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México Bárbaro! - Webgarden

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que lo serán los responsables de esas sanguinarias escenas que se han presenciado en<br />

Velardeña y que han ocasionado tanto horror e indignación en toda la República.<br />

No se diga que Velardeña es un caso aislado sin precedentes. Sólo para mencionar algunos<br />

de los casos que están frescos en la memoria del público, ahí está el asunto de Papantla, el<br />

de Acayucan, los fusilamientos de Orizaba cuando la huelga, los de Colima, de los que la<br />

prensa ha hablado últimamente, y la frecuente aplicación de la ley fuga, de la cual el más<br />

reciente ejemplo se vio en Calimaya, Tenango, del Estado de <strong>México</strong>.<br />

Para cerrar este capítulo quizás no se puede hacer nada mejor que citar una noticia que<br />

apareció en The Mexican Herald, el principal diario publicado en inglés, el 15 de febrero de<br />

1910. Aunque los hechos fueron debidamente comprobados, ese diario sólo se atrevió a<br />

imprimir el relato escudándose en otro periódico, y presentó el asunto en ténninos tan<br />

suaves y cuidadosos que se necesita leer con mucha atención para comprender todo el<br />

horror de los hechos. He aquí la noticia:<br />

El País ofrece el siguiente relato, cuyos detalles califica como demasiado monstruosos aun<br />

para que Zelaya se los atribuya a Estrada Cabrera:<br />

Luis Villaseñor, prefecto de Coalcomán, Mich., fusiló recientemente, sin previo juicio, a un<br />

anciano, porque su hijo había cometido un asesinato. La víctima en este caso fue Ignacio<br />

Chávez Guízar, uno de los principales comerciantes del lugar.<br />

Hace pocos días, un miembro de la policía rural llegó a la casa del fusilado en estado de<br />

ebriedad y empezó a insultar y a abusar de la familia. Sobrevino una disputa en la cual el<br />

policía recibió un tiro de José Chávez.<br />

El prefecto de la policía llegó al lugar de los hechos y arrestó al padre y a otro hijo,<br />

Benjamín, habiendo huido el matador, y los llevó a la comisaría. Fue la última vez que se<br />

les vio. Pronto la gente del pueblo empezó a investigar lo que les habría sucedido. Se<br />

extendió la noticia de que habían escapado de la prisión; pero un pariente, sobrino del padre<br />

fusilado, con cierta sospecha de que esa noticia no era cierta, abrió una tumba que le<br />

pareció muy reciente, situada cerca de la comisaría y allí encontró los cadáveres de los dos<br />

hombres que habían sido arrestados. El prefecto, al no haber sido capaz de capturar a José<br />

ni de saber en dónde estaba éste, hizo que el padre y el hermano pagaran el crimen.<br />

Comentando este relato, El País pide el castigo del culpable y la garantía de que se cumplan<br />

las leyes del país.

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