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México Bárbaro! - Webgarden

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Como instrumento de represión, el ejército mexicano es empleado con efectividad en dos<br />

formas distintas: como máquina de asesinar y como institución de destierro. Es cárcel y<br />

campo de concentración para los políticos indeseables.<br />

Esta segunda función del ejército se basa en que más del 95% de los reclutas son<br />

conscriptos, y esto por la razón muy particular de que son ciudadanos políticamente<br />

indeseables, o víctimas fáciles para que el reclutador les saque dinero. El reclutador suele<br />

ser el jefe político. Los jueces, a instancia de la autoridad ejecutiva, en ocasiones sentencian<br />

a algún reo a servir en el ejército en vez de enviarlo a la cárcel. Algún gobernador, como<br />

sucede en Cananea, vigila a veces personalmente el reclutamiento de gran cantidad de<br />

hombres; pero, por regla, general, el jefe político es el funcionario encargado de hacerlo, y<br />

sobre él no se ejerce vigilancia. No tiene otro sistema que el que le dicta su propia voluntad.<br />

Llama a filas a los trabajadores que se atreven a declararse en huelga, a los periodistas que<br />

critican al gobierno, a los agricultores que se resisten a pagar impuestos exorbitantes, y a<br />

cualesquiera otros ciudadanos que ofrezcan posibilidades de poder pagar su libertad en<br />

dinero.<br />

Como basurero donde se arroja a los políticamente indeseables, las condiciones del ejército<br />

son ideales desde el punto de vista del gobierno. Los hombres son más bien prisioneros que<br />

soldados y como tales se les trata. Por esta razón el ejército mexicano ha merecido el<br />

nombre de la cuerda nacional. Mientras estuve en la tierra de Díaz, visité algunos cuarteles<br />

del ejército; el de Río Blanco es típico. Aquí, desde la huelga de Río Blanco, han estado<br />

acuartelados 600 soldados y 200 rurales, a la sombra de la gran fábrica, en terrenos y<br />

edificios proporcionados por la compañía, como amenaza continua contra los miserables<br />

obreros explotados que allí trabajan.<br />

En Río Blanco, un capitán chaparrito nos acompañó durante la visita que De Lara y yo<br />

hicimos para corresponder a la invitación de un funcionario de la compañía. El capitán nos<br />

informó que la paga del soldado mexicano, con alimentos, es de $3.80 al mes, y se supone<br />

que el soldado tiene que gastar la mayor parte en comida extraordinaria, puesto que el<br />

rancho que le dan es poco variado y muy escaso para satisfacer a un ser humano. El capitán<br />

confirmó las noticias que yo había oído con frecuencia en el sentido de que el soldado,<br />

durante sus cinco años de servicio, nunca pasa ni una hora fuera de la vista de un oficial, y<br />

que es tan prisionero en su cuartel como el condenado en una penitenciaría. Este capitán<br />

estimaba que la proporción de soldados forzados era de 98%. Nos dijo que con frecuencia<br />

los soldados, locos por conseguir la libertad, hacen escapatorias y huyen como si fueran<br />

presos, y como a éstos se les da caza.<br />

Pero lo que con más fuerza me llamó la atención durante esa visita, fue que el bajito<br />

capitán, en presencia de media compañía, nos dijo que los soldados eran de la peor ralea,<br />

que no servían para nada, que eran malos, y otras cosas de este jaez. Así hablaba para<br />

hacemos comprender que si hubiera guerra la calidad del ejército mejoraría mucho. Los

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