evangelístico
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26 Impacto <strong>evangelístico</strong><br />
g injustificados. El hambre, los terremotos, los<br />
reveses militares, las conflagraciones, los incendios,<br />
eran motivo para que el populacho<br />
se levantara contra ellos acusándoles de responsables<br />
de tales desastres, pues creían que<br />
sólo ellos podían haber provocado la ira de las<br />
divinidades.<br />
Por tal razón las persecuciones de los cristianos<br />
no pueden atribuirse exclusivamente a<br />
los decretos persecutorios de los emperadores,<br />
durante el período «llamado de las persecuciones».<br />
Desde el año 68, cuando Nerón hizo incendiar<br />
Roma y atribuyó el hecho a los cristianos,<br />
hasta la conversión de Constantino en el<br />
año 321, hubo jefes del Imperio depravados; y<br />
otros bien intencionados y reflexivos; pero aun<br />
estos últimos, interesados en la rehabilitación<br />
del Estado, que iba decayendo, insistieron en<br />
las persecuciones contra los cristianos. Predominaba<br />
en ellos la idea que para rehabilitar y<br />
dar fortaleza al Estado era necesario restaurar<br />
la religión nacional que había enseñado al pueblo<br />
a considerar al emperador como un dios.<br />
Otras veces, aun dentro del reinado de un<br />
emperador benévolo tenía lugar algún conato<br />
de persecución por iniciativa del pueblo alborotado,<br />
o de algún procurador fanático y cruel.<br />
Muchas veces las persecuciones eran iniciadas<br />
por la plebe que les acusaba, como hemos<br />
indicado, de toda clase de crímenes: de inmoralidad,<br />
por el amor con que se trataban unos<br />
a otros llamándose hermanos, pues el mundo<br />
aun después de veinte siglos apenas puede<br />
comprender la realidad del amor cristiano sin<br />
el aliciente sexual; de canibalismo por el símbolo<br />
de la comunión, pues llegó a decirse que<br />
sacrificaban a niños y comían su carne y bebían<br />
su sangre. Finalmente, por la frecuencia<br />
con que apelaban y se referían al juicio de Dios,<br />
con que prevenían a las gentes de que el Todopoderoso<br />
iba a castigar a los pecadores del<br />
mundo, recibieron el apodo de «enemigos del<br />
género humano». Esto era debido a que ellos<br />
consideraban inminente la segunda venida de<br />
Cristo trayendo tal juicio a la tierra.<br />
Para tener una idea del curso del Cristianismo<br />
durante los tres primeros siglos y poder<br />
ubicar los hechos referidos en los próximos capítulos,<br />
será útil dar una lista de los emperadores<br />
romanos y su actitud hacia el Cristianismo.<br />
Vespasiano (69-81): Fue el padre de Tito, el<br />
general que destruyó la ciudad de Jerusalén.<br />
Este emperador no persiguió a los cristianos.<br />
historia<br />
Domiciano (81-96): Fue benigno con los<br />
cristianos al principio de su reinado, pero al<br />
final de su vida los persiguió con violencia empezando<br />
por su propia familia.<br />
Cuenta Eusebio «que temiendo este rey que<br />
los judíos se sublevaran y algún descendiente<br />
de sus reyes los empujara a ello, ordenó que se<br />
buscara a los descendientes de David. Por sus<br />
espías supo que vivían dos nietos de Judas, el<br />
hermano del Señor, e hizo que le fueran presentados.<br />
Preguntó si en efecto eran descendientes<br />
de David. A su respuesta afirmativa<br />
preguntó por sus medios de vida. Respondiéronle<br />
que no tenían dinero, que juntos poseían<br />
un campo que cultivaban, produciéndoles lo<br />
necesario para vivir y pagar los tributos, y al<br />
mismo tiempo le enseñaron sus manos encallecidas<br />
por el trabajo. Domiciano preguntóles<br />
finalmente en qué consistía el reinado de Cristo<br />
y cuándo se realizaría. Contestáronle los nietos<br />
de Judas que el reinado de Cristo no era temporal<br />
ni terreno, sino angélico y celestial. Que<br />
se establecería al fin del mundo, cuando Cristo<br />
apareciera rodeado de gloria para juzgar a los<br />
vivos y los muertos y dar a cada uno según sus<br />
obras. Domiciano al oír tales afirmaciones que<br />
consideró una manía inofensiva, entre burlas<br />
jocosas ordenó que fuesen dejados libres.<br />
Sin embargo, poco a poco se hizo déspota<br />
y cruel, sobre todo después del fracaso de su<br />
campaña contra los dacios. Se hizo llamar a sí<br />
mismo «dominis et deus» (señor y dios), de ahí<br />
su nombre de Domiciano, y empezó a perseguir<br />
a los cristianos y a los judíos que se negaron<br />
a tributarle tales honores. Hizo desterrar al<br />
apóstol Juan a Patmos, y finalmente hizo asesinar<br />
a su propio sobrino Clemente y desterrar<br />
a éste con su esposa Domitilia a la isla Pandataria,<br />
a pesar de que les había antes designado<br />
como herederos y sucesores suyos.<br />
Nerva (96-98): Este emperador que tuvo un<br />
reinado muy corto, mostróse justo y clemente<br />
con todos sus súbditos y también con los judíos,<br />
a quienes, habiendo sido desterrados por<br />
sus predecesores les permitió regresar a sus<br />
hogares, devolviéndoles sus bienes. Prohibió<br />
se tomaran en consideración las acusaciones<br />
de los esclavos y libertos contra sus dueños, y<br />
hasta amenazó de muerte a aquellos que acusaron<br />
a sus amos convertidos al Cristianismo.<br />
Ello trajo un descanso consolador para los cristianos,<br />
que fue de poca duración.<br />
Trajano (98-117): Influido por Tácito y Pli-