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Schinkel, en cambio, es un clasicismo que siente una nostalgia romántica<br />
por Grecia e Italia, simbolizada en la percepción de una naturaleza<br />
idealmente perfecta y feliz, pero ya perdida e irrecuperable, que sólo puede<br />
ser revivida en el sueño romántico de la catedral y en las ruinas, esos<br />
despojos históricos que nos hablan del pasado y de la ausencia.<br />
El ambiente fragmentado en el que se mueve Charles Baudelaire impide,<br />
sin embargo, cualquier alusión a la calma y a la serenidad del Ideal clásico.<br />
El Romanticismo, por el contrario, permite recrear -ese es su atractivo- la<br />
inevitable contingencia de la realidad, y ello debido a que, más que<br />
caracterizarse por una unidad estilística fácilmente distinguible, tal como<br />
ocurre con otros proyectos estéticos, es un sentimiento, una manera de<br />
sentir, como afirma Baudelaire en el Salón de 1846. Al alejarse de todo<br />
cuanto hace referencia a reglas y modelos, la expresión subjetiva de la<br />
realidad adquiere en el Romanticismo una enorme trascendencia, con lo<br />
que la simbiosis romanticismo-subjetividad constituye la base creativa de<br />
gran parte de artistas y poetas decimonónicos; aunque, según Hegel, sea<br />
también la causa más inmediata de la disolución del Ideal clásico. No<br />
obstante, dada la persistencia del Ideal clásico -incluso, en los románticos-<br />
mucho después de que fuera formulado por Winckelmann, no es extraño<br />
que Hegel, en la segunda década del siglo XIX, manifieste todavía su<br />
admiración por la antigüedad clásica al caracterizar dicho ideal de forma<br />
positiva: lo clásico encarna la estabilidad, la permanencia, la obra acabada,<br />
y la adecuación entre concepto y realidad. Si bien esta nostalgia clasicista<br />
no le impide a Hegel entrever la imposibilidad de toda vuelta atrás, pues<br />
“Ya pasaron los hermosos días del arte griego, así como la época dorada<br />
de la baja Edad Media.” 20 , retiene, a pesar de ello, el Idea clásico a la hora<br />
de valorar la separación entre la interioridad y la realidad externa, es decir,<br />
para superar la escisión entre forma y contenido.<br />
20 Cfr. G. W. F. Hegel: Lecciones sobre la estética, p. 13.