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México Bárbaro! - Webgarden

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de ellos; 4 eran mexicanos que se sentían felices por volver al hogar en vacaciones, después<br />

de una temporada de trabajar como braceros en los Estados Unidos. Cantamos un poco y<br />

tocamos algo de música en un violín y una armónica; pero ninguno de los seis de aquella<br />

familia llegó a sonreír o a mostrar el menor interés. Me recordaba una punta de ganado<br />

resistiendo una tempestad, con las cabezas entre las patas delanteras y las grupas contra el<br />

viento.<br />

La caras del viejo patriarca reflejaba una historia de agobios y una paciencia bovina para<br />

soportarlos, como nunca podría expresarse en palabras. Tenía barba grisácea, descuidada, y<br />

bigote; pero su cabeza estaba cubierta aún por cabello castaño oscuro. Su edad sería,<br />

probablemente, de 70 años, aunque evidenciaba ser todavía un trabajador activo. Su traje se<br />

componía de una camisa de color y pantalón de mezclilla de manufactura norteamericana,<br />

lavado y recosido y vuelto a lavar y recoser ... Un traje de un dólar, con tantos añadidos que<br />

todo eran parches.<br />

Junto al patriarca estaba sentada una anciana, su mujer, con la cabeza inclinada y una<br />

expresión facial tan parecida a la de su marido, que pudiera haber pasado por una copia de<br />

éste hecha por un gran artista, aunque la expresión difería en un detalle. La anciana<br />

mantenía su labio superior apretado contra los dientes, dando el efecto de que<br />

continuamente se mordía el labio para contener las lágrimas. Acaso su valor no era igual al<br />

del hombre y le era necesario mantenerlo mediante una permanente contracción de la boca.<br />

Había una pareja joven, como de la mitad de la edad de los dos viejos; el hombre movía la<br />

cabeza y abría y cerraba lentamente sus párpados granujientos; de vez en cuando volvía los<br />

ojos para mirar con expresión lejana a los alegres viajeros que lo rodeaban. Su mujer, sin<br />

busto, decaída, estaba sentada siempre en la misma posición, con la cabeza inclinada hacia<br />

adelante y su mano derecha tocando la cara a la altura del puente de la nariz.<br />

Finalmente, había dos muchachos: uno de 18 años, hijo segundo del viejo, y otro de 16,<br />

hijo de la segunda pareja. En toda esa noche, la única sonrisa que vi en aquellas caras fue<br />

una, en la del muchacho más joven. Un vendedor de periódicos, al pasar, le ofreció un libro<br />

en 75 centavos y el muchacho, abriendo un poco los ojos con momentáneo interés,<br />

contempló la cubierta de colores brillantes y después volvió hacia su tío y le dirigió una<br />

sonrisa de asombro. ¡Pensar que alguien pudiera imaginar que él podía comprar uno de<br />

aquellos mágicos objetos, un libro!<br />

- Somos de Chihuahua -nos dijo el viejo, una vez que hubimos ganado su confianza-.<br />

Trabajamos en el campo ..., todos. Toda nuestra vida hemos sido trabajadores del campo<br />

cultivando maíz, frijol y melones en Chihuahua; pero ahora huimos. Si los patrones nos<br />

pagaran lo que prometen, podríamos salir adelante; pero nunca pagan completo ... nunca.<br />

Esta vez el patrón nos pagó sólo dos tercios del precio convenido y, sin embargo, le quedo<br />

muy agradecido, porque nos podía haber pagado tan sólo un tercio, como otros nos pagaron

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