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México Bárbaro! - Webgarden

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Pero el general Porfirio Díaz, a pesar de esos hechos y de la circunstancia adicional de que<br />

estaba profundamente endeudado con Juárez -puesto que todos sus ascensos militares los<br />

había obtenido de él-, promovió una serie de rebeliones con el fin de adueñarse del poder<br />

supremo del país. Díaz no sólo encabezó una, sino tres rebeliones armadas contra un<br />

gobierno pacífico, constitucional y elegido popularmente. Durante nueve años se portó<br />

como un rebelde ordinario, con el apoyo de bandidos, criminales y soldados profesionales<br />

disgustados por la política antimilitarista que Juárez inició y que, si hubiera podido lIevarla<br />

un poco más adelante, habría sido eficaz para impedir en el futuro rebeliones cuartelarias<br />

apadrinadas por la Iglesia católica.<br />

El pueblo demostró muchas veces que no quería a Díaz como jefe del gobierno. En tres<br />

ocasiones durante los primeros cinco años de asonadas, Díaz se presentó sin éxito como<br />

candidato presidencial. En 1867 obtuvo apenas poco más del 30% de los votos que<br />

favorecieron a Juárez. En 1871 volvió a lanzar su candidatura y perdió con más o menos<br />

3/5 de la votación que correspondió a Juárez. En 1872, después de la muerte de Juárez, se<br />

presentó contra Lerdo de Tejada y consiguió solamente 1/15 de los votos que ganó su<br />

oponente. Mientras estuvo alzado en armas, se le consideró como un rebelde cualquiera<br />

tanto en el país como en el extranjero; después entró en la capital de la República a la<br />

cabeza de un ejército victorioso y se proclamó a sí mismo presidente. En un principio pocas<br />

naciones europeas reconocieron al gobierno del advenedizo, y los Estados Unidos<br />

amenazaron durante algún tiempo con crear complicaciones.<br />

En contra de la voluntad de la mayoría del pueblo, el general Díaz tomó la dirección del<br />

gobierno hace 34 años; en contra de la voluntad de la mayoria del pueblo ha permanecido<br />

allí desde entonces, excepto cinco años -de 1880 a 1884--, en que cedió el Palacio Nacional<br />

a su amigo íntimo, Manuel González, con el claro entendimiento de que al final de ese<br />

periodo se lo devolvería.<br />

Como ningún hombre puede gobernar a un pueblo contra su voluntad sin privarlo de sus<br />

libertades, es fácil comprender qué clase de régimen se vio obligado a instaurar el general<br />

Díaz para asegurar su poder. Mediante la fuerza militar y la policía controló las elecciones,<br />

la prensa y la libertad de palabra, e hizo del gobierno popular una farsa. Mediante la<br />

distribución de los puestos públicos entre sus generales, dándoles rienda suelta para el<br />

pillaje más desenfrenado, aseguró el dominio del ejército. Mediante combinaciones<br />

políticas con dignatarios de alta estimación en la Iglesia católica y permitiendo que se dijera<br />

en voz baja que ésta recuperaría su antigua fuerza, ganó el silencioso apoyo del clero y del<br />

Papa. Mediante promesas de pagar en su totalidad las deudas extranjeras, e iniciando a la<br />

vez una campaña para otorgar concesiones y favores a los ciudadanos de otros países,<br />

especialmente norteamericanos, hizo la paz con el resto del mundo. En otras palabras, el<br />

general Díaz, con una habilidad que nadie puede negar, se apropió de todos los elementos<br />

de poder que había en el país, excepto la nación misma. Por una parte ejercía una dictadura<br />

militar y por la otra disponía de una camarilla financiera. Él mismo, clave del arco, estaba

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