 1867 -el mismo año que<br />

Baudelaire-, es decir, por más que su larga vida transcurre durante gran<br />

parte del siglo XIX, se siente fuera de él desde el punto de vista estético, y<br />

aunque tiene la oportunidad de presenciar infinidad de cambios artísticos y<br />

políticos de gran magnitud, sigue defendiendo firmemente el Clasicismo,<br />

aun cuando ya es del todo obsoleto. De hecho, la pintura francesa se halla,<br />

durante los últimos años de Ingres, inmersa en un nuevo estilo, el<br />

impresi onismo, que supone una profunda renovación no sólo de la pintura,<br />

sino también de la percepción acerca de la propia realidad.<br />

El ideal de Ingres, tan extraño para sus contemporáneos, está cimenta-<br />

do, según observa Baudelaire, sobre una mezcla poco saludable de calma<br />

e indiferencia: “algo análogo al ideal antiguo, al que ha añadido las<br />

curiosidades y minucias del arte moderno. Este acoplamiento es el que a<br />

manudo da a sus obras un encanto raro.” 28 . El gusto por lo antiguo y por el<br />

estilo es el que aleja a Ingres de los valores de la propia época en que vive,<br />

lo cual le impide, al mismo tiempo, captar el temperamento moderno<br />

definido por Baudelaire. Ingres, un pintor no muy culto -abandona los<br />

estudios a los once años-, intenta acomodarse a las nuevas corrientes<br />

pictóricas; pero sin abandonar nunca su academicismo ortodoxo. Una de<br />

estos intentos le lleva, incluso, a cultivar el estilo pietista de los Nazare-<br />

nos, un grupo de pintores alemanes afincados en Roma y partidarios de<br />

hacer revivir el antiguo y más puro cristianismo. A los ojos de sus<br />

contemporáneos, Baudelaire en este caso, Ingres no deja de ser, por ello,<br />

un artista extraño, en quien se condensa ese gusto enrarecido de lo<br />

28 Cfr. Ch. Baudelaire: Critique d’art: Exposition universelle (1855), O. C. II, p.

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