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México Bárbaro! - Webgarden

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En Belén se emplean torturas, como las que se usaban en la Edad Media, para obtener<br />

confesiones. Cuando se lleva a un hombre a la delegación de policía, si se tienen sospechas<br />

de que haya cometido un delito, es colgado por los dedos pulgares hasta que habla. Otro<br />

método consiste en impedir que el prisionero beba agua; se le dan alimentos secos pero no<br />

bebidas, hasta que ya no puede tragar más. Con frecuencia, los prisioneros declaran ante el<br />

juez que han sido torturados para hacerlos confesar; pero no se abre ninguna investigación<br />

del hecho. Han ocurrido casos de hombres inocentes que han confesado haber cometido un<br />

asesinato para librarse de la tortura de los pulgares o de la sed. Mientras yo estaba en<br />

<strong>México</strong>, los periódicos publicaron la noticia de que dos norteamericanos, sospechosos de<br />

robo, fueron detenidos; los amarraron por las muñecas a los barrotes de sus celdas y les<br />

arrancaron las uñas con pinzas. Este incidente se notificó al Departamento de Estado de los<br />

Estados Unidos; pero éste no tomó ninguna providencia.<br />

San Juan de Ulúa es una vieja fortaleza militar situada en el puerto de Veracruz, la cual se<br />

ha convertido en penal. Oficialmente es considerada como prisión militar; pero de hecho es<br />

una prisión política; esto es, para políticos sospechosos. Tan escogidos son sus residentes -<br />

los cuales cambian a menudo, porque mueren pronto-, y tan personal es la atención que el<br />

presidente Díaz otorga a este lugar, que en todo <strong>México</strong> se conoce a San Juan de Ulúa<br />

como la cárcel privada de Díaz.<br />

Es una construcción de mampostería cuyas celdas están bajo el mar; el agua salada se filtra<br />

hasta donde se hallan los prisioneros, algunos de los cuales permanecen echados, medio<br />

desnudos y medio muertos de hambre, en oscuros calabozos tan pequeños que no permiten<br />

a un hombre corpulento acostarse sin quedar encogido. A San Juan de Ulúa fue enviado<br />

Juan Sarabia, vicepresidente del Partido Liberal; Margarita Martínez, dirigente de la huelga<br />

de Río Blanco; Lázaro Puente, Carlos Humbert, Abraham Salcido, Leonardo Villarreal,<br />

Bruno Treviño y Gabriel Rubio, seis caballeros que el gobierno de los Estados Unidos<br />

entregó al de <strong>México</strong>, a solicitud de éste, por considerarlos como inmigrantes indeseables;<br />

César Canales, Juan de la Torre, Serrano, Ugalde, Márquez y muchos otros dirigentes del<br />

movimiento liberal. Desde que entraron tras de aquellos muros grises ennegrecidos, sólo se<br />

ha vuelto a saber de muy pocos de tales hombres y mujeres. Se ignora si aún viven; si han<br />

sido fusilados detrás de las murallas; si han muerto de enfermedad o hambre; o si todavía<br />

están allí y arrastran una miserable existencia esperando, contra toda esperanza, que un<br />

gobierno más liberal llegue al poder y los ponga en libertad. Nunca se ha sabido de ellos,<br />

porque a ningún prisionero político de San Juan de Ulúa le está permitido comunicarse ni<br />

con sus amigos ni con nadie del mundo exterior. Cruzan el puerto en un pequeño bote,<br />

desaparecen dentro de los muros grises y eso es todo. Sus amigos nunca saben cómo la<br />

pasan, ni cuándo mueren, ni de qué.<br />

Entre los asesinos oficiales de <strong>México</strong>, el jefe político es el más notable. Está al mando de<br />

la policía local y de los rurales; dirige la acordada y con frecuencia libra órdenes a las<br />

tropas regulares, quienes las obedecen con puntualidad. Sin embargo, debido al control del

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