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Hegel, si al comienzo del capítulo dedicado a la disolución de la forma<br />
artística clásica, reconoce que los dioses griegos carecen de la subjetivi-<br />
dad interna, es esta misma subjetividad -el ser-ahí humano efectivamente<br />
real 21 - la que determina la disolución de la forma clásica del arte. El<br />
alejamiento de la calma y de la serenidad del Ideal clásico respecto a la<br />
multiplicidad de la apariencia individual y exterior, y hacia acontecimientos<br />
y acciones que devienen cada vez más humanos, necesariamente ha de<br />
incluir aspectos que nos hablen de contingencia, movilidad y sentimientos<br />
humanos, difíciles de armonizar en una configuración clásica de la realidad<br />
debido a que comienzan a “despertar la aversión del pensamiento hacia su<br />
realidad ya no correspondiente." 22 . Desde la perspectiva clasicista asumi-<br />
da por Hegel, dichos fenómenos -que en Hegel poseen un significado más<br />
bien peyorativo- dan lugar, en efecto, a la escisión entre lo interno y la<br />
realidad sensible (el ser-ahí exterior): admitirlos supone la disolución de la<br />
forma artística clásica en su propio dominio. Sin embargo, pese a la carga<br />
negativa que conlleva la disolución de lo clásico, de ahí surge el arte<br />
moderno.<br />
Así, tras el romanticismo alemán, más tarde la obra de Heinrich Heine y,<br />
finalmente, la de Charles Baudelaire, la meta a la que aspira todo poeta o<br />
artista se circunscribe a captar y expresar todos aquellos fenómenos<br />
contingentes y fugaces que se manifiestan en la realidad, y que el<br />
Clasicismo se muestra escasamente motivado -incapaz, incluso- para<br />
armonizarlos en un todo coherente. Es decir, aunque la atención prestada a<br />
los elementos más efímeros de la realidad supone un evidente alejamiento<br />
-o una disolución, según se mire- de la concepción clasicista del arte, ello<br />
no impide, como iremos viendo, que Baudelaire proponga, en última<br />
21 Cfr. G. W. F. Hegel: Lecciones sobre la estética, p. 371.<br />
22 Cfr. Ibídem, p. 368.